Portofino: una escapada a la costa italiana más chic

Codearnos con celebrities, comprar en las boutiques más exclusivas y disfrutar de sus encantos marineros: la 'dolce vita' era esto

Desde 1935, en Portofino, en la región italiana de Liguria, no se ha construido nada nuevo; en esta ensenada confinada entre el Parque Regional de Portofino y los Golfos de Tigullio y Paradiso no cabe nada más. Ni falta que hace: este exclusivo rincón costero lo tiene todo para la escapada más glamurosa del verano.

Y es que, lo que a primera vista parece un recoleto pueblo pesquero, está rodeado de lujosas mansiones escondidas en los montes y habitadas por un círculo de tycoons, entre otros la familia de Costa Cruceros, Dolce Gabanna o el mismo Silvio Berlusconi, que tiene alquilado un palacete de película.  

Truman Capote, asiduo a Portofino, se encontró allí con Paul Bowles y Tennesse Williams

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Fuente de inspiración

Desde que allá por el s. XVIII, el cirujano y escritor escocés Tobías Smollett le presentara a los británicos la región de Liguria en sus ‘Cuadernos de viaje por Francia e Italia’, fascinado por su esplendorosa naturaleza unida a su legendaria cultura y tradiciones, Portofino ha sido fuente de inspiración para muchos, como Guy de Maupassant, Friedrich Nietzsche o D.H. Lawrence.

Cada vista y rincón de Portofino nos regala una postal. Foto: Manena Munar.
Cada vista y rincón de Portofino nos regala una postal. Foto: Manena Munar.

Tiempo después Portofino llegó a ser el lugar de encuentro de la dolce vita italiana que se trasladó desde Roma durante los años 50 y 60.

Visitantes como el Duque de Windsor y su esposa Wallis Simpson; las explosivas Sofía Loren y Brigitte Bardot; Liz Taylor y Richard Burton (y las jugosas anécdotas de sus amores y desamores); Ava Gardner, entonces casada con Frank Sinatra; la familia real monegasca; o Stan Laurel y Oliver Hardy, ‘el gordo y el flaco’, se convirtieron en visitantes asiduos de la villa marinera.

La realeza de Mónaco fue asidua al puerto de Liguria. En galerías y  exposiciones de Portofino se muestran fotografías que testifican su estancia

La dolce vita era esto

No sorprende que la costa de Liguria, antigua Vía Aurelia, se convirtiera en un lugar privilegiado. Su clima benigno, la exuberancia de su flora y el encanto de sus pueblos atrajeron al poder, a la aristocracia, políticos, estrellas y artistas, escritores y bohemios…

Románticos palacetes y mansiones de millonarios se esconden entre los montes de Portofino. Foto: Manena Munar.
Románticos palacetes y mansiones de millonarios se esconden entre los montes de Portofino. Foto: Manena Munar.

Hoy el llamado Puerto de los Delfines, denominación romana que derivó en su nombre actual, es un lugar muy especial donde se combina el encanto de un pueblo marinero con tiendas de marcas famosas y un ambiente elitista.

A las fachadas, pintadas en tonos cálidos, les matizan sus ventanales con ropa vecinal colgada, salpicando los toldos que llevan la firma de Gucci, Ballantyne, Rolex (patrocinador de la regata Portofino Rolex Trophy), Panerai y Tourbillon, Tender, Giorgio Armani, Dior, Louis Vuitton o Paul & Shark, Ermenildo Zegna y Salvatore Ferragamo, entre otros. 

Ubicado al sureste de Génova, muy cerca de Santa Margarita de Liguria y Rapallo y no lejos de la Cinque Terre, Portofino es una pequeña localidad de 500 habitantes, dividida en dos zonas: la del puerto, dedicada exclusivamente al turismo, y el pueblo propiamente dicho en los alto de la colina -Portofino Vetta-.

La cantidad de boutiques de lujo testifica el nivel adquisitivo de los visitantes de Portofino. Foto Manena Munar.
La cantidad de boutiques de lujo testifica el nivel adquisitivo de los visitantes de Portofino. Foto: Manena Munar.

En la colina también se sitúa lo que en el pasado fue un monasterio franciscano y que en 1.985 pasó a ser el Hotel Splendido de Belmond, uno de los reductos de esa dolce vita donde aún se siguen dando cita famosos como Madonna que cerró el hotel para una fiesta privada.

