Cómo frenar la masificación turística

Para evitar que una ciudad muera de éxito por el turismo sus autoridades recurren a diversas estrategias para regular el sector

El turismo crece a velocidades cada vez mayores. En menos de 20 años, el volumen de turistas que viajan a otros países se ha duplicado, y de los 674 millones registrados en el 2000 se ha pasado a 1.200 millones el año pasado.

Las facilidades en las comunicaciones son una de las claves: a golpe de click en minutos se pueden reservar vuelos, hoteles, excursiones y obtener toda la información que antes implicaba cargar kilos de mapas y folletos.

Otro de los factores ha sido el desplome de los precios de los viajes, sobre todo en los vuelos de bajo coste. La paradoja es que en ocasiones el taxi al aeropuerto sale más caro que el billete en avión.

Las experiencias de Venecia, Barcelona y Reykjavik sobre sus aciertos y errores sobre la gestión del turismo “son como los canarios en las minas de carbón”, compara Megan Epler Wood, director de la Iniciativa Internacional de Turismo Sostenible, en la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard.

Según recopila Skift, estas son las claves para frenar la masificación turística.

1. Limitar las opciones de transporte

El crecimiento de la clase media en Europa y sobre todo en Asia ha catapultado una legión de turistas hacia otros países. La explosión de las aerolíneas de bajo coste, así como la mayor llegada de cruceros en puertos del Mediterráneo y el Caribe (entre otros destinos) aportan cientos de miles de turistas a sitios que no cuentan con la capacidad de absorción necesaria. En el caso de Barcelona, ha pasado de 600.000 cruceristas en el 2000 a 2,7 millones el año pasado.

Por ello, una opción sería disminuir el número de cruceros autorizados para atracar. En el caso de la capital catalana, su gobierno municipal rechazó que se construya una octava terminal de atraque (actualmente hay seis). En ciudades más pequeñas como Dubrovnik, en Croacia, se decidió que su puerto no reciba más de dos cruceros simultáneamente (cuando hasta hace poco podían atracar hasta seis naves).

Ámsterdam ha prohibido que se abran más comercios para turistas en los barrios más visitados 

Por otra parte, si un aeropuerto sube sus tasas se reduce la operatividad de las aerolíneas de bajo coste. En el caso de Barcelona pueden recurrir a terminales alternativas, como Reus o Girona, pero no todos los destinos tienen aeropuertos cercanos como opción.

Otras limitaciones se pueden aplicar a los comercios: en Ámsterdam, su ayuntamiento decidió que no se podían abrir nuevos locales de productos turísticos o restaurantes en el Barrio Rojo, para que algunos distritos no sean zonas de compras exclusivas para visitantes.

2. Subir los precios

Si un país devalúa su moneda, al poco tiempo llegará un aluvión de turistas dispuestos a quemar sus tarjetas con vacaciones baratas. O se incentivará el turismo de compras en los que las tiendas liquidarán sus stocks de electrodomésticos o prendas de vestir. Así lo vivió Islandia tras la crisis de 2007 y es posible que suceda en Gran Bretaña si sigue cayendo la libra esterlina.

Una forma de disminuir la presión de turistas atraídos por precios bajos es subirlos. Claro, es un arma de doble filo: si se incrementan los precios, también lo sufre la población. Es el problema que tienen muchos barrios de Barcelona, donde los vecinos se ven obligados a marcharse porque hay propietarios que disparan sus alquileres para aprovechar la afluencia de turistas.

La devaluación de la moneda puede atraer a miles de turistas, pero sobre todo a los que buscan viajar barato 

Pero no hace falta subir los precios en todos los rubros. Los incrementos se pueden aplicar en las tasas aeroportuarias o de los puertos, o en la tasa que pagan los hoteles y los apartamentos turísticos. Estos son ingresos que llegan a las economías de las ciudades.

En el caso de Islandia, para frenar la llegada de turistas con poco dinero se reforzó la oferta de hoteles de calidad y se desincentivaron las promociones de excursiones y alojamientos económicos.

“La gente se tiene que acostumbrar a pagar más al momento de visitar sitios populares en plena temporada alta”, considera Tom Jenkins, consejero delegado de la Asociación Europea de Tour Operadores. Por ello, en sitios como Machu Picchu o las Islas Galápagos no sólo se han limitado los cupos de visitas sino que los precios para acceder se han incrementado (sobre todo para extranjeros).

3. Mejorar el marketing

A nadie le interesa ver un mar de cabezas cuando se pretende contemplar la Monalisa en el Louvre. Ni tampoco caminar abriendo paso a los codazos entre las callejuelas de Venecia. “Si las agencias prometen playas desiertas y ciudades con poca gente y los turistas se encuentran con lo contrario, es un grave problema”, sentencian los operadores consultados por Skift.

Por ello las agencias, pero también las autoridades turísticas tienen que ser más realistas con las promociones de sus destinos, y advertir de los problemas de la masificación en determinados sitios.

Las agencias deberían advertir de los problemas de la masificación de los puntos turísticos

Además deberían emprender campañas que mejoren la educación de sus clientes. Hay ciudades donde la menor presión policial convierten a las calles en tierra de nadie, como los que llegan para el turismo de borrachera en ciudades de Baleares, la Costa Dorada o la Costa Brava.

Los turistas deberían estar preparados para respetar las costumbres locales, y saber que los países con culturas distintas, como en el Sudeste Asiático, suelen haber roces y problemas con los nativos por la mala educación de los visitantes.

4. Descentralizar la demanda

La masificación ocurre cuando miles de personas quieren concurrir a un mismo sitio en un período reducido de tiempo, y la ciudad no está preparada para absorber este flujo. Una estrategia es descentralizar la demanda por dos vías: la temporal y la espacial.

La primera comprende establecer promociones del destino fuera de la temporada más atractiva. Los destinos de sol y playa no tienen por qué solo ser interesantes en el verano, ni tampoco las montañas sólo sirven para esquiar en invierno. Las ciudades que pueden presumir de patrimonios culturales como Roma, Londres, París o Nueva York se pueden permitir la promoción de este acervo en diferentes épocas del año.

La otra comprende la promoción de destinos alternativos dentro de un punto muy concurrido. Por ejemplo, el ayuntamiento de Barcelona ha emprendido campañas para promover las visitas a otros barrios de la ciudad, como Horta o Sarrià. Las autoridades de Londres buscan que los turistas salgan del eje de Westminster, así como las de Nueva York incentivan que las visitas no se centren en Manhattan y que recorran las calles de, por ejemplo, Brooklyn.

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