La economía colaborativa se multiplicará por diez en una década

Las plataformas para compartir bienes y servicios movilizarán 300.000 millones de euros en diez años. El turismo aglutina la mayor cantidad de empresas del sector

Aunque día sí día no salgan nuevas leyes para regularla, la economía colaborativa seguirá creciendo a un ritmo exponencial, y en una década se multiplicará por diez. La Unión Europea cuantifica el volumen de este tipo de transacciones en 28.000 millones de euros para el 2015, pero según la consultora PwC la burbuja seguirá creciendo y calcula que en diez años movilizará 300.000 millones de euros.

Hasta el año pasado, había más de 7.500 empresas y plataformas en el mundo que apostaban por este modelo de negocio, donde los interesados se conectan directamente con los proveedores de los servicios, y pueden coordinarse para compartir el uso de un coche, dormir en una casa o preparar una comida especial por tarifas más económicas que los precios de mercado.

El turismo fue el motor impulsor de estas plataformas, no solo en España sino en todo el mundo. Al país llegó en 2010, y hace tres años comenzó su expansión. 

En el ecuador de la temporada veraniga, ya se están viendo los resultado de la expansión de la economía colaborativa. En Blablabar Car esperan un crecimiento del 70% para este verano, mientras que en la plataforma Homeaway la demanda doméstica de alquileres ha subido un 52% para este temporada. Sin números tan altos, pero al portal Intercambio Casas tendrá un ascenso del 15% al 17% en su volumen de intercambio de casas.

Airbnb y Uber, los puestos de avanzada de la economía colaborativa

Airbnb ha sido la punta de lanza en el sector del alojamiento, y sus servicios han salido del campo exclusivamente turístico para abarcar también a los alojamientos para viajes de negocios. Muchas ciudades le han puesto trabas en su regulación, pero otras, al ver la rapidez con que ganaba lugar en el sector de los alojamientos, decidieron integrarlas en el negocio y les autorizaron a ser agente de cobro de tasas turísticas.

Por supuesto, el sector tradicional de la hostelería se enfrenta a estas alternativas de economía compartida. El sentimiento del presidente de Hotusa, Amancio López Seijas, quien dijo que “el turismo colaborativo es economía sumergida”, es compartido por los dueños de hoteles, sean grandes o pequeños.

La otra pata de la expansión de la economía colaborativa ha sido Uber, la plataforma con la que un usuario puede solicitar el servicio de un coche y evitar el coste de tomar un taxi. Muchas ciudades han prohibido el acceso a esta aplicación, y también ha movido a redes de taxis, como Mytaxi y Hailo, a crear alianzas para enfrentar la competencia.

Pero la economía colaborativa no se limita sólo al ámbito turístico, también se expande a ramas tan diversas como la venta de productos de segunda mano (Wallapop) las finanzas y los préstamos (Zank), la educación (Tutellus), el uso de herramientas (Relendo), intercambio de ropa para niños (Grownies), la gastronomía (Social Dining) o hasta buscar lugar para aparcar (Parclick).

En Estados Unidos, señala el informe, una de cada cinco personas ha participado de los servicios de la economía colaborativa, y los mayores usuarios son las personas de 25 a 45 años, que concentran una de cada dos actividades. Pero los perfiles están cambiando. En Airbnb, el grupo de anfitriones que más está creciendo en todo el mundo en Airbnb son personas de entre 60 y 90 años, que también «son muy activos como viajeros», aseguró su portavoz para España y Portugal, Andreu Castellano, a Efe.

Puntos a favor y en contra

La escuela de negocios OBS, que ha tomado las estadísticas de PwC, ha realizado un estudio llamado “Los límites de la economía colaborativa”, en donde se describe que, a favor, este tipo de transacciones tiene el viento de cola que proporciona la exposición por Internet y la difusión viral por redes sociales. Además, permiten ahorrar tiempo y costes de gestión, al mismo tiempo que automatizan los procesos y funcionan en entornos con mayor transparencia informativa.

Pero hay problemas a la vista, como el vacío legal y social que tienen varias empresas frente a las tradicionales. En el caso de los alquileres de habitaciones, se choca con las normativas de alojamiento y la oposición de los vecinos que sufren por inquilinos incívicos. O en el caso de las plataformas que permiten compartir coche, con la oposición del colectivo de los taxistas.

Este estudio indica que si bien la economía colaborativa se adapta a mercados ya existentes, “no todas las industrias tienen el mismo potencial para crear plataformas de consumo colaborativo, ni obtienen en el mismo retorno o beneficio”.

La clave para que funcione es que, además de presentar un servicio eficaz para el consumidor final, permita reducir los costes de transacción. De lo contrario, la propuesta morirá al poco tiempo.

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