Llegan los hoteles que desaparecen a los pocos días

Los hoteles pop-up ofrecen alojamiento de alta categoría para conciertos, eventos empresariales y en lugares exóticos que carecen de infraestructura

Los hoteles pop-up, o sea establecimientos instalados por pocos días, semanas o meses, son la nueva tendencia que ofrecen una solución cómoda (aunque no siempre económica) a los que quieren alojarse en festivales artísticos, eventos deportivos, o sitios que carecen de infraestructura turística.

En festivales musicales como el de Glastonbury, o el FIB de Benicàssim, un mar de tiendas de campaña acoge a miles de asistentes.

Quizás pudiera ser un buen programa cuando se tiene 20 años, pero muchas personas ya no están cómodas durmiendo de esa manera, teniendo que soportar los olores de los baños comunitarios o haciendo fila hasta para lavarse las manos. Y siempre y cuando no llegue la lluvia, porque el barrial está garantizado.

Estos festivales son alguno de los objetivos a los que se dirigen los hoteles pop-up, que se suman a la moda de los restaurantes, comercios e instalaciones efímeras que, según un cálculo de la agencia Pop Up Republic, moviliza un mercado de 31.000 millones de euros anuales.

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Las lujosas tiendas recuerdan a las haimas árabes.

Con todos los servicios

Estos hoteles, más bien, son habitaciones con baño y servicios como aire acondicionado, minibar y conexión wifi, instalados en contenedores, tiendas, casillas rodantes u oficinas rehabilitadas.

Los hoteles efímeros se pueden montar en un par de días, y se desmontan sin dejar rastros de su paso

En algunos casos, como los contenedores, la compañía se encarga de trasladarlo y montarlo cerca de los escenarios del recital o del circuito de Fórmula 1; en otros casos como las oficinas, se convierten en habitaciones para disponer de alojamientos para un evento, y luego vuelven a desmontarse.

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Sleeping Around convierte un contenedor en una habitación de hotel.

Más ingresos

Según la arquitecta Melissa González, arquitecta experta en instalaciones pop-up de la firma Lionesque Group, los hoteles que han montado estas habitaciones efímeras crecieron sus ingresos un 20%.

Además de ofrecer comodidad en sitios poco habituales, los pop-up son una poderosa herramienta de marketing y difusión, debido a la imagen de modernidad que ofrecen para la experiencia de sus usuarios.

Tiendas, pero a todo lujo

La compañía Pop Up Hotel, de Gran Bretaña, se especializa en ofrecer alojamiento en festivales de música como el citado Glastonbury, Cornbury o Camp Bestival. La empresa dispone de grandes tiendas que recuerdan a las haimas árabes, con antesala, sofás, televisor, y utiliza palets para crear paredes, mesas y elementos de decoración.

Esta firma no se limita a eventos musicales, sino que también ofrece sus servicios para eventos corporativos o casamientos que se realizan en lugares que carecen de hoteles en las cercanías.

Como un Lego gigante

Este modelo comercial también es ofrecido por Snoozebox, que apila contenedores como si fueran piezas de un gigantesco Lego, y en pocos días tiene una especie de hotel donde cada bloque puede acoger a una o tres personas.

Este tipo de alojamiento es muy usado en el Reino Unido por los seguidores de eventos deportivos como las carreras de coches y motos en circuitos como Silverstone o la Isla de Man.

Los contenedores también son la materia prima para que la compañía belga Sleeping Around pueda crear pequeñas habitaciones con baño, aire acondicionado y servicios que no tienen nada que envidiarle a cualquier hotel. Inclusive otros módulos se reconvierten en salones para comer o relajarse.

El estudio de arquitectura Pink Cloud rehabilita oficinas como habitaciones para alojar a asistentes a eventos corporativos

Oficinas que se convierten en habitaciones

En el caso de la danesa Pink Cloud, es un estudio de Dinamarca especializado en rehabilitar oficinas en cuartos de hotel, como el que han abierto en Nueva York.

Esta alternativa sirve tanto para agilizar el mercado inmobiliario como para ofrecer nuevas plazas en sitios con una alta demanda hotelera, como la Gran Manzana o en Tel Aviv, que tiene un problema de déficit de habitaciones.

Para safaris y senderismo

La industria del turismo de aventuras, sobre todo el dirigido a un público de alto poder adquisitivo, recurre a este sistema para ofrecer una opción de alojamiento exclusiva en sitios remotos. Es lo que propone Blink by Black Tomato, que monta lujosas tiendas en los Andes bolivianos, en el delta del río Mekong o en la selva de Indonesia, por tarifas que van desde los 6.000 a los 25.000 euros por persona por hasta cuatro noches.

A la que el viajero termina su estadía, la tienda se desarma, se recogen las instalaciones y no queda ni un rastro del paso por el lugar.

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