El Prat necesitará una nueva terminal para evitar su colapso

El proyecto había sido archivado por Fomento en 1999, y permitiría recibir hasta 70 millones de pasajeros

La expansión del tráfico en El Prat, en paralelo a la explosión turística de Barcelona, puede pasar factura a la terminal aérea. En septiembre ha tenido una subida del 8,7% (la segunda tasa más alta de la UE), y a un crecimiento promedio del 4%, se espera que para dentro de siete años se llegue a los 55 millones de pasajeros anuales. Actualmente el aeropuerto recibe a casi 40 millones de personas, diez millones más que una década atrás.

Con estas previsiones, el aeropuerto no podrá dar abasto para ofrecer un servicio eficaz, un problema de congestión que ya es alertado por los controladores aéreos.

Una solución estaría en construir una nueva terminal, de medidas similares a la actual T2, una obra que ya había sido propuesta en un plan de 1999 y que el Ministerio de Fomento ha decidido postergar en forma indefinida, informa La Vanguardia. Su coste sería de unos 800 millones de euros, y con su instalación se podría ampliar la capacidad máxima de El Prat a los 70 millones de pasajeros.

Esta nueva terminal, que se podría levantar entre las pistas, se conectaría por medio de un tren automático –cuyo túnel ya existe-, tal como ya cuenta el aeropuerto de Barajas.

La Generalitat tiene prisas

La Generalitat presiona para que el proyecto se impulse cuanto antes, pero desde el Ayuntamiento rebajan las prisas y remiten la idea a una comisión de infraestructuras que analizará su impacto ambiental y económico.

Actualmente la terminal de Barcelona opera una media de 68 vuelos por hora, aunque en las horas pico llega hasta los 90. Más que construir nuevas pistas (en algún momento se propuso trazar una nueva sobre terrenos ganados al mar, descartada por motivos económicos y operativos), una solución sería que cada una de las tres pistas sean independientes, usadas al mismo tiempo para despegar y aterrizar. Pero esta idea choca con el impacto sonoro en las ciudades de El Prat, Gavà y Castelldefels, que no quieren saber nada con un incremento del tráfico aéreo sobre sus hogares.

Otra opción sería tomar el ejemplo de grandes urbes como Londres, que cuentan con un aeropuerto principal y una red de aeródromos secundarios para derivar el tráfico de las líneas de bajo coste. Girona y Reus podrían ser estas terminales, pero necesitarían mejorar sus conexiones en tren de alta velocidad para lograr una mayor eficacia en el transporte de los pasajeros.

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