Un jumbo aterriza a pocos metros de tu daikiri

El aeropuerto de la caribeña isla de Saint Martin es uno de los más complicados del mundo: los aviones aterrizan a pocos metros de las cabezas de los turistas

Puedes llamarla en francés (Saint Martin) o en holandés (Sint Marteen), y tiene todos los condimentos para que las agencias de viajes digan que es “un paraíso caribeño”: arenas blancas, aguas turquesas, muchas palmeras y abundancia de resorts ‘todo incluido’, donde la única preocupación es el gusto del próximo cóctel.

La isla de apenas 87 kilómetros cuadrados se divide en dos mitades: la francesa al norte y la holandesa al sur. En su terreno escarpado apenas había espacio para instalar un aeropuerto, y el lugar elegido fue un terreno situado a apenas un tiro de piedra del mar. Allí se abrió, hace poco más de 70 años, la terminal Princesa Juliana, a 15 kilómetros de la ciudad de Philipsburg.

Por ese entonces la isla era un tranquilo paraje de las Antillas, pero la explosión del turismo llevaría a que el aeropuerto sea el segundo con mayor movimiento de aviones en la región, sólo por detrás del de Puerto Rico.

Y no es que aterrice cualquier avioneta: allí llegan los inmensos Boeing 747 o los Airbus A340, que tienen que hacer malabares para poder aterrizar o despegar en los 2.300 metros de la pista.

Los movimientos de los aviones, a sólo 25 metros de las cabezas de los turistas arenas de la playa de Mahó, son uno de los reclamos más osados: nadie presta atención a las recomendaciones del gobierno, que insiste en vano que hay riesgo ser arrojado al mar como un papel por la reacción de las turbinas.

Justamente, la diversión entre los turistas –algunos pasados de copas- es aferrarse a la alambrada y ver quién soporta más tiempo antes de ser expulsado. Cada vez que una aeronave está a punto de tocar tierra se crean torbellinos de arena, las tumbonas salen disparadas y el ingenuo que tuvo la idea de poner una sombrilla tiene que ir a buscarla al mar.

Los chiringuitos de Mahó se encargan de explotar la veta aeronáutica, y en las pizarras, junto al cóctel del día, informan de los horarios de llegadas y salidas para que todo el mundo tenga su móvil o cámara listo para capturar el instante en que un jumbo está a punto de acariciar las sorprendidas cabezas.

 

Hace cuatro años, el aeropuerto organizó un concurso fotográfico que capturen las mejores llegadas de aviones. La ganadora fue la primera, de Bernie Verhoeven (foto superior), y las otras son las demás imágenes finalistas.

 

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