Caminos Rebeldes: Historia para conquistar el antiturismo

El valle de la Gavarresa ofrece la posibilidad una de las últimas tendencias del sector: el antiturismo. Historia, sí, pero también gastronomía y enoturismo y artesanía se unen en esta opción alternativa para disfrutar de Cataluña.

Una de las últimas tendencias del turismo es el antiturismo. Es decir, buscar la inmersión más profunda en una realidad desconocida y sin mistificaciones destinadas a la galería. El concepto es bastante contradictorio por dos razones: primera, porque como en los experimentos cuánticos, el observador, por más sumergido que esté, ya influye en lo observado; ya interactúa. Segunda, porque como el tema se ponga de moda, el peligro de masificación puede matar el «nuevo producto».

En todo caso, nos encontramos ante una necesidad creciente en la era del 2.0. De redescubrir lo social, las relaciones interpersonales directas, la participación en la vida cotidiana de gente diferente a nosotros para enriquecerse mutuamente. En Cataluña, con el 80% del territorio que no es de mar ni de alta montaña, casi virgen de experiencias turísticas, puede darse la paradoja de que estamos muy bien posicionados para ofrecer este turismo antiturístico.

Actividades artesanales

En cualquier caso, aunque sólo sea para atraer este público que busca visitar las fronteras desconocidas, los límites, ni que sean interiores, hay que presentar un relato sobre la gente y el territorio que lo convocan. Y una vez más, son las actividades productivas o artesanales, las formas de vivir el ocio y las festividades, las historias singulares del patrimonio inmaterial (aquél protagonizado por la gente), las que pueden ser la carta de presentación.

Como ejemplo de un territorio apto para una experiencia de este tipo les propongo el Valle de la Gavarresa, afluente del río Llobregat. Está situado en las emergentes comarcas del Moianès y, especialmente del Lluçanès; entre Osona, Berguedà y Bages. La aparición reciente de la Guía La Cataluña Rebelde, 13 rutes per la Vall de la Gavarresa demuestra la potencialidad de la zona.

Un pedazo de historia

Desde el pueblo donde nace el arroyo, Alpens, hasta donde desemboca el Llobregat, Artés, en este territorio han sucedido muchos hechos que están vinculados a aquella parte de la historia que ha configurado de forma más clara la manera de hacer y de ser de la gente de Cataluña. Cuando a Cataluña se produce el proceso de feudalización, donde los señores de la guerra convierten los agricultores en siervos, comienza una larga lucha de los sectores populares contra esta situación injusta.

Al final de la edad media están las guerras remensas, que culminan años de enfrentamientos entre campesinos sometidos y señores feudales, entre los cuales, los monasterios. La sentencia de Guadalupe facilitó que los agricultores catalanes fueran los primeros de Europa en acercarse a la libertad, y esto imprimió carácter a nuestra sociedad. La revuelta del pueblo de Santa María d’Oló contra el monasterio de l’Estany, con un románico recomendable y visitable, es un ejemplo. Precisamente en l’Estany se puede visitar una antigua obra hidráulica para desecar la laguna, prueba del proceso de modernización del campo, emprendido por los monjes.

Persecución de la brujería

La riqueza creciente del campo, sin embargo, no favoreció todos; y los nobles caídos en decadencia apoyaban partidas de bandoleros como las de Perot Rocaguinarda inmortalizado por Cervantes y alabado por el rector de Vallfogona. El personaje ha dejado huellas en Oristà, donde está la su casa natal, y en Olost donde está su Centro de interpretación, y donde celebran una fiesta anual. Era una época de contrarreforma religiosa; y en este clima de cierre religioso, la persecución de las prácticas ancestrales de curaciones naturales se extendió. Esto explica que a finales del siglo XVI y los inicios del XVII fueran una época de grandes persecuciones contra la brujería, mayoritariamente femenina. Este es el caso de los eventos de Sant Feliu Sasserra, donde se puede visitar el Centro de la Brujería; y donde cada año, el 1 de noviembre, se hace la Feria de las Brujas.

