Caminos de Ronda, una maravilla oculta en las costas catalanas

El turismo de la zona desaprovecha los senderos para potenciar el turismo desestacionalizado. Una oferta en la que combinar inolvidables paisajes con restaurantes reconocidos mundialmente.

Siempre me quedo sorprendido de la capacidad de los franceses para poner envoltorios singulares y lujosos a productos que podrían ser ordinarios. «La côte au printemps» es la marca que la agencia de turismo francesa colocó hace unos años a la propuesta de Caminos de Ronda por la Costa Mediterránea en temporada baja, la primavera. La reflexión es pertinente cuando en nuestra casa el retraso en empaquetar y vender estos productos en los periodos de menos actividad.

Hay tres enemigos principales. El primero, que buena parte del sector hotelero todavía está instalado en el modelo de exprimir sólo los meses cálidos, lo de hacer el agosto. Modelo que en algunos puntos de la costa catalana está en crisis. El segundo, es la falta de operadores de turismo activo que comercialicen en Europa estos productos y ofrezcan aquí los servicios adecuados: guía, transporte de maletas, logística alimentaria etc. El tercero es el reino de taifas que hace que cada ayuntamiento, con contadas excepciones, haga la guerra por su cuenta y cueste mucho establecer alianzas para crear y promover productos compartidos.

Un enorme potencial en casa

Dicho esto, Cataluña tiene un enorme potencial en Caminos de Ronda que, sólo centrándonos en la Costa Brava, es parcialmente explotada por autóctonos en el tramo centro y por empresas europeas en el tramo norte.

Hay un Camino de Ronda que nace en dirección norte, en Palamós, en la cala de la Fosca, pasando por la cala s’Alguer y llega hasta la cala del Castell, una de las pocas playas de arena de grandes dimensiones de la Costa Brava que queda sin urbanizar. Gracias a importantes movilizaciones que impidieron el proyecto, aunque los propietarios sacaron una indemnización multimillonaria.

Más adelante se encuentra la cala dels Canyers, el cabo de Planes, con algunos miradores impresionantes. Delante mismo del cabo, las islas Formigues, que dieron nombre a una de las batallas triunfales de la flota catalana dirigida por Roger de Llúria contra la francesa de Felipe el Atrevido. Éste, en 1285, decidió invadir Cataluña con el aval del Papa Martín IV, que dio la consideración de Cruzada por los intereses que unían Roma y Francia en Sicilia. En aquella época la crueldad no tenía límites, 300 de los vencidos fueron ahogados y más de doscientos fueron cegados y devueltos a Francia conducidos por un tuerto.

Hogar de festivales

Más arriba del escenario triunfante y violento de las Formigues, se encuentran las calas del Crit, Font Morisca y el Ternero. Y se llega a bordear el Jardín Botánico de Cap Roig – donde se hacen los festivales de verano- hasta Calella – la playa de las Havaneres-, Llafranc, que fue patria adoptiva de Tom Sharpe, y el faro de San Sebastián, donde hay un pequeño centro de interpretación de la torre y los restos de un poblado ibérico.

Por encima de acantilados espectaculares irán encontrando la cala Pedrosa, la cala de Agua Xelida hasta Tamariu. Al norte de esta playa: Aiguadolça y Agua Xelida. Lamentablemente, la permisividad constructora de la época franquista y posterior ha bloqueado algunos pasos a ras de costa que obligan al caminante a dar un rodeo por Caminos de Interior en diversos lugares antes de llegar a Aiguablava y cala Fornells. Con varias incursiones obligadas en el interior se pueden hacer otros tramos interesantes: Sa Tuna – Aiguafreda y Sa Riera – Playa del Cantó en Pals. Palafrugell y Begur, los municipios donde pertenecen estos Caminos respiran trazas de los indianos, cuando Cataluña emigraba a América, y de la industria del corcho.

