Las leyendas de Las Ramblas

En su kilómetro y medio abundan los hechos curiosos que conforman la identidad de Las Ramblas

Aunque Las Ramblas, como paseo, tengan menos de 500 años de vida, su trazado comparte la bimilenaria historia de Barcelona. Y en él abundan las leyendas, las curiosidades y las historias extrañas. Estas son algunas de ellas.

Festejar en Canaletas. El nombre proviene de unos riachuelos que se bifurcaban de la riera original que descendía desde la sierra de Collserola. Allí se encuentra la fuente diseñada por Pere Falqués a finales del siglo XIX, que es el punto donde los seguidores del FC Barcelona festejan los éxitos blaugranas. El origen de la tradición proviene de los inicios del siglo XX, cuando los diarios colgaban los resultados de los partidos en una pizarra que se ubicaba en este lugar. Es una fuente pequeña, con una réplica en el barrio de Horta Los turistas que llegan no quedan muy contentos, pues por alguna razón se ubica entre los diez sitios turísticos más decepcionantes del mundo.

Pagar por sentarse. En la parte superior de Las Ramblas, desde mediados del siglo XIX y hasta la llegada del 2000, el Ayuntamiento otorgaba concesiones para instalar sillas. En un principio eran sencillas sillas de paja y luego fueron reemplazadas por modelos de hierro, que eran usados por la alta burguesía que había tomado a Las Ramblas como su paseo favorito tras su urbanización. Las sillas solían quitarse por las noches, pero en ocasiones la empresa concesionaria no pudo evitar que se usaran como elementos arrojadizos en manifestaciones o como armazón de barricadas. En la década de los 80 las sillas ya eran un coto de las clases populares, y los turistas que querían descansar su humanidad se sorprendían que luego les pidieran 50 pesetas por usarlas. El Ayuntamiento, cerca de la llegada del nuevo siglo, consideró que eran una molestia y dejó de renovar la concesión a Casa Gay, que ofrecía el servicio desde 1947. El 20 de agosto del 2000 fue el último día que hubo que pagar por sentarse.

Sillas alquiler

La hora oficial. La parte superior del teatro Poliorama exhibe un reloj en una estructura modernista. Aquí se encontraba la Academia de las Ciencias y las Artes y este reloj es el que marcaba la hora oficial en toda España. Hasta la llegada del ferrocarril, poco importaba cuál era la hora exacta. El tiempo se regulaba por las ‘nonas’, las campanadas de la iglesia que marcaban las horas canónicas. Pero la llegada del ferrocarril, en 1848, obligó a regular los horarios, porque si en Barcelona eran las 12.00 era posible que en Girona hubiera una diferencia de 20 minutos, o de 15 minutos con Tarragona. Para evitar conflictos, desde 1891 se estableció que este reloj sería el que regulara los horarios de la ciudad, una función que quedó anacrónica con la llegada de los relojes de pulsera.

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Sin venta de animales. Para algunos era una crueldad, para otros era una tradición que debía persistir. Durante siglos Las Ramblas acogieron una docena de puestos que vendían aves cantoras, tortugas, perros, gatos y hasta hurones. La mayor conciencia ecológica de la ciudad y sus autoridades cambió la normativa para que los propietarios de varios kioscos unificaran su oferta en un único puesto, pero las dificultades planteadas obligaron a cesar la actividad. Los partidarios de mantenerla recuerdan que desde la Edad Media se vendían animales en la zona, cuando a las murallas que luego fueron Las Ramblas se acercaban los campesinos a ofrecer sus gallos, gallinas, patos, terneros y toda clase de animales para el consumo doméstico.

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La casa de los paraguas. En el tramo central de Las Ramblas un dragón sobresale entre varias sombrillas y paraguas de estética china. Esta es la casa Bruno Cuadros, y su estética modernista es uno de los motivos más fotografiados de la ciudad. Antes era una famosa bacadalería y la leyenda cuenta que su propietario logró comprar el solar y levantar el edificio porque trabajaba en la Fábrica de Moneda de Barcelona y se tragaba una moneda de oro al día.

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