Leipzig, de anodina ciudad soviética a lugar de moda en Europa

A una hora de tren de la capital germana, la antigua urbe de la RDA se ha convertido en uno de los puntos más modernos e interesantes de Alemania. La ciudad recuerda cada vez más al Berlín alternativo de principios de los 90

Ahora que Alemania celebra los 25 años de su reunificación y Liepzig sus mil años de existencia, la ciudad resurge con más intensidad que nunca. Primero, por la magnífica restauración de su centro histórico, de las calles que rodean las antiguas iglesias de Santo Tomás y San Nicolás, y también los modernos edificios de la Ópera y la Gewandhaus. Y, segundo, por la revitalización de dos decadentes barrios obreros que ahora son los más codiciados por el ambiente más hípster: Plagwitz y Lindenau.

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Arte en viejas fábricas

En sus antiguos recintos industriales se han instalado cientos de artistas y creadores, atraídos por su dura atmósfera y excelentes precios. Aquí está Spinnerei, la mayor fábrica de algodón de Europa en el siglo XX, nada menos que diez hectáreas de almacenes de ladrillo enlazados hasta por tren, que actualmente alojan talleres, galerías, estudios, lofts, y hasta un restaurante, una pensión de diseño y un pequeño cine en el que se puede comprar una butaca de por vida.

Algo similar sucede en Westwerk, situado en una antigua central eléctrica, y en Tapetenwerk, que fue una fábrica textil en tiempos de la RDA, hoy vibrantes centros culturales. Por las tardes y noches, toda esta gente anima la ciudad, desplazándose hasta los extravagantes bares de la Karl-Heine Strasse y adyacentes a escuchar buena música, a los modernísimos cafés de la Rudolph-Sack Strasse, o a los restaurantes –principalmente vegetarianos– de la Zschochersche Strasse y de la Georg-Schwarz Strasse. Unos ocupan viejos talleres de repuestos; algunos, las trastiendas de comercios decimonónicos, y otros, centenarios teatros de marionetas… Hoy en Leipzig todo es posible.

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Direcciones imprescindibles

Hotel Fregehaus: Habitaciones increíbles en un edificio restaurado del siglo XVI en pleno centro histórico.

Hotel Westin: Un mastodonte de cemento, muy bien situado, con enormes suites y vistas panorámicas sobre la ciudad.

Meisterzimmer: Habitaciones geniales en cuatro lofts de Spinnerei.

Chinabrenner: Auténtica cocina china de Sichuan que se degusta en enormes mesas giratorias en una antigua fundición.    

Auerbachs Keller: El restaurante histórico por excelencia, fundado en 1438, y que Goethe menciona en varias de sus obras.

Datos prácticos: Desde España, sólo Barcelona cuenta con vuelos directos (Vueling). Pero se puede llegar en avión desde Munich, Frankfurt o Düsseldorf, o coger un tren desde la Hauptbahnhof de Berlín que sólo tarda en llegar una hora. Oficina de Turismo: www.leipzig.travel

Nuestra pista: No se pierda un paseo por el Canal Karl-Heine, que serpentea los antiguos barrios obreros, a bordo del MS Weltfrieden, un antiguo barco-escuela. 

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a.
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