Noruega: fiordo, carretera y manta (y miradores)

Recorremos los grandes paisajes noruegos siguiendo una escénica ruta salpicada de vanguardistas miradores que conquistan los corazones de los viajeros

La complicada geografía, la inmensidad del paisaje y la sensación de soledad hacen de los viajes por carretera en Noruega toda una aventura. Para facilitar la visita a este catálogo de naturaleza-espectáculo el país ha ideado unas rutas panorámicas adornadas con esculturales miradores firmados por innovadores estudios de arquitectura.

Las rutas panorámicas se han agrupado bajo la marca Nasjonale Turistveger, una web que ayuda a decidirse por alguna de estas experiencias viajeras que transitan por impresionantes curvas, puentes y puentes que salvan barrancos, acantilados y fiordos, y que buscan conquistar los corazones de quienes solo conocen el país desde la cubierta de un crucero.

Para hacerlas todas se necesitan muchas horas (mejor dicho, meses) al volante, así que no queda otro remedio que elegir una ruta, llenar el depósito y ¡carretera y manta!

Con estos espectaculares miradores, Noruega se propone atraer hacia el interior a los viajeros que solo la conocen desde la cubierta de un crucero.

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Recorriendo el Sognefjord

La ruta elegida para este artículo empieza y termina en Bergen y recorre el Sognefjord, el fiordo más popular entre los cruceristas que encuentran en Flåm un puerto seguro donde desembarcar para explorar la zona.

Bergen desde el mirador de Fløyen. Foto José María de Pablo.
Bergen desde el mirador de Fløyen. Foto José María de Pablo.

Para conocer Nærøyfjorden, el brazo más espectacular del Sognefjord, hay que olvidarse de todo vehículo que no sea uno de los modernos botes, bautizados como Vision y Future, una flota ecofriendly que está marcando la pauta al resto de experiencias sobre las aguas del fiordo, tanto en tecnología como en diseño.

En Gudvangen podemos visitar un poblado vikingo que recrea el estilo de vida

Sólo a bordo de estos botes es posible atravesar el paso más estrecho de este laberinto de montañas y brazos de mar, que en su punto más angosto no supera los 250 metros de ancho.

El viaje por las aguas termina dos horas y media después en el poblado vikingo de Gudvangen, una atracción turística con habitaciones, restaurante y tienda de souvenirs atendida por los descendientes morales de los verdaderos vikingos.

Las personas que atienden a los turistas viven y trabajan orgullosamente de la misma guisa que lo hacían sus antepasados.

Poblado vikingo de Gudvangen. Foto José María de Pablo.
Poblado vikingo de Gudvangen. Foto José María de Pablo.

Stegastein: acero y cristal sobre el fiordo

Entre estos dos polos turísticos encontramos en el fiordo dos núcleos de población: Undredal, una isla de paz con embarcadero donde ver pasar las horas y los barcos por el fiordo; y Aurlandsvangen, que hace las veces de capital económica de la zona, de donde parte la carretera de montaña que nos conduce al moderno mirador de Stegastein.

Siete curvas cerradas después habremos llegado a la plataforma flotante hecha de madera, acero y cristal que suma 30 metros de altura sobre los pinos que pueblan la ladera, a una altitud de 650 metros.

La opción más rápida –y no menos interesante- pasa por descender hasta el nivel del fiordo y adentrarse en el túnel de Lærdal, que con sus 24 km de longitud ostenta el honor de ser la carretera subterránea más larga del mundo, superando por 8 km al de San Gotardo de Suiza.

Con la finalidad de combatir el tedio, cada 20 minutos de conducción la gruta se ensancha y cambia la iluminación simple por una más colorida, creando zonas donde los conductores pueden parar a descansar o estirar las piernas bajo en el corazón de las montañas.

Uno de los escultóricos miradores es el de Stegastein. Foto José María de Pablo.
Uno de los escultóricos miradores es el de Stegastein. Foto José María de Pablo.

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Iglesias de madera

Al otro lado del túnel, en Borgund, nos espera una de las 28 iglesias de madera que han pervivido entre las más de 2.000 que se estima había en Noruega desde que se levantaron en la Edad Media.

La iglesia de madera de Borgund, construida con troncos de árboles talados en el invierno del años 1180, está considerada como el mejor ejemplo de esta arquitectura medieval en la que se mezcla la iconografía pagana de la religión mítica de los vikingos con la nueva fe introducida en el siglo X.

