Los cinco restaurantes más sorprendentes de Tokio

Tradicionales, kitsch o elegantes. Quien pretenda descubrir lo más interesante de la capital japonesa no debe perderse estos restaurantes

Tokio tiene varias facetas: una rígida tradición convive con una modernidad que se acerca a la ciencia ficción. Mientras que algunos japoneses se desviven por la elegancia de restaurantes que parecen extraídos de Nueva York o Paris, otros prefieren la estridencia multicolor de la cultura animé.
Aquí presentamos cinco restaurantes tan distintos como llamativos, cinco caras de la variada cultura gastronómica y cultural nipona.

 

5 Hapineko -- Para amantes de los gatos

Japón se considera un país que se desvive por los gatos. Su mirada enigmática y andar silencioso maravilla a los nipones. En todo el país se ha puesto de moda los ‘cat cafés’, que son locales donde se puede tomar un té mientras se juega o lee con un pequeño felino en el regazo.
En el Hapineko, en el barrio de Shibuya, hay 16 gatos de toda clase de razas: americanos de pelo corto, persas, ruso azul, siamés o escoces, entre otros. El comensal puede pagar 13 euros por pasar una hora con los mininos elegidos y tomar un café o un té (sea de naranja, jazmín, menta, durazno, y un largo etcétera) con un pastel pequeño, ya incluidos en la tarifa.

4 Kawaii Monster Café -- El Tokio más bizarro

El artista Sebastian Masuda es el creador del Kawaii Monster Café un restaurante que presenta las tendencias más extrañas y kitsch de la capital japonesa.
Las camareras (llamadas Baby, Dolly, Candy, Nasty y Crazy) se presentan como muñecas futuristas, con pelucas de colores y maquillaje como para pintar una aldea. El ambiente se divide en varias áreas: el Mel-Tea Room (para tomar el té entre macarrones gigantes y paredes con crema de pastel), el bar Experiment (decorado como si se estuviera dentro de una medusa), el Milk Stand (con biberones y cabezas de unicornios y conejos inflables), la discoteca Mushroom (para bailar bajo un techo de setas) y el empalagoso carrusel de Sweets Go Round, que simula ser un gran pastel derretido.
La comida, como la pasta de colores o la ensalada dulce, es tan recargada en aspecto y sabor como la decoración. 

3 Robot Restaurant -- Solo para frikis

Tecnología, luces parpadeantes, trajes de metal falso, colores estridentes, música a todo volumen. Una mezcla entre el carnaval carioca y animé japonés, con lucha de robots incluida, es lo que propone el Robot Restaurant. No es para todo el mundo, hay quienes quedan decepcionados o no terminan de comprender tanta parafernalia. Pero más de uno debería quitarse la curiosidad y conocer esta cara alternativa de Tokio, aunque eso sí, no es barato: 80 euros por persona.
La especialidad gastronómica es el Robot Gozen Bento, una degustación de 13 típicos tentempiés japoneses. 

2 Gonpachi Nishi-Azabu -- Saludos a Tarantino

¿Recuerdan la escena de Kill Bill en que Uma Thurman despacha a una incontable cantidad de japoneses enmascarados en un restaurante? Pues ese sitio no era decorado de cartón piedra, es el famoso restaurante Gonpachi, un prestigioso establecimiento gastronómico ambientado en una antigua residencia japonesa, que también fue elegido por el ex primer ministro Junichiro Koizumi para llevar a comer a George W. Bush cuando visitó Japón en 2002.
Recién reinaugurado, el Gonpachi presenta un menú que fusiona la tradicional gastronomía japonesa con preparaciones de vanguardia, como los pinchos de carnes a las brasas, las ostras frescas, y el sushi con nori (algas).

1 Sky Lounge Stellar Garden -- Para disfrutar de las alturas

Tokio, como Nueva York o Hong Kong, es una ciudad para disfrutar tanto a nivel del suelo como desde las alturas. En ese bosque de rascacielos hay que buscar un buen sitio para contemplar la metrópoli en su extensión, y uno de ellos es el restaurante Sky Lounge, que se encuentra en el piso 33 del hotel Prince Park.
Se sugiere llegar a media tarde, capturar un sitio junto con los ventanales, y contemplar el atardecer en la capital nipona mientras se saborea un tradicional té con pastel, y luego se pasa a un cóctel o un vino, que si no hay viento fuerte, se puede degustar en la terraza exterior. 

a.
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