Atenas, la ciudad de los gatos

Alegre, bulliciosa, orgullosa de su pasado clásico, castigada por la crisis y llena de gatos. Esta es Atenas

Permítanme que titule a partir de una apreciación puramente personal y fruto de una pequeña estancia de un fin de semana, pero es algo que me sorprendió: de hecho, no recuerdo nunca haber estado en una ciudad donde me cruzara con tantos gatos, de todos los tipos, por sus calles. En fin, ahí queda ese titular a riesgo de que alguien me restriegue unas estadísticas más científicas o al menos más convincentes.

También podría haber elegido: Atenas, la ciudad de los perros durmiendo en las aceras, pues es otro fenómeno al que no supe encontrarle parangón en mi experiencia viajera. O la de los niños, sentaditos, en los paseos más concurridos tocando pequeños acordeones y extrayendo unas melodías irreconocibles.

O la de los bares y restaurantes con fumadores sentados tranquilamente en sus mesas, al margen de las normas europeas al uso que aquí parecen estar en cuarentena. Bastantes problemas tienen ya, pensarán algunos, como para reparar en la cruzada antitabaco.

Podría haberme quedado con la profusión hasta el cansancio de grafitis -una buena parte reivindicativa, otra sin más pretensiones que el gamberrismo, pocos vi con aspiraciones artísticas- y haber abierto esta crónica como Atenas, la ciudad más grafiteada de Europa. Pero no las conozco todas.

La razón del orgullo ateniense

Si hubiera escogido uno de esos titulares, los lectores más críticos podrían haberme acusado, con razón, de coger el rábano por las hojas y dar una visión sesgada de la ciudad, porque lo que evidentemente caracteriza a Atenas y nadie se lo va a poder arrebatar nunca es lo de haber sido la cuna de la civilización occidental, algo que representa magnificente la Acrópolis que preside la conurbación ateniense.

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Ese pedigrí otorga quizás a los griegos un orgullo que les caracteriza y que les define a pesar de las miserias que hoy día asolan su economía y la vida de una buena parte de la población. Un orgullo que les llevó a rechazar los millones de euros que una célebre firma de moda, como antes lo habían hecho otras empresas, les ofrecía para que cediesen la Acrópolis como fondo de una campaña publicitaria. Necesidades todas; pero dignidad hasta arriba.

Lo que no se puede perder

Si no conoce Atenas y decide hacer una escapada, cosa que le recomiendo porque nadie debería no haber estado nunca allí, no olvide visitar los bulliciosos y muy turísticos barrios de Plaka –con sus plazoletas presididas por pequeñas y austeras iglesias bizantinas- y Monastiraki.

En este último tiene que dedicar un par de horas a su mercado, aunque si le gusta lo que representan los mercados como iconos más genuinos de la cultura de una ciudad no se deje el Mercado Central Barbakios, con sus vendedores defendiendo su oferta de pescado y carne a grito pelado y todos a la vez.

Si continua callejeando y voluntaria o involuntariamente sus pies le llevan fuera de ese infernal y alegre enjambre de tiendas de souvenirs y restaurantes, es posible que llegue a Thissio, un barrio sin otras pretensiones que el de mostrarte donde vive una parte de la clase media ateniense, eso sí con la Acrópolis casi siempre a la vista.

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Una rápida visita por la capital griega

Si su estancia es tan corta como ese par de días del que hablábamos quizás no le merezca la pena acercarse hasta Kolonaki, a los pies de la colina Licavitós (magníficas vistas), el barrio más elegante y exclusivo de Atenas, sede de numerosas embajadas (no de la española) y lugar de concentración de boutiques internacionales y exclusivos cafés.

Pero dure lo que dure su visita, sería imperdonable que no dejara unas horas para visitar tres imprescindibles: la roca sagrada, la Acrópolis, con la puerta Beulé, el Partenón, el Erecteion, más conocido por el pórtico de las Cariátides, y el teatro de Dionisos; el Museo Arqueológico Nacional, y el moderno Museo de la Acrópolis. Belleza a cántaros hasta emocionarse.

Si le sobra un rato y quiere acercarse un poco más a la Atenas más actual, puedo recomendarle con precauciones una visita al barrio de Exarchia, muy cerca del Museo Arqueológico, presentado como una zona alternativa, sede de los principales movimientos anarquistas de la capital griega, muy activos últimamente, y hoy también con algunas calles vinculadas al trapicheo de drogas. Nada excepcional en muchas ciudades de hoy.

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En cualquier caso no dudo de que volverá de Atenas teniendo la sensación de haber estado en una urbe bipolar: por un lado la belleza y la elegancia clásica; por otro, el resultado más bestia de la moderna especulación y su consecuencia, una ciudad desestructurada urbanísticamente. Siempre, eso sí, una ciudad alegre, viva, bulliciosa y hospitalaria.

Algunas recomendaciones:

Para dormir: Atenas dispone, lógicamente, de una amplia oferta hotelera a precios normales, tirando a altos. El Electra Metrópolis en la calle Mitropoleos 15, junto a la plaza Syntagma, es una excelente opción. Dispone de una magnífica terraza con piscina desbordante desde donde disfrutar de una vista espectacular de la Acrópolis mientras se desayuna o se toma una copa por la noche. El restaurante en la misma planta es asimismo una muy buena opción.

Para comer: la capital griega dispone de una inmensa oferta de restauración como puede suponer. Si quiere seguir estándares al uso, el restaurante Funky Gourmet, es considerada por muchos el mejor de Atenas, especialmente por las dos estrellas Michelin de las que puede alardear en su tarjeta de vista. Está en el número 13 de la calle Paramythias, fuera de los circuitos turísticos, pero no muy lejos del centro.

Con una estrella, tiene el restaurante situado en la sexta planta del Centro Cultural Onassis. El Dionysos ha sido tradicionalmente el preferido por políticos y personalidades, con unas excelentes vistas de la Acrópolis y en pleno barrio de Plaka.

Pero más allá de nombres consagrados usted podrá disfrutar de innumerables tabernas y restaurante con menos glamour, pero una correcta relación calidad precio. Uno de mis preferidos: el Vintage, en el 66 de la calle Mitropoleos, con una amplia oferta de quesos y vinos griegos y unas buenas carnes, todo ello con un servicio atento y muy profesional.

Para tomarse un respiro: Le recomiendo tomarse una copa en el Brettos, en el 41 de Kidathineon, asimismo en el barrio de Platka, un pequeño pero acogedor bar fundado en 1909 y en el que hoy se pueden degustar una extensa selección de vinos, de licores griegos. Para muchos viajeros, una parada obligada en el ajetreo de Atenas. 

Bar Brettos

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