Papeete, la capital más exótica del mundo

Su nombre significa ‘Cesta de Agua’ y es la puerta de entrada a los cinco archipiélagos que componen la Polinesia Francesa

Papeete es la capital de las 118 islas que forman el bello archipiélago de Tahití y sus Islas. Con un total de 4.167 km2 esparcidos por la mar, es casi tan grande como Europa. Es también corazón del hedonismo de la Polinesia Francesa, centro gubernamental, puerto, y universidad.

Todo, siendo una ciudad pequeña y alegre de 27.000 habitantes, estratégicamente situada en la isla más grande de la Polinesia francesa, Tahití Nui, a cuyo amparo se agrega el pequeño apéndice Tahití Iti. Ambas pertenecen al Archipiélago de la Sociedad, las “Islas del Viento”.

[Para leer más: Islas Cook: el paraíso existe y está a 17.000 kilómetros]

Con Tahití flirtearon exploradores del siglo XVIII como Bouganville, Wallis y Cook, quien la bautizó como “Jardín del Edén”.

Cook regresó al paraíso para estudiar el tránsito de Venus, en cuyo honor se bautizó el Faro de Punta Venus en la hermosa bahía de Matavai que tiene una de las playas de arena volcánica más bonitas de Tahití.

PanoraÌmica de la BahiÌa de Matavai, Papeete. Foto Manena Munar.

PanoraÌmica de la bahiÌa de Matavai, Papeete. Foto: Manena Munar.

El capitán William Bligh estaba obsesionado por la fruta del pan, como bien nos lo muestra en Rebelión a bordo un Marlon Brandon en su plenitud que, metido en la piel de Bligh, destina el poco agua del “Bounty” a la supervivencia del fruto, anteponiéndola a la de la tripulación.  

Robert Louis Stevenson pasó también por las islas. Y Paul Gauguin, que compartió con el mundo los colores de las islas y la belleza de sus mujeres. Aunque el Museo de Gauguin en Papeete ha cerrado, el Restaurant du Musée Gauguin es un lugar idóneo donde probar la auténtica gastronomía tahitiana a la orilla del mar.

Papeete, viva y sorprendente

Instalados en el exótico y cómodo Sofitel Tahití Maeva Beach con vistas a la isla de Moorea, llega la hora de conocer Papeete. El Museo de Tahití y sus Islas es un ineludible para comprender la historia de la ciudad.

Entre embarcaciones de madera, quijadas de ballenas, gráficos y coloridos murales, discurren los años y los motivos que la formaron. También sus primeros asentamientos y las visitas de la lejana Europa que, enamorada del archipiélago, no dudó en enviar navegantes atraídos por su belleza -y por su riqueza también-.

Museo de TahitiÌ y sus Islas. Foto Manena Munar.

Museo de TahitiÌ y sus Islas. Foto: Manena Munar.

Papeete es el pulmón económico de la Polinesia Francesa gracias a su puerto y a las empresas y comercios que han ido creciendo desde que la Reina Pomare IV se trasladase a la ciudad en 1820 y la declarase capital de las islas.

Rastros coloniales

Hoy es una ciudad vital que respira con el ritmo de los tiempos. De día el trasiego portuario, el mercado, la belleza de la flora que irrumpe el asfalto le hace agradable y sencilla. Al atardecer, siempre hay algún acontecimiento cultural al que acudir, mientras que la oscuridad envuelve a Papeete en el bullicio de los clubes y los personajes nocturnos que deambulan por la ciudad buscando complicidad.

Buscamos los rastros coloniales por las afueras de la ciudad. Un bello ejemplo es el Ayuntamiento del pueblecito de Arue a pocos km de Papeete, con techos tallados y un frondoso jardín tropical. También resquicio del pasado es el entrañable ‘Le Truck’, un autobús de madera pintado en blanco y ribeteada en rojo que recorre las calles de Papeete que nos regala, siempre, alguna anécdota de la vida de su vecino de banco.

Ni un diÌa sin flores. Foto Manena Munar.

Ni un diÌa sin flores en Tahití. Foto: Manena Munar.

