Bellavista: la nueva jugada del restaurante de Messi

El restaurante de la familia Messi y los hermanos Iglesias presenta una nueva carta basada en el cruce de sabores y vivencias. Y la experiencia vale la pena

Su nombre completo es Bellavista del jardín del norte, pero como si fuera un pueblo, en el ambiente se lo conoce como Bellavista o, en una tónica más popular, como “el restaurante de Messi”.

El mejor jugador de fútbol del mundo es uno de los socios de este restaurante del Eixample de Barcelona, impulsado por los hermanos Iglesias, de larga carrera en la gastronomía de la ciudad.

Un pueblo en síntesis

La concepción del Bellavista es presentarse como una síntesis de un pueblo. Un sector asemeja a una iglesia (con bancos sacros y vitrales de tiza), otro representa una barbería, aquella parte es como una tienda de discos con vinilos auténticos, y lo que se conoce como ‘el cine’ es uno de sus salones privados.

Hay un patio que parece una plaza sin niños, pero por presión vecinal solo está para ser contemplada y no usada.

Por supuesto que hay un rincón de memorabilia dedicado a su famoso dueño, en el salón Futbolín, que exhibe los botines y un balón firmado, y dos camisetas gallardas con el 10: la del FC Barcelona y la de la Selección argentina.

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Un pequeño templo de homenaje a Messi.

La renovación de los dos años

El Bellavista cumplió dos años de vida, y como si fuera una fiesta mayor, renovó su carta buscando su punto de equilibrio entre la tradición y la vanguardia. Las manos del chef Miguel Estrada (quien viene de cuatro años del Tickets) presenta un cruce de caminos gastronómicos: en el restaurante uno puede ir de salón a salón como quien cambia de aire en un pueblo.

Juan Carlos Iglesias, uno de los tres pilares del grupo gastronómico propietarios de cinco restaurantes, dijo que esta carta surge de una “tormenta perfecta”, de una situación de crisis que obligó a replantear enfoques y sabores.

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Los salones del Bellavista tienen un guiño a los rincones de un pueblo.

El acto terrorista de agosto, la crisis política tras el referéndum, los casos de turismofobia, el exceso de restaurantes y la crisis económica en muchas familias han impactado en el negocio gastronómico de la ciudad. Ante ello, y tras proclamar que “la restauración clásica está muerta”, Iglesias presentó la nueva apuesta del Bellavista.

Cruce de sabores

Las porciones son de un tamaño correcto pero sin embargo se invita a compartir, porque la idea es alternar sabores y orígenes. Por ello hemos probado las esencias de los mares con las navajas con jugo de setas y miso, los mejillones en escabeche de pollo (no es un error) y la elegante ostra lulo (tipo de cítrico) tropical.

Las memorias del campo y el huerto pasaron con la airbaguette con paletilla ibérica Joselito (ideal para quien tenga ganas de romper algo si está estresado), el tartine de ternera ahumada, y la stracciatella con tomates confitados y pan de aceite.

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Pulpo a la brasa con salsa ajada.

En los platos mayores, se repite el intercambio de paisajes y sabores: del pequeño brioche de curry con cordero a la milanesa se pasa a la contundente costilla de ternera lacada con papillote de manzana (donde ni hace falta el cuchillo para cortarla); mientras que desde el Mediterráneo y el Atlántico llegan el tartar de atún y pescado blanco con algas, y el pulpo a la brasa con salsa ajada.

Para cerrar, la síntesis del pueblo mediterráneo se expresa con el arroz cremoso con confit de pato y crema de foie.

De postre, la pera nashi impregnada en pisco de hibicus juega con la sofisticación frente al tradicional coulant de dulce de leche, para recordar que hay un argentino famoso detrás (aunque sea como inversor) detrás del Bellavista.

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