Hablan los anfitriones: «Airbnb apuntala barrios poco turísticos en Ámsterdam»

Es la apuesta de Ámsterdam: asume que Airbnb "ha llegado para quedarse" y que complementa la oferta de alojamiento en la ciudad. Lo que es más: admite que la web de alquiler, con casi 12.000 viviendas en la ciudad, ayuda a sus vecinos a llegar a fin de mes.  

«Trabajamos a tiempo completo. Nuestra familia nos legó una casa monumental en los canales. Sin Airbnb no podríamos tenerla». Quien habla es Jillis, un anfitrión de Airbnb en la capital de Holanda. El joven diseñador de tiendas alquila una habitación en una icónica casa en Keizersgracht, una de las zonas más exclusivas de la Venecia del norte. El caso de Jillis es paradigmático: Airbnb asegura que un 36% de anfitriones en esta ciudad alquila en la plataforma para llegar a fin de mes.

El destino europeo cuenta con una población de 1,4 millones de personas. En 2014, el Ayuntamiento cerró un acuerdo con la multinacional estadounidense y la arrastró hacia la legalidad. Desde entonces, Airbnb cobra el impuesto turístico –un 5% del precio de la habitación– e informa a anfitriones y huéspedes de las normas de compartir vivienda en la ciudad.

Alquiler responsable

Con Madrid y Barcelona buscando el aterrizaje legal de la plataforma, Ámsterdam va un paso por delante. «Estamos encantados de promover el alquiler responsable. Y, además, de repartir los ingresos del turismo y promover un ecosistema turístico sostenible», asegura Laila Frank, consultora para el Viajero Social del consistorio holandés.

Esto es precisamente lo que cree Julie, otra de las usuarias de la plataforma en la ciudad. «Me quito el sombrero. En lugar de hacerse el sordo, el Ayuntamiento ha cogido el toro por los cuernos». Esta ciudadana americana, que llegó a Ámsterdam para trabajar en turismo, alquila una habitación en la zona de la estación central, fuera del llamado Anillo de los Canales.

«No está en el centro. Y es algo que nos distingue: los turistas se pasan el día en la zona turística, pero después quieren tranquilidad para descansar. Además, los tenderos del barrio están encantados de que compre gente nueva», añade.

Desconcentración

Precisamente, Airbnb insiste en uno de sus argumentos centrales para operar en el destino centroeuropeo: el 73% de apartamentos en la web están fuera de los ocho barrios más visitados. «Mi casa está cerca del distrito de negocios Zuida, así que tengo a muchos huéspedes que viajan por negocios», explica Windy, que alquila una propiedad cerca del centro de convenciones RAI.

El circuito del alquiler de viviendas en Airbnb –legal durante 60 días al año– ha convencido a Ámsterdam de que vale la pena correr el riesgo de atraer a anfitriones que operan un negocio. Esto es precisamente lo que ha ocurrido en Barcelona, el alquiler ‘pirata’. «Son 60 días al año. Si alguien alquila ilegalmente, puede estar seguro que tarde o temprano un inspector llamará a su puerta», avisa Laila Frank.

La mano de hierro y guante de seda de Ámsterdam, ¿es verdad o mera propaganda? «Hay inspecciones sorpresa. Y, te lo digo por experiencia, lo miran todo: detectores de humo, que tengas los papeles en regla, etc. Es parte del acuerdo», enumera Jillis. Este vecino «selecciona cuidadosamente» a los visitantes y, con lo que respecta a los impuestos, habla claro. «Es imposible hacer trampas. Te los descuentan automáticamente en cada reserva», concluye.

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