Seis imprescindibles de Quito, la ciudad que toca el cielo

Quito se abre al mundo mostrando tesoros históricos, culturales, gastronómicos y naturales. Esto es lo que no puedes perderte cuando la visites

Enclavada entre volcanes y con el casco antiguo más grande y mejor preservado de Sudamérica, Quito es una de las urbes más irresistibles del continente. Se mueve entre edificios e iglesias monumentales, barrios que destilan creatividad y modernidad y un espectacular paisaje natural con los Andes como telón de fondo.

Si aún no tienes la suerte de conocerla te dejamos seis claves (aunque habría muchas más) para que te enamores de la primera ciudad nombrada Patrimonio Cultural de la Humanidad (junto con la polaca Cracovia), en 1978.

La Plaza Grande es el mejor lugar para tomar el pulso a esta fascinante urbe

Quito, Ecuador. Foto Getty Images

Quito se eleva más de 2.800 m sobre el nivel del mar. Foto: Getty Images.

[Para leer más: Ecuador: ¿nueva meca gastronómica de Latinoamérica?]

1. Entender su esencia desde la Plaza Grande

A esta metrópoli, situada a más de 2.800 m sobre el nivel del mar, hay que empezarla a descubrir desde su núcleo, la Plaza Grande o de la Independencia; dejándose seducir por su bullicio y su belleza monumental, bajo la atenta mirada del volcán Pichincha.

Alrededor del monumento a los Héroes de la Independencia los mayores charlan despreocupados, los lustrabotas buscan algún cliente, los vendedores ambulantes ofrecen productos típicos y los indígenas se pasean ataviados en coloridas túnicas. Y es que esta plaza concentra la esencia de la vida quiteña.  

Dos visitas son ineludibles: el Palacio Presidencial, de estilo neoclásico y que abrió sus puertas al público en 2009 (tiene visitas guiadas gratuitas, aunque sus plazas vuelan con rapidez) y la Catedral Metropolitana con su intrigante fusión de estilos arquitectónicos: gótico, morisco, neoclásico y barroco. Su preciosa fachada y sus imponentes escalones de piedra combinan a la perfección con el paisaje.

Palacio Presidencial de Ecuador. Foto Elijah Lovkoff en Pixabay

Palacio Presidencial, en Quito. Foto: Elijah Lovkoff | Pixabay.

2. Descubrir su historia

Antes de dejar la plaza hay que refrescarse con el rosero quiteño –un peculiar refresco a base de frutas, agua de rosas y maíz–, en el histórico Café Plaza Grande o buscar los famosos sándwiches de pernil del atrio de la Catedral.

Ahora sí, toca lanzarse a recorrer el precioso laberinto de empinadas callejuelas, plazas, iglesias, monasterios, conventos y museos que componen el majestuoso Centro Histórico de Quito.

Una joya arquitectónica que alberga más de 130 edificios monumentales, repleta de fachadas barrocas, casonas de piedra tallada e infinidad de tesoros que evocan el espíritu, mitad hispano, mitad indígena que caracteriza la cultura ecuatoriana.

Hay que hacer parada en el impresionante Monasterio de San Francisco, conocido como ‘El Escorial del Nuevo Mundo’ o en el Museo de la Ciudad, emplazado en el antiguo hospital San Juan de Dios.

El monasterio de San Francisco. Foto Quito Turismo

El monasterio de San Francisco o ‘El Escorial del Nuevo Mundo’. Foto: Quito Turismo.

También en los icónicos Teatro Sucre y Teatro Bolívar y en la famosa calle La Ronda con casas centenarias que albergan restaurantes, bares y tiendas de suvenires, en las que comprar el famoso sombrero Panamá (sí, el sombrero de paja toquilla está hecho en realidad en Ecuador)

3. Maravillarse con sus iglesias

Mención aparte merecen todos los templos religiosos de Quito. En su centro hay más de 40 iglesias y capillas, 16 conventos y monasterios con sus respectivos claustros y 12 patios y refractarios. Tomará tiempo visitarlos todos, nosotros nos quedamos con dos.

Apostada en la calle García Moreno –conocida como la de las Siete Cruces por su cantidad de iglesias–, la Iglesia de la Compañía de Jesús es una de las más grandiosas expresiones del barroco en América y considerada el ejemplo arquitectónico y artístico religioso-colonial más importante de Quito.

Iglesia de la CompañiÌa de JesuÌs. Foto Quito Turismo

La Iglesia de la CompañiÌa de JesuÌs es barroco en estado puro. Foto: Quito Turismo.

Su sola fachada ya impresiona, construida en piedra volcánica y con seis columnas salomónicas; su interior deslumbra, literalmente, pues está cubierto con más de siete toneladas de pan de oro.

