Este es el turismo que queremos los restaurantes

El chef y propietario de Piazze d’Italia critica el descuido de la cocina catalana y llama la atención sobre el problema de desatender al turismo de calidad

Vaya donde vaya, oigo hablar del turismo de Barcelona. ¿Por qué me parece bien que se hable de él y se cuestione el modelo? Porque estoy convencido de que las crisis de identidad y las dificultades son para mejorar, si se aprovecha la oportunidad.

En este maremágnum de opiniones, permítanme que aporte cuatro sugerencias. Mi aval son los 25 años al frente del Restaurante Piazze d’Italia, siempre en el mismo local de l’Esquerra de l’Eixample, barrio en donde cuento también con los restaurantes Margherita y Vivo.

  1. No estamos cuidando la cocina catalana. Los turistas llegan a Barcelona y difícilmente encuentran un menú catalán en los restaurantes. Todo menos cocina catalana. Grave error. El núcleo central de la Barcelona turística debería ser, insisto y lo digo bien alto, la cocina catalana. Ha de ser nuestro sello. ¡Tiene tela que lo tenga que decir yo, que soy italiano!
     
  2. La globalización es una trampa. Nos hemos convertido en especialistas de la mezcla: en Barcelona el turista pide la carta y se encuentra con pasta, risotto, tataki, tiramisú… ¡Nada de la tierra! Eso a la larga no define la identidad de Barcelona en relación con otros destinos turísticos del planeta. En Londres hay restaurantes indios, paquistaníes y mexicanos, de acuerdo, pero la diferencia está en que aquí cualquier restaurante sirve de todo.
     
  3. No estamos cuidando al turismo de calidad. La ciudad debería tener propuestas culturales porque la cultura arrastra un público de un nivel económico superior, que ahora mismo nos interesa especialmente. Mejor nos iría a los restaurantes si llegara un público que sería más exigente, sí, pero con mayor capacidad adquisitiva. Moraleja: hay que ponerse las pilas si queremos que escojan Barcelona antes que otra ciudad.
     
  4. Cuidemos al turista norteamericano. No hablo ahora de capacidad adquisitiva sino de nivel gastronómico. Los turistas estadounidenses que llegan a nuestra ciudad son conocedores de la gastronomía. Han leído y preguntan por la trufa blanca, por el aceite de oliva virgen extra…Dejémonos de etiquetas que los identifican con la hamburguesa y la Coca-Cola. Cierto que mi percepción puede deberse a que estoy en un restaurante italiano y en ciudades como Nueva York los restaurantes italianos juegan en la primera división (¿han oído hablar del omnipresente Mario Batali?).

Creo que en estos días de batalla sobre el modelo turístico, hay que hacer propuestas valientes, arriesgadas. No para destruir nada sino para construir en positivo. La cocina, a fin de cuentas, se genera en cada plato. ¿Por qué no hacer que de Barcelona se hable en todo el mundo por su calidad en la oferta y por su autenticidad?

a.
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