Las gemas ocultas de Portugal que hay que descubrir cuanto antes

Pueblos, castillos, historia, fiestas populares y tradiciones. En Portugal esas recetas se combinan en pequeños pueblos que escapan al radar turístico

Lisboa vive un éxito turístico inédito, seguido por el éxito que está teniendo Oporto y que se multiplicará con la apertura del complejo temático Mundo del Vino. Pero hay muchos rincones del país vecino que están fuera del registro de las multitudes, y que valen la pena descubrir.

Tomar

El rey Alfonso Henríquez, primer monarca de Portugal, entregó en 1159 una serie de tierras en el centro del país a la Orden de los Templarios por su ayuda en la conquista frente a los musulmanes.

Tomar tuvo una importante influencia de la comunidad judía, que se refleja en su sinagoga, casas medievales y cuyo legado se puede ver en un museo local

Este fue el origen del Convento de Cristo, que a su vez creó la localidad de Tomar. No es la única huella de la orden: cerca está el Bosque de los Siete Montes, donde la leyenda dice que allí se realizaban rituales iniciáticos; y la Iglesia de Santa Maria do Olival, fundada en el siglo XII y que tiene las tumbas de diversos maestres.

Tomar. Foto: Javier Habladorcito-Flickr

Tomar. Foto: Javier Habladorcito-Flickr

Tomar acogió a los judíos expulsados de España, lo que llevó a su florecimiento comercial y cultural, como se puede ver en su sinagoga (una de las más antiguas del país) y en el Museo Luso-Hebreo Abraão Zacuto.

Este pueblo es conocido por las Fiestas de los «Tabuleiros» (bandejas) que se celebran en julio cada cuatro años, y cuyo origen está relacionado con el culto al Espíritu Santo.

Vila Viçosa

Vila Viçosa escribió algunas de las páginas más importantes de la historia de Portugal. Allí se instalaron en el siglo XV los Duques de Bragança que construyeron el Palacio Ducal, que merece una visita, sobre todo para ver sus revestimientos de mármol.

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Precisamente la industria de esta roca es explotado en 160 canteras de los alrededores, razón por la que numerosas casas, desde residencias señoriales hasta fincas sencillas, están cubiertas por la superficie pétrea, sobre todo de la variedad de color rosado.

Vila Viçosa. Foto: Vitor Oliveira-Flickr

Vila Viçosa. Foto: Vitor Oliveira-Flickr

Sus calles rodeadas de naranjos se encuentran rebosante de iglesias, como Nuestra Señora de la Concepción, del siglo XIV.

La Virgen María fue declarada patrona de Portugal en 1646, razón por la que desde ese entonces ningún monarca portó una corona en su cabeza.

Guimarães 

Rodeada de grandes murallas a Guimarães se la considera la cuna de Portugal, porque aquí nació su primer rey, Alfonso Henríquez.

Su interesante patrimonio histórico se puede ver en sus casas señoriales que presumen de balcones y pórticos de granito, las barandillas de hierro y los arcos que atraviesan sus callejuelas estrechas.

Guimaraes. Foto: Rodsil4480-Pixabay

Guimarães. Foto: Rodsil4480-Pixabay

Las casas de la nobleza competían por ver quién tenía el palacio más fastuoso, y así han quedado como testigos el de Vila Flor, el de Toural y el de Mota Prego.

A Guimarães se la considera la cuna de Portugal, porque aquí nació su primer rey

En la calle Largo de Oliveira se encuentran interesantes templos como la Iglesia y Colegiata de Nuestra Señora de Oliveira, sede del Museo Alberto Sampaio. Tras los Palacios Municipales, caracterizados por sus almenas, se llega a la Plaza de Santiago, que si antes recibía a los peregrinos ahora abre los brazos a los turistas.

Para conocer el Palacio de los Duques de Bragança y el castillo hay que estar preparado para subir las cuestas, pero al llegar a este edificio influenciado por la arquitectura señorial francesa vale la pena contemplar las vistas.

Si no se quiere realizar tanto esfuerzo, se puede subir al Monte de Penha en teleférico, que permiten capturar fantásticas panorámica en este rincón del norte del país.

Óbidos

Desde que el rey Dionisio I donó el pueblo de Óbidos a su esposa Santa Isabel, la propiedad del lugar perteneció a las reina del país, costumbre que se mantuvo hasta 1883.

Abrazada por las murallas medievales, y con un castillo levantado por los árabes en un cerro vecino, Óbidos es un fiel ejemplo de la fortaleza portuguesa que el terreno y la mano de obra convertían en inexpugnable.

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En su interior, la hermosa puerta de Santa María, decorada con azulejos del siglo XVIII, abre el paso a un pueblo de casas blancas con sus madreselvas y buganvillas violetas que cuelgan de balcones y trepan por las paredes.

OÌbidos Foto Jori Avlis

OÌbidos. Foto: Jori Avlis-Flickr

El despliegue cromático se refuerza con detalles de las casas pintados en azul o amarillo.

Entre las calles serpenteantes hay que visitar la Iglesia de Santa María, y extramuros, la Iglesia del Señor de la Piedra.

La Semana Santa se llena de gente de las comarcas que quieren presenciar su Vía Crucis, mientras que el Festival de Música Antigua en octubre es una recomendada cita cultural. En tanto, otro festival dedicado al chocolate es un imán para los más golosos.

Azeitão

Esta no es exactamente una localidad, sino un término que abarca a diversas poblaciones de la Sierra de la Arrábida, como las bonitas Vila Fresca y Vila Nogueira, que adoptaron a Azeitão como apellido.

En el caso de Vila Fresca de Azeitão se desarrolló en torno a la residencia que Juan I fundó en el siglo XV, que es más conocido como Palacio da Quinta da Bacalhoa.

Azeitão. Foto: Vitor Oliveira-Flickr

Azeitão. Foto: Vitor Oliveira-Flickr

En tanto la Vila Nogueira de Azeitão creció junto a la Quinta da Nogueira, perteneciente a la reina Constanza, esposa del monarca Pedro, del siglo XIV.

Azeitão es famoso por su vino moscatel y por sus quesos y tortas artesanales

El lugar atrajo como un imán a familias nobles y burguesas, que construyeron grandes residencias, como la Quinta das torres y el Palacio de los Duques de Aveiro, construido en estilo renacentista.

En la comarca, en la península de Setúbal, son famosos sus quesos, las tortas y los vinos de la variedad moscatel. Si se trata de probar alguno, puede ser el de las bodegas José Maria da Fonseca, la más antigua de Portugal.

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