Los 6 grandes retos turísticos de Cataluña

El director general de Turisme de la Generalitat, Octavi Bono, desgrana el futuro del sector en una conversación con Cerodosbé

Una imagen de Cadaqués, en la Costa Brava.

De ser el salvavidas al que se agarraron muchos barrios para aliviar los efectos de una crisis económica devastadora a convertirse en un arma arrojadiza. La realidad del turismo en Cataluña ha dado un giro en los últimos cuatros años, un periodo suficiente para ver nacer y morir un Plan Estratégico. Ahora, la Dirección General de Turismo ya trabaja en las líneas maestras de un nuevo texto que sirva de marco normativo hasta el año 2020.

Mientras, el número de llegadas camina hacia otro ejercicio de récord. Así lo desvela Octavi Bono, director general de Turisme de la Generalitat desde el pasado julio: “todavía no tenemos las cifras definitivas, pero hasta noviembre recibimos a 17 millones de personas (+3,8%) y los ingresos alcanzaron los 16.390 millones de euros (+3,5%)”. Las cifras llevan al territorio a colarse entre los 10 destinos más importantes en ambas estadísticas de toda Europa.

A lo largo del 2016, el ejecutivo se siente especialmente orgulloso de las acciones vinculadas a la celebración del Año de la Gastronomía. “Mantendremos la campaña hasta el abril para destacar la gastronomía catalana, tan singular y que es una de las líderes a nivel mundial”, celebra. Otra de las iniciativas destacadas son los planes de fomento, con 6 millones de euros de inversión por trienio.

Sin embargo, la Generalitat ya prepara el nuevo Plan Estratégico, que tendrá un carácter “eminentemente participativo” y beberá directamente de su antecesor. “Más que un nuevo plan, que lo será, se trata de una actualización del anterior”, señala.

Si bien han aparecido nuevos actores en el negocio bajo el manto de la economía colaborativa, la mayoría de sus puntos todavía están vigentes: “el gran avance del texto anterior fue trabajar la promoción de Cataluña desde la demanda y no desde la oferta, algo que continuará siendo así”, dice. Mientras, los turistas proceden de los mismos países que hace un lustro –con el avance de Estados Unidos y nuevas oportunidades en Asia— y el sector hotelero no ha sufrido grandes revoluciones.

Pese a esperarse un redactado continuista, la Generalitat debe dar respuesta a los nuevos retos que afloran en el sector. Tanto en el Plan Estratégico como en el resto de proyectos, Bono señala un conjunto de amenazas a analizar para que Cataluña se mantenga como uno de los territorios más deseados del continente.

Octavi Bono.

“La zona donde más crecerá la llegada de turistas de hoy al 2030 no será la del Viejo Continente, será en Asia y el Pacifico”, vislumbra. “Habrá un crecimiento de flujos turísticos a nivel mundial enorme, pero los de mayor impulso estarán lejos de nosotros, habrá que ver cómo nos afecta”, analiza.

Si cambia el destino, también cambia el viajero. En pocos años, la mayor parte de los visitantes habrán nacido después de 1975. “Esto implica un tipo diferente de consumo, otros salarios y unos hábitos muy diferenciados con las nuevas tecnologías”, ilustra. Un ejemplo: la creciente importancia del volumen de reservas realizadas a través del teléfono móvil con menos de 24 horas de antelación.

El récord turístico catalán, y del conjunto de España, ha llegado impulsado por la caída de otros destinos como Turquía y el norte de África a causa del terrorismo. “La seguridad ya ha propiciado unos cambios en la demanda que han repercutido en nuestro territorio mientras veíamos como países muy cercanos sufrían”. A la par que imposible, garantizar un clima de protección y seguridad se antoja vital.

La avalancha de turistas debe afinar el sistema de gobierno de un negocio sobre el que cada vez más voces opinan y deciden. Es el caso del conflicto en el que en varias ocasiones han entrado la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona. “En el consistorio existe una visión de la sociedad que no coincide con la que tenemos nosotros”, compara.

Si bien destaca la fluida colaboración en campos cono la inspección de pisos turísticos ilegales, un abismo separa los principios de cada uno. “Para generar políticas públicas necesitas recursos, y para obtener recursos necesitas actividad”, desmenuza. Si el paradigma se entiende de otra forma, la colaboración se enturbia. “En ocasiones nos encontraremos y en otras no”, sentencia.

Un caso de desencuentro fue el intento de lapidar el Hotel Praktik en les Drassanes. El Ayuntamiento trató de frenar la construcción tras denunciar que la muralla medieval estaba demasiado cerca de las obras. El Govern no recogió el capote y el proyecto sigue adelante mientras el consistorio ya evalúa la posibilidad de entregar compensaciones millonarias a algunos propietarios a cambio de que renuncien a sus licencias.

La Dirección General de Turismo se esfuerza en explicar que la capital catalana es un caso aislado y Bono asegura que reciben “muchísimas más” peticiones de estímulo que de contención. Sin embargo, también asume que el veto a grandes cadenas hoteleras de prestigio no favorece al modelo turístico.

Las relaciones con la administración liderada por Ada Colau son clave. No obstante, Cataluña no es sólo Barcelona y sus costas han sido durante años el principal reclamo turístico del territorio. Ahora, afrontan un problema con una planta hotelera desfasada. Pese a ello, el ejecutivo rebaja la dimensión del deterioro y contradice abiertamente los datos de un informe encargado por la Generalitat a la consultora Intelligent Coast. Según los analistas, todos los establecimientos de Lloret de Mar y el 90% de los de Salou estaban anticuados.

Así, la meca del turismo alemán en la Costa Daurada presume de “una oferta joven y actualizada”. Bono tira de datos: en 1995, la provincia de Tarragona disponía de 39.000 plazas hoteleras –la mayoría de entre 2 y 3 estrellas–; en 2016 el número de camas sube hasta las 68.000. Además, de los seis hoteles de cuatro estrellas de hace dos décadas se ha pasado a un 60% de inmuebles que cuelgan el póker de insignias doradas sobre la puerta.

Lloret de Mar se encuentra un paso por detrás.​ “Debe actualizar su oferta, y tanto el Ayuntamiento como nosotros lo tenemos muy claro”, señala. Por ello, en el próximo mes se firmará un convenio por valor de 3,6 millones de euros para impulsar la calidad de muchos establecimientos. Tras la ciudad de la Costa Brava será el turno para varias localidades del norte del Maresme. Destinos como Calella, Malgrat de Mar y Santa Sussana podrían verse beneficiados de convenios similares.

Pero el alojamiento tradicional no es el mayor reto con el que se enfrenta Cataluña. Dar cabida a fenómenos como Airbnb y Homeaway es uno de los grandes quebraderos de cabeza de las administraciones de medio mundo. Con una relación judicializada con las empresas tecnológicas, las demandas de Bono son claras: “simplemente les pedimos que los pisos que anuncien en sus web estén dentro de la ley, reglados”.

De este modo, no se plantea la creación de una figura especializada en el home sharing, una de las grandes demandas de las plataformas. “Si dicen que la norma es para profesionales no lo acabo de entender, obtener una licencia –salvo en Barcelona, donde el grifo está prácticamente cerrado— ​es más fácil que cambiar un dato del recibo de la luz”, compara.

Sin embargo, Airbnb podría encontrar una brecha por la cual tocar la legalidad. La Generalitat ultima una regulación para normalizar el alquiler de habitaciones: “todavía no está aprobada, pero es una muestra de que no somos una organización rígida; estamos atentos a las dinámicas del mercado”.

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