Descubra la cuna del enoturismo

Peñafiel es lugar de peregrinación, donde conocer las técnicas de producción y elaboración de los caldos de la Ribera del Duero. Tradición y modernidad confluyen en la mente de los visitantes... pero cuando el hambre apriete no olvide que está en Castilla.

¡Aquí se respira vino! Es lo primero que uno exclama cuando pone un pie en Peñafiel (Valladolid), no sin antes haberse sentido intimidado ante las indicaciones de las cientos de bodegas que acoge la localidad y su comarca, visita obligada para todo aquel que quiera emprender la aventura que supone la ruta de la Ribera del Duero.

La ciudad celebra los mil años del fuero entregado a la villa por el conde Sancho García, quien la reconquistó y cambió su nombre de Peña Falcón por el que actualmente conocemos tras afirmar después de la toma a los árabes que el municipio sería desde entonces «la peña más fiel de Castilla».

Basta pasear por sus calles para darse cuenta de que un milenio arriba o abajo continúa manteniendo su carácter castellano, ese mismo que hizo que en otro tiempo su término municipal albergara casi una veintena de iglesias, conventos y ermitas como fruto del fulgor religioso de sus gentes.

Insignia de Castilla

A varios kilómetros de distancia y con solo alzar la vista se puede admirar la «postal» de Peñafiel, su castillo rectangular, que conocido como el navío castellano recibe anualmente unos 140.000 visitantes. Su estado de conservación y la belleza de sus vistas compensan los poco más de tres euros que cuesta la entrada.
 

 
Las mazmorras de la fortaleza son las pudrideras: en lugar de escaleras disponían de trampilla

 
Como curiosidad, las mazmorras de esta fortaleza reciben el nombre de «pudrideras», ya que en lugar de escaleras solo disponían de trampilla, por lo que los prisioneros al ser encerrados sufrían caídas de hasta seis metros de altura para después morir de hambre y sed.

Además, las instalaciones propiedad del ayuntamiento de la localidad albergan el museo provincial del vino, lugar de peregrinación para los amantes del enoturismo en el que conocer las técnicas de producción y elaboración de los caldos de la Ribera o asistir a catas y cursos.

El vino yace bajo la montaña

Justo debajo de la ladera en la que se erige el castillo se encuentra la bodega antigua de Protos, que presume de ser la primera de la Ribera del Duero después de que en 1927 un grupo de viticultores de la comarca unieran sus esfuerzos para dar cuerpo a sus vinos.

La bodega permite recorrer durante una visita guiada parte de los dos kilómetros de galerías subterráneas que dan cabida a más de 3.500 barricas de roble en excepcionales condiciones de humedad y temperatura.

Frente a los inicios de la bodega, se encuentra su presente y su futuro, las nuevas instalaciones diseñadas por el prestigioso arquitecto británico Richard Rogers, quien también proyectó la Terminal 4 del aeropuerto de Madrid-Barajas.

Tradición y modernidad confluyen en la mente de los visitantes en el momento de la cata, al conocer que 86 años después la bodega de ese grupo de viticultores comercializa 4,5 millones de botellas de vino y cuenta con presencia en 89 países.

Para concertar la visita a la bodega es necesario reserva previa ante la alta demanda. Una forma fácil de realizar los trámites es a través del portal Turismodevino, que se encarga de la gestión y permite a los usuarios conocer mejor la oferta de la zona e incluso complementar su estancia con restaurantes o alojamientos.

Con encanto

 

 
Una visita guiada permite conocer los dos kilómetros de galerías subterráneas

 
De visita libre, la plaza del Coso es uno de los mayores reclamos de la ciudad, y méritos no le faltan. La arquitectura de los 48 edificios de adobe, madera y piedra que la forman y la peculiaridad de sus balcones hacen de ella un espacio ideal por el que pasear o tomar el aperitivo.

Concebida para albergar festejos taurinos, sus balconadas se convierten en las gradas en las que los aficionados disfrutan durante las fiestas de Nuestra Señora y San Roque, aunque si se acude fuera de estas festividades se pueden conocer más de cerca las costumbres de la villa en Cosovisión, un espacio habilitado en uno de los edificios de la plaza.

Basta con continuar con el paseo por el casco histórico del municipio para toparse con la Torre del Reloj o acercarse hasta el que fue el antiguo alcázar de Alfonso X El Sabio, la actual Iglesia y Convento de San Pablo, que acoge la capilla funeraria de los Manuel.

Cuando el hambre apriete no hay que olvidarse de que se está en Castilla. Los numerosos bares en el entorno del centro ofrecen tapas elaboradas con productos de la zona regadas con los caldos de la Ribera del Duero, todo ello sin olvidarse de la joya de la gastronomía peñafielense, el lechazo asado.

A pie de viña
 

 
Los amantes del vino conocerán la apuesta por la investigación

 
A seis kilómetros de Peñafiel se encuentra Curiel de Duero, una localidad que comparte con la anterior el protagonismo de su castillo, que en lo alto de una peña vigila los viñedos de sus campos, entre los que se encuentran los de Bodegas Comenge.

Con el objetivo de llevar el paisaje hasta sus últimas consecuencias, esta bodega basa su viticultura en el cultivo respetuoso con el medio ambiente. Por eso, quienes la visiten en primavera podrán admirar un campo de amapolas o los que tengan la suerte de vivir la vendimia probarán las uvas a pie de viña.

La visita, en grupos reducidos, permite a los amantes del vino conocer mejor la apuesta por la investigación de esta compañía que exporta entre el 50% y el 60% de su producción a países como Suiza, Holanda o Alemania.

El recorrido termina con una cata en un ambiente distendido y casi familiar en el que saborear sus caldos y algunos productos castellanos, como unos nachos de morcilla de Burgos, aunque eso sí la atención recae sobre sus vinos, cuanto menos sorprendentes.

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