Nueva Inglaterra: la inspiración de Herman Melville

En esta región de la costa noreste de los Estados Unidos, colonial y ballenera, Melville se inspiró para escribir 'Moby Dick'

La novela Moby Dick la escribió Herman Melville tierra adentro. Algunos de los escenarios que aparecen en el libro, sin embargo, están inspirados en Nueva Inglaterra, en la costa noreste de los Estados Unidos. Moby Dick es una novela y un cuaderno de viaje.

Herman Melville nació en Nueva York en 1819. Se mudó tantas veces como cambió de trabajo. Sin ese movimiento, sin esa inquietud, no hubiera recolectado el material que convertía en libros cuando estaba quieto.

Melville transformó la industria ballenera en novela, y la llamó ‘Moby Dick’

Nueva Inglaterra, ese rincón estadounidense en la costa noreste, le supo a poco y se lanzó al mar. Tres años estuvo navegando como tripulante en varios barcos. Durante ese tiempo desembarcó en las islas Marquesas, donde pasó un mes con los nativos, en Tahití y Hawái. De vuelta, entre 1846 y 1849, sus peripecias náuticas las convirtió en novelas: Typee, Omoo, Mardi, Redburn y White-Jacket.

Nantucket. Foto Getty Images

Nantucket. Foto: Getty Images.

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La industria ballenera hecha novela

El clic para contar cómo funcionaba la industria ballenera, negocio al que se dedicaban las gentes de New Bedford y de la isla de Nantucket, le asaltó en su casa de campo de Berkshire.

Desde la ventana de su escritorio, en la segunda planta de la vivienda, Herman Melville imaginó, en lugar del pico nevado de Greylock que destacaba sobre el resto de montañas, una gran ballena blanca. Aquel leviatán se convirtió en Moby Dick, una novela que dedicó a un vecino de aquella casa de Arrowhead, el también novelista Nathaniel Hawthorne.

New Bedford

Moby Dick fue una novela que no se entendió y un cuaderno de viaje de lugares a los que daban a parar tipos sin rumbo. Uno de esos sitios es New Bedford, que no fue una ciudad cualquiera.

Había calles manchadas de grasa y sangre, calles por las que transitaban hombres sin planes y jóvenes de adineradas familias procedentes de Vermont y New Hampshire a la espera de poder enrolarse en un barco que les llevase a la aventura y les propiciase gloria.

New Bedford. Foto Felipe HernaÌndez

New Bedford. Foto: Felipe HernaÌndez.

Ir a cazar cachalotes era un viaje azaroso y largo. Se capturaban porque en el interior de sus cráneos hay una sustancia llamada espermaceti, un aceite ceroso con el que fabricaban velas.

Un aceite que, transformado en combustible, se exportó e iluminó al mundo. Unos pocos hicieron fortuna, los propietarios de las casas patricias y ajardinadas que hay alejadas de los muelles.

A los ricos no les hacía falta ir los domingos antes de embarcar a la capilla del cruce de las calles Johnny Cake Hill y Bethel. En su interior hay una proa de barco por púlpito y unos cenotafios, lápidas de mármol ribeteadas de negro, incrustadas en la pared, todas con frías inscripciones que hacen referencia al muerto y al accidente que le costó la vida.

A pie de puerto, hoy podemos recuperar fuerzas en The Black Whale Be gracias a especialidades (y grandes raciones) de marisco y pescado, como sus enormes almejas que, como las vieiras, se fríen.

The Black Whale Be. Foto Felipe HernaÌndez.

The Black Whale Be. Foto: Felipe HernaÌndez.

Isla de Nantucket

El Pequod, el ballenero que navega tras el leviatán en Moby Dick, lo hace zarpar Herman Melville desde la isla de Nantucket. Un codo de arena a 50 kilómetros de Cape Cod, iluminado por tres faros, en el que habitan unas 15.000 personas en la actualidad. Sus primeros pobladores, la tribu de los Wampanoag, la bautizaron como Nantocke, “La Tierra del Más Allá”. Nombre elocuente, como también lo es la Dama Gris, apodo que hace referencia a la niebla que siempre envuelve a la isla.

Herman Melville visitó Nantucket un año después de escribir Moby Dick (1951). Por aquel entonces la isla estaba en transición, de centro ballenero a uno vacacional de lujo gracias a las bondades del sitio: tranquilidad, exclusividad, playas de conchas y su gastronomía.

Es posible que Melville fuera el primer turista de Nantucket. En la actualidad esta isla es el lugar de vacaciones de personalidades como los Obama, Bill Gates y Meryl Streep.

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Isla de Nantucket. Foto Felipe HernaÌndez.

Isla de Nantucket. Foto: Felipe HernaÌndez.

La actividad social y comercial tiene lugar en el pequeño centro urbano de Nantucket. El sitio es coqueto, empedrado y salpicado de encantadoras tiendas y galerías de arte. No faltan restaurantes en los que sirven la especialidad de la zona: rollos de langosta, una sopa espesa llamada clam chowder, hecha con nata, patatas, vieras y almejas y muchos más platos con presencia de otros crustáceos, moluscos y pescados. También encontraremos coquetos y lujosos hoteles como el White Elephant Nantucket.

La novela del mar que se escribió en tierra firme

Diseminados en los alrededores de este centro urbano se encuentra el patrimonio histórico del legado de la industria ballenera, que funcionó desde 1712 hasta mediados del siglo XIX. El Museo de los Balleneros ocupa una antigua fábrica de velas, las mismas que se fabricaron con el espermaceti del cráneo de los cachalotes.

Una visita curiosa, al margen del mundo ballenero, es la que se puede hacer al pequeño observatorio de Maria Mitchell, la primera mujer astrónomo profesional estadounidense.

En el mar, en la isla de Nantucket, en New Bedford y en Arrowhead, su casa de campo de Bershire, Herman Melville fue feliz. Felicidad que se truncó cuando tuvo que volver a Nueva York y dejar de escribir -no le alcanzaba con sus novelas para vivir- para trabajar como inspector en la Casa de Aduanas.

Arowhead. Foto Felipe HernaÌndez

Arowhead. Foto: Felipe HernaÌndez.

Aquel rutinario trabajo, al que le dedicó veinte años de su vida y que no le gustaba, le proporcionó material para escribir Bartleby, el escribiente. Una historia de Wall Street (hay nueva edición publicada por Penguin Clásicos, con prólogo de Enrique Vila-Matas). Murió en Nueva York en 1891, en lugar de a bordo de un barco en el océano.

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