La basílica del Voto Nacional, que guarda ciertas similitudes con la Catedral de Burgos, es el templo neogótico más grande de Sudamérica y otro imprescindible entre la peregrinación religiosa de esta urbe.

Desde los balcones de sus torres se tiene una de las panorámicas más bellas de toda la ciudad y en su interior hay que admirar los vitrales de colores en forma de iguanas, caimanes o piqueros de patas azules.

BasiÌlica del Voto Nacional. Foto Quito Turismo

BasiÌlica del Voto Nacional con ‘el Panecillo’ al fondo. Foto: Quito Turismo.

[Para leer más: Diez planes para conocer Panamá, el destino más chic de Centroamérica]

4. Contemplar la ciudad desde lo alto

Enclavada en el corazón de los Andes, Quito es una ciudad cincelada entre volcanes y montañas, que le otorgan paisajes únicos desde miradores naturales.

Al volcán Pichincha puede llegarse en el famoso Teleferiqo, uno de los más altos del mundo. Desde allí, las vistas de la ciudad a más de 4.000 metros se vuelven más impresionantes cuando, en días despejados, se alcanzan a ver los volcanes aledaños.

Otro punto clave para admirar la urbe desde lo alto es Itchimbía. Un parque al que los locales van a elevar cometas y a practicar senderismo, engalanado por un hermoso palacio de cristal –una estructura de acero y vidrio– que alberga un centro cultural.

El TeleferiQo de Quito es uno de los maÌs altos del mundo. Foto Quito Turismo

El TeleferiQo de Quito es uno de los maÌs altos del mundo. Foto: Quito Turismo.

Aunque, sin duda, el mirador más emblemático de la capital ecuatoriana es El Panecillo; antaño empleado por los incas y españoles como sitio defensivo y de gran significado religioso. En esta pequeña colina descansa el monumento de aluminio más grande del mundo, una gigantesca réplica de la Virgen Alada de Bernado de Legarda.

5. Encontrar el Quito moderno

Más allá del casco histórico existe una ciudad cosmopolita e innovadora. La Mariscal, con su sinfín de bares y restaurantes aglutinados alrededor de la Plaza Foch, y La Floresta, el más hípster, fueron los primeros barrios en desarrollarse fuera del entramado colonial, creando una metrópoli diferente, audaz y moderna; sinónimo de efervescencia cultural, arte urbano y una animada vida nocturna.

El carácter de La Floresta se lo dan su cúmulo de artistas, escritores y músicos; sus calles, adornadas con coloridos murales, acogen gran cantidad de tiendas, cafés y propuestas culturales. Ochoymedio, por ejemplo, es un cine independiente que merece la pena la visita si te gustan las pelis alternativas; mientras que Botánica, un precioso café jardín, tiene una cocina sostenible con ingredientes de temporada.

BotaÌnica, un coqueto cafeÌ en La Floresta.

BotaÌnica, un coqueto cafeÌ en La Floresta. Foto: Botánica Café.

No hay que olvidar otros barrios alternativos como Guápulo donde conviven los más bohemios, Cumbayá con su amplia y novedosa oferta gastronómica o el elegante y sobrio barrio de González Suarez, el último en ponerse de moda.  

6. Chuparse los dedos con su cocina

Influenciada por la herencia andina, la gastronomía de Quito tiene ingredientes como el mote (maíz cocinado), el cerdo o la patata, empleados en platos como el locro de papa, una sopa espesa y simple con la patata como ingrediente estrella y acompañada de aguacate y queso fresco, o el hornado, un cerdo entero cocinado al horno durante varias horas, servido con mote y tortillas de patata con queso.

La emblemática Heladería San Agustín es uno de los iconos gastronómicos del Centro Histórico. En sus más de 160 años de vida ha pasado de vender helados de paila y salpicón de frutas a tener en su carta emblemas como el ceviche de concha o el seco de chivo (guiso de cordero).

El hornado es una especialidad que no hay que dejar de probar. Foto Quito Turismo

El hornado es una especialidad que no hay que dejar de probar. Foto: Quito Turismo.

Por su parte, restaurantes como Achiote en La Mariscal o Nuema, apostado en el hotel Illa y dirigido por el chef Alejandro Chamorro, en el barrio San Marcos, quieren mostrar la cara moderna de la cocina quiteña, fusionando técnicas vanguardistas con los ingredientes de siempre.

La fiebre de la cerveza artesanal también ha llegado hasta aquí. Pequeñas cervecerías independientes, situadas en pintorescos y modernos lugares, pretenden recuperar la receta artesanal, que en el siglo XVI trajeron los frailes franciscanos a Quito.

Porque en la capital ecuatoriana la constante está en una equilibrada mezcla entre lo moderno y lo tradicional.

a.
Ahora en portada