Atenas: breve guía de una ciudad inmortal

Un recorrido exprés por la primera gran urbe de la civilización occidental, cuna de la civilización helena. Ruinas, museos y una vista de pájaro

Algunos griegos describen Atenas como una especie de pulpo que extiende sus tentáculos hasta donde la vista no alcanza. El monte Licabeto, al que se llega a través del exclusivo barrio de Kolonaki, es el mejor balcón natural desde el que observar una ciudad enorme (3,8 de los 11 millones habitantes de Grecia viven en esta área metropolitana) y compleja, con un pasado difícil de abarcar y un presente lleno de piedras en el camino. No es una novedad para el pueblo ateniense: tras parir a la democracia, la primera gran urbe de Occidente pasó por manos romanas, bizantinas, aragonesas, sicilianas y otomanas, entre otras. Y a todas ellas sobrevivió.

Para subir al Licabeto (colina de los lobos) se puede coger un pequeño teleférico u optar por una zigzagueante subida a pie. Los extremos de este camino son un fantástico lugar para ver al sol ponerse más allá del Pireo, el pequeño pueblo vecino de Atenas que creció mirando al mar hasta convertirse en uno de los principales puertos del Mediterráneo. La otra opción, el mirador junto a la pequeña basílica que corona el monte, acostumbra a estar abarrotado en el ocaso del día –lo que no quita nada de espectacularidad a la vista. Nada más arriba, la mirada se dirige automáticamente hacia la Acrópolis, alma religiosa y cultural de la Atenas antigua. 

En torno a ella, y especialmente durante el siglo V A.C, el más fecundo de los periodos para la gran capital de la civilización helena, se erigieron monumentos, mercados, avenidas y murallas que uno se puede imaginar a partir de los restos que se observan, a vista de pájaro, desde el Licabeto.

Los yacimientos arqueológicos de Atenas son muchos pero se encuentran bastante cerca unos de otros –al menos los de visita obligada. Al noroeste de las columnas del Partenón, el templo más conocido de la roca sagrada de la Acrópolis, está la Antigua Ágora, lugar donde se ubicaban los principales edificios gubernamentales, mercados y espacios de convivencia para los atenienses. Además de otros tantos santuarios. Por el medio de este espacio clave para entender la historia de la ciudad transcurría la vía de las Panateneas, escenario natural de la procesión que cada cuatro años los atenienses celebraban en honor de Atenea, diosa y protectora de la localidad. 

Muy cerca de esta ágora, adentrándose en el pintoresco y turístico barrio de Plaka, se encuentra la extensión de este espacio que construyeron los romanos (Ágora Romana) y la Biblioteca de Adriano, emperador que dejó aquí su huella. Siguiendo por la vía de las Panateneas y limitando con los antiguos muros de la ciudad está el barrio del Cerámico (Keramikos), hogar del cementario más grande de la antigua Atenas, en el que hoy se conservan preciosos monumentos funerarios.

Del otro lado de la Acrópolis se encuentra el Templo de Zeus Olímpico (Olimpeion), imponente construcción que tardó más de seis siglos en terminarse. De las 104 columnas que tenía hoy están en su sitio únicamente doce, las suficientes para hacerse una idea de un lugar que comparte vistas con la Puerta de Adriano, puerta de entrada al barrio que los romanos construyeron al este de la ciudad.  

Las ruinas al aire libre comparten protagonismo en Atenas con un cúmulo de museos que guardan las maravillas que los británicos y otros forasteros no se pudieron llevar. Inaugurado en 2009, el novísimo Museo de la Acrópolis resguarda, entre otros objetos, los frisos y frontones del Partenón y las cinco cariátides (la sexta está expuesta en el British Museum) que sostenían sobre sus cabezas el Erecteion, uno de los principales templos de la roca sagrada. Por volumen de piezas e importancia, el Museo Arqueológico Nacional destaca por encima del resto (en él se conserva buena parte del Tesoro de Agamenón y otras reliquias que van del Neolítico a la época romana). 

Más allá de otros museos públicos hay dos centros privados, renovados y perfectamente explicados, que merecen sendas visitas. Se trata del Museo de Arte Cicládico, colección con objetos de más de 5.000 años de antigüedad de la civilización que surgió en las islas Cícladas, y el Museo Benaki. La sede principal de este último recorre la historia de Grecia desde sus orígenes hasta la independencia de los turcos. Ambos se encuentran muy cerca de la plaza Syntagma, sede del parlamento heleno y centro de la Atenas moderna.

a.
Ahora en portada