La Casa de los Moyas: ‘detox’ digital en un pueblo de verdad

Situada en el valle de Olba (Teruel), esta casa rural puede ser el escondite ideal para quienes necesiten días de calma, sueños plácidos y desconexión digital.

Ambientada con mucho encanto, La Casa de los Moyas ha sido diseñada para disfrutar de la naturaleza, en familia o con amigos, y descansar en una atmósfera de lo más relajante. El edificio original, con sus robustas piedras a orillas del río Mijares, recibe también a esos huéspedes que necesitan simplemente recuperar algunas buenas costumbres, como hablar, escuchar o tan sólo no hacer nada.

Con poca cobertura y sin wifi

Iniciativa de la periodista Teresa Laguna, que se enamoró casualmente de este caserío en ruinas hace unos años, invita también a desengancharse de pantallas, emails y redes sociales. Aquí no nos quitan el smartphone (a menos que lo pidamos), pero sí nos brindan todo lo necesario para un fin de semana ‘detox’: poca cobertura, nada de wifi, un montón de excursiones, camas comodísimas para dormir como un bebé y La Gruta, el patio empedrado -donde antiguamente estaba el cubo de vino- y que ahora hace de zona ‘lounge’ tapizada de hiedra.

“He apostado por esta fórmula aunque vaya en contra del discurso dominante”, comenta Teresa Laguna a Cerodosbé. “Yo misma he experimentado los beneficios de esa desconexión, ese encontrarte de otra forma, relajada, sin la sensación de dependencia y alerta constante a ruidos y luces”.

En un pueblo-pueblo

En el caserío, que en un principio fue su casa familiar, Teresa ofrece ahora tres tipos de alojamientos. La Casa, para grupos grandes; la Casita, un dúplex encantador; y la Terraza del Ático, situada a la altura de las copas de los frondosos chopos que rodean la propiedad. En esta última, por ejemplo, sus 85 metros se distribuyen en una habitación triple con cocina, baño y un amplio salón-comedor abuhardillado desde el que se sale al exterior.

“Quiero ofrecer un refugio ideal para poder disfrutar del maravilloso sureste de la provincia de Teruel, y sobre todo del Valle de Olba, un paraíso donde la naturaleza sigue el curso de las estaciones y las estrellas están al alcance de la mano. Hasta el propio Olba es un pueblo-pueblo, en el que la ‘slow life’ se inventó hace ya muchos años”, añade Teresa.

Con spa natural

Sus poco más de 220 habitantes en invierno siguen cultivando las huertas que abastecen el río Mijares y su red de acequias; un caudal que, en verano, convierte su curso en un spa natural con numerosas pozas, rápidos y remansos.

Para los más inquietos, ya desprovistos de dispositivos móviles, el establecimiento ofrece además diversos tipos de actividades: cursos de pan artesano, catas de quesos y cervezas de agricultura biológica, búsqueda de trufas con un experto, paseos a caballo, y rutas de senderismo y gastronómicas. 

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