Los mejores hoteles boutique del mundo: el Billini de Santo Domingo

El pequeño establecimiento, con 24 suites, lleva hasta el límite la convivencia entre historia y tecnología punta; ha logrado abrirse un espacio central en el competitivo sector hotelero de la capital dominicana.

La historia del hotel boutique Billini es la de una familia hotelera que ha decidido diversificar el negocio. Hasta hace medio año, estaba especializada en ofrecer alojamiento a misiones diplomáticas y oenegés desplegadas en Haití. Tras el último gran terremoto (2010), sus establecimientos están en reconstrucción; pero el hundimiento de algunos andamiajes puede servir como argamasa para nuevas oportunidades.

La catástrofe natural aceleró los planes para asentarse en Santo Domingo, donde los Riedl habían puesto el ojo ya en 2004. La inestabilidad del país «y los problemas de seguridad» catalizaron esos primeros pasos hacia la vecina República Dominicana.

«Desde un punto de vista macroeconómico y de industria, Santo Domingo es perfecto», explica Silvanh Riedl, gerente del establecimiento y representante de esta segunda generación de empresarios turísticos. La familia descartó Punta Cana por la presencia internacional y la dureza que supone competir en ese enclave tan trillado.

El patio interior del Billini

La capital dominicana, sin embargo, se reivindica como un nuevo polo para viajeros, que eclosiona bajo el manto de la industria de congresos, cruceros y experiencias premium. En este contexto, nace en mayo el Billini, uno de los mejores hoteles boutique del mundo, según el ranking de 02B [disponible el 4 de enero].

«El primer estudio que hicimos revelaba que en la ciudad había un exceso de oferta orientada al segmento corporativo, pero dentro de la zona colonial se está creando un clúster turístico complementario». Definido el entorno donde alzar el nuevo hotel, cabía buscar el lugar exacto.

Un árbol de caoba enamoró a la madre de Silvanh. Otro ejemplar de la especie, de 30 metros de altura y tres siglos de antigüedad, se alza frente al primer establecimiento haitiano.

Un pequeño y antiguo hospedaje religioso encierra ahora el nuevo negocio, con 24 suites, que combina la reminiscencia de la herencia arquitectónica y cultural de la colonización española con la última tecnología. «Nuestros clientes están dentro de unos muros a partir de los cuales empezó el desarrollo de las Américas».

El valor histórico del edificio enlenteció el desarrollo del proyecto: aparecían piezas que había que estudiar y catalogar durante la obra. Una vez abierto, a diez minutos a pie de la casa de Cristóbal Colón, el cliente del Billini encuentra una experiencia que supera el bienestar y la comodidad de su competencia.

«Queremos seducir a las personas que quieren descubrir algo diferente en su próximo viaje», indica Riedl. «Pueden ser recién casados, familias… no hay ninguna segmentación ni geográfica ni social, pero todos tienen el deseo de dejarse sorprender».

¿Cómo atrapa el Billini? Además de con su historia, el hotel ofrece un lujo natural y alcanzable (la habitación parte de los 150 euros por noche). Desde el check in nos sumergimos en un mundo vintage con atención personalizada.

La bodega del Billini

Los espacios privados evocan a los domicilios particulares. Puede parecer nuestra casa: encontramos lugares propios por doquier y podemos tener la sensación de ser el único huésped, aunque no nada mal en ocupación. La suite presidencial (600 euros por noche) se vendió antes de la inauguración.

En el Billini, la estridencia está desterrada. La combinación de esfuerzos familiares se extiende también a la decoración y selección de amenities. Destacamos las toallas vietnamitas de Tessum o los jabones y cremas de L’Occitane. Leo Balssan, arquitecto suizo, jugó con el edifico para que cualquier pared sea como una obra de arte. Ello sucede con particular intensidad en la habitación 107.

La iluminación tiene un rol destacado, la mujer de Silvanh, Rosadela Serrulle, es arquitecta especializada en esta disciplina. La han llevado al límite: las lámparas y sus efectos dan centralidad a los tesoros de ébano del establecimiento. El trabajo de equipo se ha saldado con éxito: todos los detalles están cubiertos.

El Billini, siendo conservadores, tardará aún entre cinco y seis años en recuperar la inversión y ganar dinero. Hasta entonces, la familia Riedl, que mantiene separados el negocio inmobiliario del hotelero, tiene el hueco dentro del mapa mundial de los mejores boutique garantizado.

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