Cinco propuestas alternativas para conocer Islandia

La isla recibió 1,8 millones de turistas en 2016 y ya muestra signos de agotamiento. Te ofrecemos un repóker de consejos para no sentirte en un parque temático

Que Islandia está de moda es una perogrullada. Y como todas las modas, corre el peligro de perder su esencia. El país camina hacia convertirse en un parque temático mientras las autoridades no tienen claro como regular el flujo de turistas que recibe cada año la isla. En 2016, el número de visitantes multiplicó por seis el de habitantes: 1,8 millones por sólo 300.000 personas.

Si bien disfrutar de 22 horas de sol es una experiencia única –sucede en los meses de junio y julio— los operadores recomiendan septiembre y octubre para visitar el territorio. Todavía hay bastantes horas de luz y las temperaturas son más que soportables. Además, te será más sencillo acabar en las postales que tantas veces has visto por internet.

Para huir del turista de Instagram y conseguir sentirte verdaderamente en Islandia, en Cerodosbé hemos preguntado a empleados de Icelandair, la aerolínea del país, e Islandtours para que nos recomienden aquellos lugares alejados de los grandes circuitos por los que a ellos les gusta perderse. Estas son nuestras cinco propuestas para conocer la verdadera Islandia.

5 - -- ¿Dónde alojarse?

Es de los puntos más masificados, pero Reikiavik es todavía parada obligatoria a la hora de visitar Islandia. Uno de los establecimientos con solera del país es el Hotel Borg, un boutique de cuatro estrellas de estilo Art Déco. Abierto en 1930, sus paredes han albergado algunos de los momentos más importantes de la historia del Estado. El precio por noche en habitación doble ronda los 400 euros.

Mejores vistas tiene el Hotel Marina, desde el que se puede vislumbrar el infinito del Atlántico, pues se ubica en el puerto antiguo. También muy céntrico, el precio por noche para dos es de unos 230 euros. Los usuarios destacan su terraza y su vanguardista diseño.

Para los bolsillos más modestos, la opción es el Kex Hostel, un estrambótico hostal con música en directo cada noche y hasta una peluquería. La opción hípster de la lista.

4 - -- ¿Dónde comer?

Nuestra recomendación es el Forrétta Barinn, muy cercano a los establecimientos recomendados. Para empezar, la carta está en islandés: buena señal. En este acogedor restaurante, el precio medio por comensal ronda los 30 euros y mezcla la cocina tradicional del país con técnicas y presentaciones vanguardistas.

Las especialidades: el salmón ahumado, la trucha y la sopa de langostinos. Entre las carnes, los clientes se quedan con el pato y, sobre todo, con el caballo.

3 - -- ¿Música y cine?

Los festivales son protagonistas en el otoño islandés. En ellos es habitual mezclar tradiciones del país como los baños termales con las últimas tendencias culturales.

Del 28 de septiembre al 8 de octubre se celebrará el Reikiavik International Film Festival, un certamen de cine independiente que reúne a directores de más de 40 países con especial énfasis a los creadores emergentes.

Más tarde será el Iceland Airwaves, del 1 al 5 de noviembre, donde los sonidos indies y la música electrónica se mezclan con algunas de las bandas que más fuerte pegan en el Reino Unido y la propia Islandia. 

2 - -- ¿Y la naturaleza?

La riqueza y diversidad de los paisajes es, sin duda, el gran atractivo de Islandia. Mientras la mayoría de turistas opta por no alejarse del área de influencia de Reikiavik o dar la vuelta a la isla, pocos se acercan a los Fiordos Occidentales. Al norte de la isla sobresale la localidad de Flateyri, un pueblo de apenas 180 habitantes.

La librería es una visita obligada. No obstante, la tranquilidad de la zona, anclada en el siglo XIX, es su principal argumento. Durante años progresó como pueblo de pescadores, pero la crisis económica provocó la quiebra de la mayoría de compañías. Hoy, las ballenas campan a sus anchas por las costas más cercanas a la población.

1 - -- Sí, más naturaleza

Lo sentimos, pero necesitamos más de un punto para abastar la inmensidad de Islandia –y probablemente nos quedemos cortos–. Skálanes, en el extremo este de la isla, es una reserva de 1.200 hectáreas Patrimonio de la Humanidad. En la zona se cumple a rajatabla aquello de “encontrarse en medio de la nada”.

Sólo un centro de estudios deja restos de la presencia humana en pleno mundo animal: renos, orcas y ballenas serán tus vecinos en la acantilada región. Además, el punto de investigación cuenta con un pequeño albergue para unas 30 personas, ideal para olvidarse del ajetreo de Reikiavik. La única forma de llegar, eso sí, es mediante un 4×4.

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