¿Por qué no hay que tener miedo a las turbulencias?

Los flujos de aire pueden alterar la altura a la que vuela un avión pero jamás lo harán caer hasta el suelo

Los primeros temblores provocan que algunos pasajeros levanten la mirada hacia la tripulación. Inmediatamente después, las luces de cabina obligan a abrocharse el cinturón y suena un mensaje del piloto: “estamos entrando en una zona de turbulencias”. A partir de entonces, las sacudidas pueden dejar blanco y sin aliento a más de uno. Sin embargo, no temas: las turbulencias no van a hacer caer el avión.

Cómo explica este video elaborado por USA Today, las turbulencias son completamente normales y obedecen a los cambios en la presión o la dirección del aire. Las hay de tres tipos. Las térmicas se forman cuando el aire caliente sube como una columna ascendente, las mecánicas aparecen cuando las corrientes se topan con estructuras como montañas y edificios y las frontales cuando colisionan dos masas de aire que avanzan en dirección inversa.

Pese a la aparente inestabilidad a bordo, el medio americano compara la situación con la de un objeto dentro de una gelatina: puede moverse pero jamás llegará al fondo. Las aeronaves pueden variar su altitud en pleno vuelo, por lo que perder varios metros de altura carece de importancia en la mayoría de ocasiones más allá del susto que sufren los pasajeros.

Y es que los pilotos conocen con anterioridad cuando se avecinan a una zona de turbulencias y están perfectamente entrenados para enfrentarse a estos vaivenes. Además, las aeronaves ya están diseñadas para soportar todo tipo de movimientos y, por ejemplo, pueden llegar a doblar las alas hasta 90 grados y aguantar el impacto de un rayo.

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