48 horas en Los Ángeles: hay vida más allá del cine

Dinámica, ecléctica y única. La ciudad del clima perfecto tiene tantas caras como planes y la mayoría de ellos no tienen nada que ver con el séptimo arte

Aunque dos días es realmente poco para descubrir todos los encantos de la inmensa y cosmopolita L.A., sí son suficientes para hacerse una idea de su magia (más allá de las estrellas y la fama) con planes tan diversos como recorrerla en bicicleta, saborear sus mercados o viajar a diversos lugares del mundo desde sus multiculturales barrios.

Pero hay que dejar algo claro antes de lanzarse a ella: Los Ángeles no se ve, se vive. Dicen que esta mega ciudad no tiene ni el monumento perfecto ni el restaurante obligatorio, y que hay urbes más fáciles de abordar y con más ‘alma’ como San Francisco o Nueva York: cierto y falso a la vez.

Para afrontar nuestras 48 horas en Los Ángeles hay que empezar con buen desayuno: las tortitas de Du-par’s son la mejor opción

L.A. es más bien una metrópoli compuesta de pequeñas mini urbes, tan diferentes unas de otras, tan encantadoras en conjunto. Para vivir su magia hay que dejarse llevar, contagiarse de la alegría californiana, probar nuevos sabores o descubrir rincones inesperados como un museo dedicado a la música o una playa donde no se toma el sol.

Los AÌngeles es una ciudad que hay que vivir. Foto Sterling Davis Unsplash

Los AÌngeles es una ciudad que hay que vivir. Foto: Sterling Davis | Unsplash.

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Paseos artísticos

Antes de pasarnos la mañana en el revitalizado barrio del Downtown, hay que coger las fuerzas necesarias para ello y lo hacemos con una buena ración de pancakes. En Du-par’s, por supuesto. Esta cafetería abrió sus puertas en el legendario Farmer’s Market en 1938 y desde entonces hace sus famosas y esponjosas tortitas, cuya receta es secreta y que han sido declaradas como las mejores del país.

Con ese regusto a mantequilla y sirope hay que dirigirse hacia el centro. Los amantes de la arquitectura se volverán locos con el Walt Disney Concert Hall (hogar de la Filarmónica de Los Ángeles), diseñado por Frank Gehry con esas ondas plateadas que recuerdan al Guggenheim de Bilbao; con el Bradbury Building en ladrillo visto y famoso por sus escaleras de hierro o con la vanguardista Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles.

El Walt Disney Concert Hall y The Broad nos atrapan con sus líneas sinuosas y sus juegos de volúmenes

Tras perderse por las calles del Fashion District (algo así como el Rastro madrileño) y los edificios modernos del área financiera, llega la hora de los museos. Hay que hacer parada en Grammy Museum, perfecto para bucear entre la historia de la música, The Broad, tanto para admirar su monumental edificio como por su divertida colección llena de piezas fotografiables, y en el MOCA, que tiene entrada gratuita este año y una de las colecciones de arte contemporáneo más completas del país.

The Broad. Foto Claudia Lorusso Unsplash

The Broad. Foto: Claudia Lorusso | Unsplash.

Fusión de culturas

Cuando llega la hora de comer, la decisión sobre el qué y el dónde es bastante más complicada de lo que parece. El truco pasa por seguir dos premisas: los gustos o la idea de probar algo diferente. Desde Chinatown y sus famosos ‘camarones resbalosos’ en el restaurante Yang Chow hasta la animada zona de restaurantes de Little Tokio pasando por los tacos y el guacamole recién hecho de los food trucks de la Calle Olvera y el icónico french dip sándwich de Philippe the Original, de los que sirven cerca de 3.000 al día desde 1908, la oferta gastronómica del centro de Los Ángeles siempre tiene algo para cada uno.

Haya abierto o no The Donut Man, Grand Central Market está lleno de opciones deliciosas para darse un capricho dulce

Para hacer espacio al postre daremos un paseo hasta Union Station, para admirar su edificio art déco con toques de la época de la colonia española y por el DTLA Art Walk, una experiencia de arte auto guiada a lo largo de las calles Spring y Main.

El momento dulce del día hay que buscarlo dentro del renovado y de onda hípster Grand Central Market. Con suerte llegaremos a la apertura de The Donut Man (finales de febrero), para probar sus extravagantes donuts de fresa. Mientras tanto, nos quedan los helados de Mc Connell’s.

¿Hemos oiÌdo helados de Mc Connell’s? Foto: Jermaine | Unsplash.