Sorteado por arbustos de lavanda y árboles centenarios, el Splendido es ideal para alojarse, pero también para subir al atardecer y entregarse a un buen masaje en la frescura del jardín, tomarse un coctel Tintoretto o Mimosa y degustar las exquisiteces mediterráneas de su restaurante centrado en pastas, pescados o mariscos. 

Otra alternativa es el Restaurante Chuflay, dentro del Splendido Mare, un grato apéndice del gran Splendido con 16 habitaciones, la mayoría con vistas a la piazzetta de Portofino a orillas del puerto.

 

El Hotel Splendido, Portofino. 

Desde allí se ve la animación de la villa en primera fila y se puede subir en dos pasos al Castillo Brown que suele tener exposiciones interesantes y al faro Punta del Capo, que goza de vistas impresionantes.

No hay que perderse tampoco las iglesias de San Jorge y San Martín, esta última pintada a rayas grises y amarillas, rasgo típico de las iglesias ligures. Un último apunte: el oratorio gótico de Santa María Assunta.

Vistas de la piazzetta

Desde la piazzetta se observa el movimiento de las barcas de pescadores mientras se escucha el repique de las campanas y se adivina algún que otro famoso que frecuenta la isla, de Beyoncé a Rod Stewart, Salma Hayek, Michael Douglas o Leonardo Di Caprio.

Terrazas de la piazzeta al anochecer. Foto: Manena Munar.
Terrazas y restaurantes de la piazzeta al anochecer. Foto: Manena Munar.

Una buena idea es hacerlo sentados en una de sus terrazas, disfrutando de un Aperol o Martini, quizás en la del Delfino, en los bajos del apartamento que Truman Capote alquilaba en la localidad y donde escribió parte de su musical ‘Casa de Flores’.

A la playa con estilo

Para aprovechar el mar se puede pasar el día en la playa di Paraggi o embarcarse a bordo de un mini-crucero, navegando por el Golfo de Tigullio con destino a Portovenere, en el Golfo de los Poetas.

Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, fue bautizado así en 1919 por el comediógrafo Sem Benelli, dada la afluencia de poetas que encontraron en este bello lugar su musa de inspiración, desde Dante Alighieri a representantes del romanticismo como Lord Byron, el matrimonio de Percy y María Shelley, George Sand o Marguerite Duras, por ejemplo. 

Durante la navegación se contemplan las casas marineras que parecen emerger  del mar, tal es su cercanía con el agua, pero también la zona montañosa de los Apeninos Ligures que guarecen el Golfo de Tigullio, también llamado de Marconi, ya que allí el científico experimentó con su radiofónico invento.

Santa Margherite Ligure. Foto: Manena Munar.
Santa Margherite Ligure. Foto: Manena Munar.

De vuelta no estaría de más acerarse a la bahía de de San Fructuoso en Camogli, a la que solo se puede llegar por mar.

Su abadía en honor al santo homónimo ocupa casi toda su playa y sus fondos marinos albergan el Cristo del Abismo, escultura de bronce de casi tres metros que se alza sobre un pedestal de 5 m, a 15 de profundidad. El cristo materializó el proyecto de Duilio Marcante en recuerdo de su amigo Darío Gonzatti, uno de los pioneros del buceo y que murió en los fondos de la bahía durante un accidente.

Las marcas que pueblan las tiendas de Portofino hacen honor a su fama de destino de lujo

Hora de la cena

De regreso en Portofino y antes de ir a cenar a alguno de los restaurantes de la Piazza Martiri dell´Olivetta o la piazzetta, no hay que perderse la puesta de sol desde la bahía de Cannon.

Portofino. Foto: Manena Munar.
Tobías Smollet popularizó Portofino en sus ‘Cuadernos de viaje por Francia e Italia’Foto: Manena Munar.

Al anochecer, las trattorias se llenan de gente que degusta las especialidades marineras de la zona como la salseta Portofino típica de Liguria con tomate, verdura y pesto, o los raviolis de bacalao

Muchos caminan con estilosas bolsas en la mano, tras hacer su soñada y exclusiva compra.

La cantidad de tiendas de marcas afamadas para un pueblo tan pequeño es algo insólito, prueba del poder adquisitivo de aquellos que pueblan las colinas o van de visita al bellíssimo Portofino.

a.
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