Dragones y animales mágicos dignos de las series mitológicas de moda se mezclan con la iconografía cristiana tanto en el interior como en el exterior, creando una atmósfera cálida y de recogimiento gracias a la madera y a la escasa luz que logra penetrar.

Iglesia de Borgund. Foto Therese Ruud | Norwegian Scenic Routes.
Iglesia de Borgund. Foto Therese Ruud | Norwegian Scenic Routes.

Un centro de glaciares

Para hacerse una idea de los escenarios en los que vivían estos primeros vikingos cristianos continuamos la ruta en dirección a Tindevegen, otra de las rutas escénicas (en este caso con peaje) que une las poblaciones de Ovre Ardal y Skojolden, un espectáculo natural que solo se puede disfrutar cuando ha empezado el deshielo, ya que la que carretera de montaña queda cerrada con la llegada del invierno.

Skojolden es un pequeño pueblo a orillas del fiordo que se ha convertido en un centro de turismo activo, puesto que desde él se pueden alcanzar fácilmente parajes donde practicar senderismo o meterse en el fiordo a practicar con el remo, ya sea en canoa o sobre una tabla de stand up paddle.

Sin duda, la aventura más grande que se puede vivir en Sognefjord es visitar el Parque Nacional Jostdalsbreen, el glaciar más extenso de Europa continental.

Para visitarlo hay que desplazarse hasta Fjaerland, el brazo del fiordo donde también se ubica el innovador Norwegian Glacier Centre, un centro de interpretación donde profundizar más sobre este ecosistema en peligro de desaparecer.

Norwegian Glacier Museum. Foto Innovation Norway.
Norwegian Glacier Museum. Foto Innovation Norway.

Si no se tienen ganas de correr riesgo ninguno, se viaja en invierno o no se dispone de tiempo hay que recordar que algunas de las lenguas del glaciar quedan a la vista caminando solo unos metros desde la carretera 5, en dirección a Skei.

La ciudad de los libros

No se debe abandonar este fiordo sin pasar por la Ciudad noruega de los libros, una aldea próxima a Norwegian Glacier Centre llamada Mundal que ostenta el honor de contar con 10 librerías de viejo distribuidas a lo largo de la carretera, algunas de ellas ocupando graneros o edificios administrativos en desuso.

Millones de tomos descatalogados escritos en todos los idiomas del mundo salen de este fiordo con destino a cualquier lugar del mundo del mismo modo que llegan nuevos procedentes de donaciones.

Mundal, Ciudad de los Libros. Foto José María de Pablo.
Mundal, Ciudad de los Libros. Foto José María de Pablo.

De vuelta en Bergen

Es tiempo de terminar este viaje por carretera, y qué mejor manera que hacerlo en Bergen, la segunda ciudad más poblada de Noruega y centro turístico de primer orden tanto por ser la puerta de acceso a los fiordos como por Bryggen, el barrio medieval declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Evitamos el lado más turístico de Bergen paseando por los barrios de NordnesFjellsiden

Bryggen fue levantado en el siglo XIV por los alemanes de la Liga Hanseática, una federación de comerciantes que controló el tráfico de mercancías en el Báltico y el Mar del Norte durante siglos.

Aunque todo el complejo histórico fue pasto de las llamas durante la II Guerra Mundial, fue reconstruido siguiendo el mismo estilo y técnica que no se percibe apenas diferencias con el original.

Bergen vista desde Bryggen. Foto José María de Pablo.
Bergen vista desde Bryggen. Foto José María de Pablo.

Para huir del lado más turístico de Bergen se recomienda abandonar la zona portuaria, donde se celebra todos los días el popular mercado de pescado, y pasear por los pintorescos barrios de Nordnes y Fjellsiden.

Las vistas sobre el fiordo desde ambos son espectaculares, especialmente desde el moderno mirador de Fløyen, al que sube en un tren de cremallera.

La hora ideal para subir a Fløyen es el atardecer, cuando los cielos nos regalan un espectáculo gratuito que va cambiando cada segundo.

Si no hace frío ni es noche cerrada es recomendable bajar la montaña caminando a través del bosque convertido en parque público y aprovechar la hora azul para pasear por las románticas callejuelas que encontraremos a nuestro paso hasta llegar de nuevo al nivel del mar. 

Atardecer en Bergen. Foto José María de Pablo.
Atardecer en Bergen. Foto José María de Pablo.

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