Mientras tanto, la baja demografía del país y las buenas perspectivas económicas atraían hacia Cataluña decenas de miles de occitanos – un tercio de la población catalana en el siglo XVII-, que se integraron con sus nombres, apellidos y oficios a Cataluña y también en el valle de la Gavarresa; hay varios testigos documentados en Perafita y en Sant Agustí de Lluçanès.

Conflicto con los Borbones

Una de las actividades económicas más importantes fue la trashumancia de rebaños entre los Pirineos y la llanura; y el transporte de mercancías por parte de arrieros en el mismo sentido, tal como muestran los casos de Santa Eulàlia de Puig-oriol y San Martí d’Albars. A lo largo del año se celebran varias fiestas de la trashumancia.

La Cataluña creciente chocó contra un modelo de Estado absolutista que quisieron imponer los Borbones. Por ello, no es extraño que este territorio fuera escenario de importantes hechos de armas, como el de Prats de Lluçanès, donde se ha señalizado la efeméride de la victoria contra los borbónicos en la Guerra de Sucesión (1705-14). En Prats se conservan fiestas tradicionales como Els Elois y danzas antiguas como el Contrapàs y la Trencadansa.

Las guerras civiles del s. XIX

Un siglo más tarde, en la tanda de cinco guerras civiles que asolaron el siglo XIX, el valle de la Gavarresa fue también el campo de batalla entre carlistas y liberales, entre conservadores y federales. Representaban a la vez un cuádruple conflicto: el ideológico clerical-anticlerical; el económico entre agricultura autosuficiente y economía capitalista; el social entre agricultores y ciudades, industriales y obreros; y finalmente, el nacional, con la confrontación entre Cataluña y sus fueros contra el Estado centralista. Avinyó, primero, y Alpens, después, son dos buenas muestras de grandes batallas de este periodo. En ambos pueblos hay sendos espacios dedicados a sus batallas con protagonistas como Cabrera, Tristán, Savalls o Cabrinetty. Y también dos ferias y fiestas en el mes de mayo, las únicas con temática carlista que hay en Cataluña, y de las pocas de la península.

Para finalizar, a caballo de los siglos XIX y XX hubo dos revueltas más. Por un lado, la de los rabassaires y la respuesta constructiva y cooperativista de los agricultores a sus problemas. Por otro, las revueltas obreras o populares contra los abusos de algunos industriales que al mismo tiempo ejercían de caciques en determinados pueblos. Ambos casos quedan bien ilustrados en la villa de Artés, donde la actualidad industrial no ha eclipsado su tradición vitivinícola. Se concentran los  principales bodegas de la DO Bages, uno de ellos cooperativo. Y en una de sus fábricas se filmó la versión cinematográfica de la novela de Jaume Cabré: La teranyina

Plaza para la enogastronomía

En este territorio por descubrir, la enogastronomía tiene un papel importante. El cordero del Lluçanès, el cabrito, el conejo, el cerdo real de Avinyó (del matadero Roma). Las Coques de Perafita, los quesos de Betara, multitud de elaboradores de embutidos artesanales, las mermeladas, las hierbas aromáticas, la caza, las setas y la trufa. Y siempre, con los productos de la huerta: patata del país, col y pimiento confitado en casa, garbanzos… Un mapa de establecimientos agroalimentarios del Lluçanès permite situarse. Aquí habría que añadir los establecimientos de los otros pueblos, especialmente las bodegas de Abadal, Solé Gibert, Gibert y Cooperativa de Artés; y numerosos restaurantes de cocina tradicional y renovada, como el hostal Sala d’Olost.

Finalmente, podemos encontrar buenos artesanos en la decoración de vidrio, la madera, los instrumentos de viento y miniaturas, el papel maché y las tallas en madera.

Así pues, tenemos territorio bastante incógnito, tenemos relatos potentes, tenemos buenos artesanos enogastronómicos y artísticos. ¿Qué falta? Pensar en esta demanda creciente de turismo personalizado; y saber crear paquetes y ofertas que se dirijan.

a.
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