El Trapío: la apuesta por la cocina de toda la vida

El restaurante El Trapío, ubicado en una antigua casa modernista de Sarrià, es un viaje a los sabores tradicionales en un ambiente que recuerda a un hogar

“No buscamos una cocina de autor. Queremos que los clientes disfruten”. Así sintetiza Armando Aso, uno de los propietarios de El Trapío, la filosofía de este local que ya lleva 45 años de vida. Es, por donde se lo mire, la representación de un restaurante de toda la vida.

Sus inicios se remontan a 1975, cuando Juan Sagnier abrió un local en Las Ramblas inspirado en la filosofía taurina. De ahí viene El Trapío, como se le denomina a la estampa de gallardía de los toros.

Respeto por las tradiciones

Pero de esa idea inicial casi no hay rastros. El restaurante se trasladó al poco tiempo al barrio de Sarrià, y fue adaptándose a los tiempos pero con un respeto por las tradiciones y sin olvidar sus raíces.

El Trapío se encuentra en una antigua casa modernista de Sarrià. Foto: JP Chuet

El Trapío se encuentra en una antigua casa modernista de Sarrià. Foto: JP Chuet 

La fachada del restaurante El Trapío está catalogada como Patrimonio arquitectónico de Cataluña

Todo lo que le rodea está cargado de historia: el local se encuentra en una casa modernista de 1880, donde varios detalles de su decoración recuerdan a esas casas centenarias donde pasaron varias generaciones. Su fachada está catalogada como Patrimonio arquitectónico de Cataluña, apunta Aso.

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Su personal hace años que trabaja con ellos: el chef Vicente Espinoso comenzó como fregaplatos hace 30 años y fue ascendiendo hasta estar a cargo de los fogones. Hay camareros que llevan una década en el servicio. Y sus propietarios, Aso y su esposa Thaïs Bufill, sobrina de Sagnier, han estado al frente del restaurante durante casi toda su existencia.

La terraza es un imán durante la primavera y el verano. Foto JP Chuet

La terraza es un imán durante la primavera y el verano. Foto JP Chuet

Cocina mediterránea

Este respeto por las raíces se ve en su carta. Basada en la cocina mediterránea, tienen un respeto a rajatabla por la calidad. Por ejemplo, para comprar los cortes vacunos eligen a una carnicería de Bilbao que les provee productos estacionados más de un mes, para que logre un punto de ternura difícil de encontrar.

A pesar de tener capacidad para más comensales, sus propietarios se niegan a extender el servicio para no perder calidad

El Trapío tiene una capacidad de 80 a 100 personas en sus dos salones principales, con un privado para 10 comensales muy luminoso y una terraza con un estanque de plantas acuáticas que a la que llegue la primavera comenzará a ser un imán para las tardes y noches.

Crema de cigalas con ceps confitados. Foto JP Chuet

Crema de cigalas con ceps confitados. Foto JP Chuet

El local podría atender a 160 comensales, pero Aso y Bufill se niegan: más clientes significaría perder la calidad en la atención que buscan, personalizada y cercana, en donde no hay presiones a los clientes para que desocupen la mesa.

Los clásicos de siempre

Aunque su carta se cambia dos veces al año, hay platos que a pedido de los habitués permanecen como si fueran los grandes éxitos de un grupo musical.

Algunos de estos clásicos los pudimos probar y comprobamos por qué piden mantenerlos. Uno de ellos es la espectacular crema de cigalas con ceps confitados, un equilibrio de sabores suaves muy acertado.

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Los huevos fritos Trapío con patatas paja y gambas al ajillo o virutas de jamón son otro de estos inalterables de la carta, así como el tataki de atún rojo con mermelada de tomate y guacamole, y el entrecot de vaca madurado a la parrilla con patatas suecas al horno.

Tartar de atún con tomate y aguacate. Foto JP Chuet

Tartar de atún con tomate y aguacate. Foto JP Chuet

En la degustación también pudimos comprobar la calidad del tartar de atún con tomate y aguacate, las croquetas caseras de jamón ibérico y de postres del tentador carrito, la tarta Tatín con helado de vainilla y la clásica de Santiago con jerez.

Opciones para comer y probar

Hay una opción interesante de degustación de sabores que es el Noches de picoteo (39 euros) con varias tapas para compartir como la citada crema de cigalas, la tostadita de steak tartar de solomillo, las croquetas de pescado y marisco, el calabacín relleno de mousse de pato, los huevos rotos con gulas al ajillo, los calamarcitos rellenos a la marinera y la brocheta de solomillo con salsa café de parís; además de los postre.

Tataki de atún rojo con mermelada de tomate y guacamole Foto JP Chuet  7

Tataki de atún rojo con mermelada de tomate y guacamole Foto JP Chuet 

Si se llega un fin de semana al mediodía, se sugiere algún entrante como la burrata con tomate de temporada o el carpaccio de gambas, alguna de las sopas de pescado, y elegir entre los arroces (como el de gambas y almejas o el timbal de arroz bomba con espárragos trigueros y setas) o los pescados como el tronco o suprema de merluza de palangre a la donostiarra o la brocheta de rape y langostinos con rissoto de champiñones y gambas.

Y se prefiere la carne, además del entrecot, brillan el costillar de cabrito al perfume de romero con parmentier de jamón ibérico y el rabo de buey estofado con verduras torneadas; quizás uno de los pocos recuerdos de la concepción taurina que El Trapío tuvo cuando abrió sus puertas hace más de cuatro décadas.

Entrecot de vaca madurado a la parrilla con patatas suecas al horno. Foto JP Chuet

Entrecot de vaca madurado a la parrilla con patatas suecas al horno. Foto JP Chuet

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