Los valles del Sahara que parecen de otro mundo

Más allá de las dunas de arena, en la región egipcia del Sahara hay áreas llenas de vegetación, otras con rocas de forma surrealistas y colinas de cristales

Quizás falten décadas para que un turista ponga un pie en la Luna, pero ya puede empezar a familiarizarse con la estética selenita con los extraños paisajes de la región egipcia del Sahara, donde parece que un pintor surrealista se encargó de diseñar valles, montañas y lagos.

Entre cuatro y cinco horas al suroeste de El Cairo se encuentran las depresiones de Bahariya y Farafra, que a pesar de su soledad y sordidez son un festival para los amantes de la geología.

El desierto blanco

Farafra, además de ser el nombre de un pueblo es una extensa región apenas poblada por beduinos. A 45 kilómetros de este núcleo urbano, en que las caravanas de turistas se dota de provisiones y agua, se encuentra el fabuloso Desierto Blanco, donde la roca cretácica le ha provisto una coloración nívea como si estuviera espolvoreada de talco.

Solo las 4x4 de los guías locales pueden recorrer el Desierto Blanco. Foto Turismo de Egipto

Solo las 4×4 de los guías locales pueden recorrer el Desierto Blanco. Foto Turismo de Egipto

[Para leer más: Así es el museo egipcio digno de los grandes faraones]

Los guías locales, a bordo de 4×4 que resisten a la dureza del clima y a los años, transitan por huellas apenas visibles para enseñar diversas rocas de formas caprichosas, que según el grado de imaginación, pueden ser setas, árboles, submarinos emergentes, olas del mar, elefantes o dedos apuntando al cielo.

Rocas para liberar la imaginación

El viento fue el escultor durante 30 millones de años de estas rocas, que por lo general se presentan de color crema. Pero según pasan las horas y el sol cambia de ángulo las formaciones pasan de un blanco intenso del mediodía a un marrón dorado hacia el atardecer.

Las formaciones rocosas del Desierto Blanco van cambiando de color conforme el sol cambia de ángulo

El atardecer es uno de los espectáculos más fascinantes. Foto: Fabian Kron-Flicrk

El atardecer es uno de los espectáculos más fascinantes. Foto: Fabian Kron-Flicrk

Aquí no se ve un asentamiento humano en muchos kilómetros a la redonda, ya que la región fue catalogada como Protectorado Natural por el gobierno egipcio en el 2002. Pero sí se permiten campamentos turísticos organizados por los guías beduinos, donde la experiencia de pasar una noche se compensa con uno de los mejores cielos nocturnos que se pueden contemplar. Los amantes de la fotografía tienen una oportunidad única para retratar a la Vía Láctea en todo su esplendor.

En el oasis

Los oasis no son como en las historietas, con un par de palmeras y un poco de vegetación. A dos horas al noreste de Farafra está Bahariya, que en árabe significa ‘el mar del norte’, y que es uno de los más grandes de Egipto.

[Para leer más: El Sahara es un engaño]

Se trata de otra depresión, en este caso de 2.000 kilómetros cuadrados (el triple de la ciudad de Madrid), rodeada de montañas y de un gran número de fuentes termales a 40 grados como la de Ain Bishmu, muy populares entre egipcios y visitantes por sus propiedades terapéuticas.

Zorros en desierto. Foto: Stttijn-Flickr

Zorros en el desierto. Foto: Stttijn-Flickr

La mayor necrópolis del Antiguo Egipto

El lugar ya estaba habitado antes de la era de los faraones, y desde el Antiguo Egipto el lugar era un famoso productor de vino, así como de dátiles, aceitunas y mangos. En las cercanías se encuentran numerosas tumbas de tiempos milenarios, como las del Valle de las Momias Doradas, una necrópolis que data de la invasión romana al valle.

De hecho es el camposanto más grande del país, que se despliega por una extensión de 35 kilómetros cuadrados, y en donde se han encontrado más de 250 momias.

El desierto negro

Si Farafra tiene su desierto blanco, la región de Bahariya le compite con un insólito Desierto Negro. La continua erosión de los vientos han dejado al descubierto un material conocido como dolerita, generada hace millones de años por la actividad volcánica. Cuando sopla un poco de viento, millones de finas partículas oscuras se levantan en el aire y crean una delgada cortina oscura.

Atardecer en las montañas negras y el oasis de Bahariya. Foto Wikipedia

Atardecer en las montañas negras y el oasis de Bahariya. Foto Wikipedia

Las partículas de dolerita tapizan al desierto de una pátina oscura

Allí hay una gigantesca meseta, la Montaña Inglesa, llamada así porque fue usada por un regimiento británica en la Primera Guerra Mundial para evitar la invasión del oasis desde Libia.

Este es el punto más alto de este desierto, y junto a una ruinas en su cima es posible ver cómo la mancha verde, que se extiende hasta 30 kilómetros, desaparece de golpe para dar lugar a un paisaje de arenas monocromáticas.

Las caprichosas formas pétreas del Desierto Blanco. Foto: Walidhassanein - Flickr

Las caprichosas formas pétreas del Desierto Blanco. Foto: Walidhassanein – Flickr

Claro que hay vida en el desierto

Pero por los alrededores también hay otras sorpresas como la Montaña de Cristal, una gigantesca formación rocosa con estalactita de cuarzo y pirita que descienden de sus caras externas. Sin embargo algunos expertos apuntan que se trata de cristales de baritina y calcita

Si uno cree que estos desiertos carecen de vida, se equivoca. Sin contar a los beduinos y sus camellos, si hay suerte se pueden ver algunos fenecos o zorros del desierto, carneros y gacelas egipcias. Como se ve, el desierto puede ser una caja de sorpresas.

a.
Ahora en portada