La Antártida, el frágil y misterioso destino de moda

Cada año sube el número de turistas que visita la Antártida, una actividad sometida a rigurosos controles para evitar problemas ambientales

Hasta hace un siglo atrás, ningún humano había puesto un pie en la Antártida. Los primeros equipos de investigación llegaron en 1904, y recién en 1911 Roald Amundsen sería el primer hombre en alcanzar el Polo Sur. Robert Scott seguiría sus pasos semanas más tarde, aunque moriría antes de contar sus hazañas.

Actualmente más de 4.500 científicos y militares viven en el continente blanco, y además de los pingüinos, las focas y los petreles, las heladas superficies reciben a unos nuevos protagonistas: los turistas.

En la temporada 2015-2016 cerca de 40.000 turistas visitaron la Antártida a bordo de los cruceros que zarpan desde Ushuaia, en el extremo sur de Argentina, o desde Nueva Zelandia y Australia. Desde América las naves tocan diversos puntos de la Península Antártica, mientras que desde los países de Oceanía se adentran en el Mar de Ross.

Más de 60 cruceros tocan los puntos antárticos

Actualmente la Asociación Internacional de Operadores Turísticos de la Antártida tiene registradas a 63 embarcaciones que cruzan las frías aguas, incluso algunas de las grandes empresas del sector de los cruceros, como Hurtigruten, Holland America Line, Seabourn, Silversea y Celebrity Cruises.

Las naves que parten desde Ushuaia tardan dos días en cruzar el Pasaje de Drake y se detienen en la isla Decepción, donde se reciben a los visitantes con baños termales. También se pueden visitar algunas bases científicas –en algunas de ellas, como la base Palmer de EEUU, también se venden recuerdos-, pero el verdadero interés reside en descubrir la fauna austral.

En los canales Le Maire y Neumayer, la Bahía Paraíso y el estrecho de Gerlache se suelen divisar ballenas, elefantes y lobos marinos, focas de Weddel, orcas y diversas variedades de pingüinos.

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Turistas observan a dos lobos marinos en la Isla Shetland, en la Antártida. EFE-FT

Estrictos controles para evitar daños al ecosistema

El atractivo de esta oferta turística tiene estrictas regulaciones para evitar desequilibrios en el frágil ecosistema antártico. Allí nadie irá a recoger una lata o cualquier desperdicio que un incauto turista deje en la nieve. Pero las organizaciones ecologistas alertan que el frecuente paso de los cruceros en verano genera un volumen de emisiones de CO2 inédito en la región.

Los cruceros navegan rodeados de icebergs, y si bien son modelos de cascos reforzados, el hipotético choque contra un bloque de hielo podría causar un derrame de combustible con consecuencias irreparables para el ecosistema.

Otro punto de preocupación es que casi todos los cruceros realizan los mismos recorridos y suelen parar en los mismos puntos libres de hielo, que son precisamente los puntos donde varios animales eligen para reproducirse. La presencia humana es indistinta para algunas especies, pero otras como los pingüinos alternan su comportamiento con visitantes extraños.

Una turista observa una pareja de pingüinos en la Isla Rey Jorge. EFE-IF
Una turista observa una pareja de pingüinos en la Isla Rey Jorge. EFE-IF

Aumento de la concienciación por la ecología

Las regulaciones de la Asociación Internacional de Operadores Turísticos de la Antártida limitan los cruceros a 500 pasajeros, y sólo 100 pueden bajar a tierra en un momento determinado. Y antes de su llegada a la Península Antártica tienen que someterse a elaborados protocolos de descontaminación.

El lado positivo del incremento del turismo es que los científicos suelen tener charlas con los visitantes sobre los problemas del cambio climático –el estudio del hielo antártico evidencia el aumento de las emisiones de CO2 en el mundo-, y esto genera una mayor conciencia ecológica.

Además el canon que pagan los operadores a la Asociación permite incrementar las inversiones científicas sobre el continente blanco. “Cuando un barco con turistas regrese a casa, lo hará lleno de activistas verdes a bordo”, dice el periodista de viajes James Draven a la CNN.

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