¿Y si lo más moderno es ir comer a una vieja bodega?

La calidad y la tradición en Ca la Paqui van de la mano de las últimas tendencias en cuanto a gastronomía urbana

Vuelve el vermú y vuelve la afición por la cocina artesana sin artificios. En realidad, ni una ni otra se fueron del todo, pero es ahora cuando los cazadores de nuevas sensaciones gastronómicas vuelven la vista a los barrios en busca de locales capaces de transmitir, además, las sensaciones más preciadas: la autenticidad y la sorpresa.

Quedan ya muy pocas bodegas de barrio como esta, con barriles añejos y espacios humildes pero sobresalientes en su buen hacer. En Barcelona llegó a haber 500 de estos locales no hace ni 10 años. Hoy se cuentan con los dedos de una mano. Uno de los que resiste es el Celler Ca La Paqui, al que acude gente de toda la ciudad para vivir experiencias organolépticas casi olvidadas a causa de los vermuts envasados y servidos en vaso de plástico acompañados de anchoas de vaya a saber que latas.

Una antigua bodega de barrio, de las de toda la vida, puede ser la mejor opción para desayunar, brunchear, tapear, picar, comer y cenar

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De las que ya no quedan

Celler Ca la Paqui una taberna fusión en el Clot, frente al ayuntamiento de Sant Martí, en uno de los barrios de pueblo y con vida propia más encantadores de Barcelona. Una zona que parece vivir de espaldas a la gran ciudad del Eixample, aunque está cercano a la Torre Agbar, moderno símbolo de la urbe y a la inacabable plaza de las Glòries con sus arquitecturas monumentales de autor como son los Encants, el Museo del Diseño, el Teatro Nacional y el Auditori, más lo que vendrá. 

Ca la Paqui, Barcelona. Foto: Ferran Albiol.

Ca la Paqui, en Barcelona. Foto: Ferran Albiol.

Y cómo es ella

La escenografía de Ca la Paqui es rica en los aromas de antigua bodega de barrio, de las de toda la vida, como dan fe sus barriles en lo alto, de los que aún manan vinos al detall, su nevera con frontal de portillos de madera y asideras retro, jamones colgados, embutidos premium, tapas y pinchos exclusivos. Todos comparten riqueza cromática y visual en un mostrador de los de antes, sobre baldosas artesonadas, rodeados de vinos y cavas de calidades tentadoras, tramoyas que ocultan paredes, mesas con taburetes que amplían sorprendentemente el espacio y un sinfín de recortes de prensa e imágenes en las que aparecen inmortalizados, como clientes, presidentes y alcaldes.

Finaliza esta incompleta síntesis de ambiente una curiosa maqueta artesana del local de Ca La Paqui a la que no le falta detalle, muestra de fidelidad de un parroquiano agradecido.

Parroquianos y personas de otros barrios de Barcelona -y también turistas de los que se informan a conciencia- acuden religiosamente a Ca la Paqui

Fauna y flora locales

Es un local pequeño pero que se engrandece sorprendentemente cuando a sus clientes all’antiqua, que los tiene, se les une la gente más moderna que viene de todos los distritos de la ciudad que han oído en algún lado que aquí se sirven las mejores anchoas artesanales de Barcelona, pero también turistas curiosos, de los que se informan y buscan perlas en cualquier laberinto urbano.

Ca la Paqui. InfografiÌa Jordi CatalaÌ€.

InfografiÌa Jordi CatalaÌ€.

Entre todos destaca sin duda una versión siglo XXI de parroquianos que no para de crecer, los autodenominados Boca’s (por los crustáceos), gente joven y sibarita del buen comer y del mejor beber que han hecho suya la casa de Paqui y Juan, los mismos que en 1983 tomaron las riendas de este pequeño espacio y lo han traído al 2020 intacto.  

Un nivel gastronómico que engancha

A su inigualable vermut de elaboración propia se le añade un amplio mosaico de gastronomía ligera (y no tan ligera) andaluza y catalana compuesto de pinchos, tapas, platillos y platos para desayunos de ‘tenedor y cuchara’ para brunchear, tapear, picar, comer y cenar como plazca.

A la marca de la casa y eterna bandera, las anchoas y los boquerones, preparados pacientemente a mano por sus propietarios cada semana, como nadie más ya hace en ninguna gran ciudad, se le suma una pléyade de propuestas gastronómicas artesanales y de alta calidad como su exclusivo salmorejo cordobés (receta original, sin pimiento), pinchos, calamares, tortilla de patatas al estilo Juan, patatas de Olot, habitas con gulas y huevos estrellados, un inigualable mollete, las gildas (supergilda), molletes de pringá, huevos estrellados, bacalao con judías, carrilleras, gambas, caracolillos, los embutidos más ibéricos, los quesos más curados y muchas exquisiteces más que casan con el vermut, vinos del Penedès, Rioja, Ribera, Montsant, Toro o Priorat, Cava, las Voll, las Estrella y la Ratafía más olotenca.

interior Ca la Paqui.

No te dejes engañar: en un espacio minúsculo cabe una ingente cantidad de delicias.  

Cocina de simbiosis, cocina de mestizajes, Andalucía y Cataluña, pa amb tomàquet de mercado, (el del Clot está a la vera) y pan regado generosamente con el aceite más exclusivo de la Cooperativa de Baena. 

Los causantes

Y la pátina, la marca de la casa: la Paqui -una referencia en El Clot- y  Juan, los mismos que en 1983 tomaron las riendas de este pequeño espacio y lo transportaron hasta 2020, sin restar un ápice de esencia y personalidad, pero consiguiendo adaptar la tradición hasta erigirla en modernidad.

Son el alma y la personalidad del local y derrochan calor, amabilidad, eficacia y cariño, como bien apuntan grandes profesionales como el chef Raül Balam, con dos estrellas Michelin (Moments, Hotel Mandarin,) que han pasado por la casa.

La Paqui. Foto: Silvia Brenes

Ella es la auténtica, la Paqui. Foto: Silvia Brenes.

Más, en tan pocos metros cuadrados, no se le puede pedir a un local al que vale la pena ir alguna vez en esta vida, -quizás para engancharse, aviso-, pero siempre para vivir una experiencia sensorial inolvidable. !Ah! al tocar la campana del cubito de las propinas (garantía de volver) uno se queda siempre con la sensación de inmejorable relación calidad precio.

a.
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