¿Hemos oiÌdo helados de Mc Connell’s? Foto: Jermaine | Unsplash.

Noches de altura

La noche en el Downtown se empieza con una buena cerveza artesanal; por ejemplo, en Arts District brewing company, y se termina descansando en un buen hotel. The Standard Downtown, situado en la zona de moda, ostenta un estiloso rooftop y una fabulosa piscina con vistas; mientras The American Hotel, con solo 21 habitaciones, es uno de los emblemas del Art District y está rodeado de preciosos murales callejeros.  

Entre medias vemos un espectáculo en el grandioso teatro de los años veinte del Ace Hotel, cenamos en el restaurante Manuela, con un menú que celebra los ingredientes de temporada procedentes de las mejores granjas del sur de California y, finalmente, tomamos una copa en la terraza del Perch, donde los cócteles y las vistas merecen las largas colas.

Ace Hotel en el Downtown de L.A. Foto Joel Muniz Unsplash

Ace Hotel en el Downtown de L.A. Foto: Joel Muniz | Unsplash.

En bici por las colinas

Tras la caminata por el centro del día anterior, la mañana del segundo día en L.A. la afrontaremos sobre dos ruedas. Si bien el coche es el medio de transporte más usado por los angelinos, recorrerla en bicicleta es una idea estupenda; eso sí, mejor con un guía.

Todos los días a las 10 de la mañana, los chicos de Bikes and Hikes realizan un tour de dos horas y media (unos 5,6 km) desde el Greek Theatre del Griffith Park hasta el icónico observatorio homónimo, desde donde obtendremos las mejores panorámicas de Los Ángeles. Sin olvidar el momento Instagram con el cartel de Hollywood; aunque a lo lejos, pues está prohibido acercarse hasta las famosas letras gigantes, instaladas en 1923 para promocionar un proyecto inmobiliario.

Como estas 48 horas no involucran al séptimo arte, pasaremos de largo por las famosas estrellas del Paseo de la Fama o el Teatro Chino. Aunque no podremos resistirnos a dar un paseo por Rodeo Drive y soñar con la opulencia y el glamour de Beverly Hills. Eso sí, la tarjeta de crédito solo la sacaremos en Los Feliz Village, una zona situada a la sombra de Griffith Park que mezcla tiendas de segunda mano y boutiques de alta costura con librerías independientes, cafés y teatros. Para comer, nada como las hamburguesas de la cadena Umami que, en su local de Los Feliz, rinde homenaje a sus raíces angelinas. 

Griffith Park. Foto Mika Korhonen Unsplash

Griffith Park. Foto: Mika Korhonen | Unsplash.

A la playa (pero no a tomar el sol)

La vida de esta ciudad no se entiende sin sus arenales más cercanos; y es que su verano eterno se presta a andar en bañador todo el año. L.A. cuenta con 120 kilómetros de costa, con playas para todos los gustos, pero las que hay que visitar sí o sí son las conocidas como Beach Cities. En ellas se mezcla el espíritu hedonista citadino con el aire desenfadado de la vida playera.

Malibú es la meca del surf y del glamour, mientras que Santa Mónica es más clásica y para toda la familia, conocida por su histórico muelle que alberga el parque de atracciones Pacific Park y por sus competitivos partidos de vóley playa. Al atardecer hay que subirse a su famosa noria, la única del mundo que funciona con energía solar, para obtener una panorámica perfecta de la costa.

Pero si hay una playa en la ciudad a la que no se va precisamente a tomar el sol es Venice Beach. A ella se va a ver gente y, muchas veces el Paseo Frente al Mar supone un espectáculo que ensombrece al mismísimo océano. En él se suceden guitarristas en patines, vendedores ambulantes, malabaristas, músicos callejeros, musculitos, jugadores de baloncesto… Es un auténtico teatro en vivo.

Venice Beach. Foto Nathan Dumlao Unsplash

Venice Beach. Foto: Nathan Dumlao | Unsplash.

Para finalizar esta breve introducción al mundillo de L.A. hay que dejarse caer por Abbot Kinney Blvd. Localizado a unas cuantas calles de la playa de Venice, es una vibrante colección de tiendas boutiques, salones de belleza, galerías, restaurantes y bares en un ambiente bohemio y cultural sin parangón.

El primer viernes de cada mes se transforma en un aclamado festival en el que se dan cita toda clase de food trucks que celebran la multiculturalidad, el desenfado y el eclecticismo de la segunda ciudad más poblada de Estados Unidos.

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