Otra idea para la temporada baja

Otra propuesta donde los meses de enero, febrero y marzo se encuentran siempre grupos o parejas de turistas británicos y nórdicos practicándola es la de los Caminos de Ronda en torno al Cap de Creus. Para un autóctono que viaje en transporte público, lo mejor es llegar a Colera; y desde aquí, junto al muelle, enfilar el sendero costero que nos acercará primero a la Punta del Frare y Cala Garbet.

Se podrá caminar entre viñedos junto al mar – como el poema de Segarra musicado por Llach-. Viñedos propiedad de la familia Mateu, los dueños de Peralada y que dan lugar a un vino de territorio DO Empordà de los más cotizados. Más allá, la playa de las Azutzenes y el cabo de Ras, con restos de los bunkers que Franco construyó por miedo a la invasión aliada. Más adelante, la cala Braman, como una cacerola, la cala Canyelles donde se pone el sol y la playa de Grifeu donde el poeta Palau i Fabre se bañaba habitualmente y donde figura una placa con un poema suyo dedicado.

Turismo, también gastronómico

Se llega a Llançà, destino gastronómico importante: el Miramar -estrella Michelin-, Els Pescadors y los tradicionales Can Narra y Can Quim, entre muchos otros. El camino entre Llançà y Port de la Selva se  ha convertido en un paseo marítimo peatonal con dificultades tractoras. Por el trazado se encuentran Carboneres, Tonyines, Cau de llop y el faro de s’Aranella. La silueta del monasterio de Sant Pere de Rodes domina este paisaje. Para los más montañeros, se puede hacer la variante desde Llançà por el monasterio hasta Port de la Selva (5 horas) con vistas espectaculares desde el lugar donde, según tradición, llegaron las reliquias de san Pedro desde Roma

Continuando desde el Port de la Selva hay dos posibilidades: la vía rápida siguiendo el GR que pasa en buena parte por el interior y en 4/5 horas te sitúas en Cap de Creus. O bien hacer el recorrido por la costa y entonces no te ahorras el dormir una noche en una de las barracas de pescador que se pueden encontrar en cala Galladera o Cala Portaló. Si se sigue esta opción, más salvaje y con disposición a perderse, tendrás acceso a la costa más salvaje de todo el litoral catalán: Cala Tamariua, Fornells, Tavellera, Prona y Culip. Allí, la rehabilitación del antiguo espacio que ocupaba el Club Mediterranée ha originado un paseo plácido para observar de cerca las rocas con formas animales que inspiraron numerosos cuadros de Salvador Dalí.

Un arroz o un vermut en el bar del faro de Cap de Creus puede ser un buen final; o un buen comienzo en caso de que se continúe por el camino viejo de Cadaqués, con calas espectaculares de aguas cristalinas como la Fredosa, la Jugadora y la Buena. Nos acercamos a Port Lligat cada vez más rodeados de bancales de olivos, el preciado tesoro de los autóctonos previo al turismo y que se exportaba por mar, como el vino. Hablando de vino, las tres bodegas que lo hacen a partir de las viñas ecológicas que hay dentro del Parque Natural de Cap de Creus: Mas Estela, Mas Perafita de Martín Faixó y Mas Marés de Espelt. Han creado la marca Ceps de Cap de Creus para promover una Ruta enoturística con altos valores ambientales.

Para los más ambiciosos

Si el viajante no tuviera todavía suficiente, queda todo el trazado sur del Cap de Creus desde la cala de los Enanos, con las mejores vistas de Cadaqués. Luego se sube un collado, cerca de la ermita de San Sebastián, donde en enero se hace la romería tradicional donde todavía están vivos los batacazos, el canto improvisado. Y a continuación, y de forma progresiva, encontraremos Júncols, Cabo de Norfeu, Montjoi- la cala de El Bulli en refundación-, Almadrava y Canyelles antes de llegar a Roses.

Como ven, de Caminos de Ronda espectaculares y más o menos ordenados hay. Su aprovechamiento desde un punto de vista de turismo sostenible, responsable y desestacionalizado es todavía muy escaso.

a.
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