Marolles: el barrio de Bruselas que nunca descansa

De ser un barrio de marginales, luego obrero, Marolles es famoso por su mercado de pulgas, su vibrante vida gastronómica y los paisajes de arte urbano

Siglos atrás, en la Edad Media, las murallas que rodeaban a Bruselas daban un giro abrupto y dejaban afuera de la protección medieval al núcleo que luego sería conocido como Marolles. Su fama de tierra de nadie fue cambiando con las generaciones, y tras un resurgimiento como enclave obrero, actualmente es uno de los sitios de moda en la capital belga.

El origen de Marolles

En el siglo XVII las hermanas de la congregación de las Maricoles crearon un hospicio para atender a prostitutas y mujeres sin recursos, donde para recaudar fondos abrieron un mercadillo de ropa de segunda mano.

El mercadillo de Marolles despliega un colorido y entusiasmo como no hay igual cada domingo

Estas monjas no solo dieron nombre al barrio (Marolles es una deformación del nombre de su congregación), sino también de una actividad comercial que sigue hasta estos días, con el único mercado que abre todos los días.

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Cada domingo abre un popular mercadillo. Foto Visit Bruselas

El mercadillo más famoso

Los domingos son los días en que las calles de este barrio viven en efervescencia. El mercado de Marolles, sobre la Place du Jeu de Balle, se caracteriza por la gran cantidad de puestos de ventas de antigüedades, desde verdaderas maravillas para anticuarios hasta baratijas, pasando por prendas de vestir de estética retro, juguete pasados de moda y libros usados.

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Esta pasión por el coleccionismo y la búsqueda de oportunidades se extiende por su calle más importante, la Rue Haute, donde al lado de los comercios de anticuarios se han instalado tiendas de diseñadores, cafeterías de productos orgánicos y restaurantes que presumen de vanguardismo.

dimanche quartier marolles place poelaert Foto Visit Bruselas

El ascensor de la Place Poelaert. Foto Visit Bruselas

El pasado obrero

El edificio del Palacio de Justicia, un mastodonte de 26.000 metros cuadrados, es uno de los puntos de entrada en el barrio.

Para edificarlo se tiraron abajo 3.000 viviendas de familias obreras, pequeñas construcciones de las que aún sobreviven algunos ejemplares. Entre estas calles todavía hay vecinos que hablan el brusseleir, un dialecto autóctono de Bruselas que deriva del brabante holandés con palabras francesas, e incluso con términos españoles de los tiempos en que los Hasburgo dominaban a los Países Bajos.

La vibrante vida de este barrio se puede ver desde el ascensor de la plaza Poelaert, uno de los más populares de Bruselas, donde un ascensor de vidrio permite tener acceder al corazón de Marolles.

Casas obreras de Marolles Foto Dave Collier Flickr

Casas obreras de Marolles. Foto Dave Collier-Flickr

Arte en cada rincón

Bruselas es una de las mecas mundiales del cómic, cuna de personajes de fama mundial como Los Pitufos o Tin Tin. Muchos de ellos están retratados en grandes murales, como los de la Rue des Capucins, el de la Rue de Pieremans, en la esquina de la Rue Notre Dame de Gráces o a un lado de la plaza que acoge el mercadillo.

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Arte urbano en las calles de Marolles. Foto Visit Bruselas

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Pero además de estas gigantescas pinturas en las calles del barrio hay una constante renovación de arte urbano. Algunas de las creaciones homenajean a Pieter Bruegel el Viejo, uno de los maestros del arte flamenco más célebres del siglo XVI, quien tenía un taller en la Rue Haute 132. ¿Dónde? Pues en el popular barrio de Marolles.

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