Un mercado que sí

Más que famoso es el Marché o mercado, idóneo para empaparse de la vida polinesia en muchos de sus componentes. En sus 7.000 m2 en dos plantas y entre vegetales autóctonos, peces de colores, cestas, pareos y flores se pulsa el latir de la ciudad, mientras se escucha el francés salpicado con palabras tahitianas, llenas de vocales y de música que les hacen sonar dulces y sinuosas.

Allí se aspiran las fragancias de la flor nacional tiare, del jazmín y del ylang-ylang. Allí los vendedores de flores componen las diademas y los bouquets más hermosos que lucirán las mujeres.

Porque no hay niña ni mujer, joven o mayor, que salga a la calle sin hibiscos en el cabello, sin una corona de tiare o un sombrero de paja adornado con un bouquet. Poco importa que al anochecer estén marchitas. El perfume y el colorido de las flores que las han acompañado durante la jornada es motivo más que suficiente para esforzarse en realzar las bellezas de frentes anchas y rostros ovalados como los pintó Gauguin.

Le Marché de Papeete es una de las atracciones más antiguas de la Isla. Foto Manena Munar

Le Marché de Papeete es una de las atracciones más antiguas de la Isla. Foto: Manena Munar.

Vainilla, perlas y tatuajes

En el mercado se vende la especia mimada de Polinesia, la vainilla, en vaina, en hojas de té, en café o en aceite. El 80% de la vainilla de Polinesia procede de la isla de Tahaa, también en el archipiélago de la Sociedad.

También se comercia con el jugo del “noni” que todo lo cura. Las famosas tallas de madera llenan las estanterías, y en el primer piso están los expertos que dominan el arte del legendario tatuaje polinesio basado en figuras geométricas relacionadas con sus dioses tikis, o con la naturaleza.

También hay que visitar tiendas como Tahití Pearl Market donde se vende la famosa perla negra,  que en realidad tiene tonalidades berenjena, grisáceo, verde y negruzco ni el Museo de la Perla de Robert Wan.

 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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La Plaza de Jacques Chirac, la Catedral de la Inmaculada Concepción y el Parque Bouganville son otras de las paradas del paseo, que podemos (y debemos) endulzar con una parada en la legendaria Pâtisserie D. Hilaire.

Las Roulottes de noche

Si el Marché es el centro social de Papeete durante el día, las roulottes protagonizan la noche. Cerca del puerto, entre montañas volcánicas, fantasmagóricas al anochecer, está la Plaza de Vaiete. Allí se congregan estos restaurantes ambulantes de gastronomía variopinta: nativa, china, francesa, dulce o salada.

Para saciar la sed ofrecen zumos tropicales y la deliciosa cerveza Hinano. Además es un buen lugar para comprar los pareos más llamativos y conocer a los artistas que los diseñan. Pero también para observar el ir y venir de los barcos, desde los cargueros de copra, hasta los cruceros y los yates mientras picamos algo de roulotte en roulotte.

Roulottes en Papeete. Foto Manena Munar.

Roulottes en Papeete. Foto: Manena Munar.

Bailar el ‘tamure’ al ritmo de las olas

El festival de Heiva que se celebra a finales del mes de julio es un recorrido por las coordenadas vitales del alma polinesia. El tahitiano sabe disfrutar de la vida: flores, música, danza y rica gastronomía son testigos.

Durante esos días se podrá saborear el exquisito carpaccio de pescado con salsa de limón, o el mahi –mahi (pescado típico) a la vainilla, pero también acudir al ritual del banquete Tamara’a que saldrá calentito del horno escarbado en la tierra. El Ahima’ a cocinará a fuego lento las carnes, pescados y vegetales envueltos en hojas de banana y colocados sobre la piedra.

La más sensual de las danzas, Tamure, competirá con su derivado moderno Kaina. Hombres y mujeres adornados con hojas y flores se moverán al ritmo de las olas y al son de guitarras, ukeleles y tambores. Papeete se llenará de música y color y al final de la noche La Plaza de Vaiete se convertirá en un tamure sin tregua bajo la luz estelar de la Cruz del Sur.

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