Tavolara, el reino más pequeño del mundo olvidado en el Tirreno

La isla llegó a ser reconocida por las casas reales italianas, y el último heredero reivindica su estatus ante los visitantes que llegan a su restaurante

Frente a la costa de Cerdeña, en Italia, un peñón se eleva del mar azul en actitud desafiante. Esta es la isla de Tavolara, de sólo seis kilómetros cuadrados, y que por una serie de rarezas burocráticas y golpes de suerte, es el reino más pequeño del mundo.

Allí no hay caminos, y la única forma de llegar es en ferry desde el puerto sardo de San Paolo. En vez de palacios sólo hay un par de casas y un restaurante, y allí viven apenas 15 personas, todos miembros de la familia del ‘rey Tonino’. Con este pomposo nombre se presenta Antonio Bertoleoni, un pescador de 83 años que regentea el local gastronómico, y el último descendiente de la dinastía que ha ‘gobernado’ esta isla en 180 años.

La isla estaba deshabitada cuando su tatarabuelo Giuseppe Bertoleoni llegó en 1807 con sus esposas, dos hermanas que aceptaron casarse sabiendo que la bigamia es delito (y muy mal visto en la ultra católica Italia de principios del siglo XIX). Oculto ante las fuerzas de la ley, este pastor descubrió que las cabras salvajes de la isla tenían los dientes amarillos, por alimentarse de las algas y líquenes de los alrededores.

El rumor de las cabras con dientes de oro llegó a la corte de Carlos Alberto, el rey de Cerdeña. Allí fue a cazar, y al poner un pie en la isla fue recibido por el hijo mayor Paolo, quien para no ser menos que su real visitante, se presentó como “Paolo, rey de Tavolara”. El monarca sardo quedó tan satisfecho por la hospitalidad de la casa Bertoleoni que les confirmó, para seguir la broma, que ellos eran los auténticos reyes de la isla.

Carlos Alberto de Cerdeña nombra rey al principal habitante de Tavolara

Pero el halago pasó a ser algo más serio cuando Carlos Alberto le envió un fuero real confirmando a Giuseppe como soberano y con los títulos de príncipes para sus hijos. El viejo pescador aprovechó para crear un escudo, un árbol genealógico y organizar el pequeño cementerio para su muerte.

La isla ha quedado fuera de la unificación italiana

Cuando Italia se unificó políticamente en 1861 nadie se acordó de este estatus especial de Tavolara, y técnicamente la isla no formó parte del nuevo reinado. El heredero Paolo luchó para que se reconozca la independencia del reino, y tras su muerte, la isla se convirtió –como tantos Estados- en una república. Pero sus 50 habitantes peleaban y discutían por cualquier asunto, y 13 años más tarde, en 1899 Carlo I –como sucesor a la corona- volvió a ocupar el trono de la isla.

Un reconocimiento inesperado llegó desde Gran Bretaña: en 1900 el HMS Vulcan se detuvo en Tavola y fotografió a Carlo y su familia. La imagen llegó a manos de la reina Victoria, que colgó el retrato con la leyenda “La Familia Real de Tavolara” en el Palacio de Buckingham, en una galería dedicada a todas las casas nobles de Europa.

En 1903 el rey Víctor Manuel III firmó un tratado de amistad con Tavolara, y el estatus de reino independiente volvió a resurgir. Durante el siglo XX, los herederos apenas mantuvieron el interés en vivir en la rocosa isla, y en 1962 la OTAN liquidó los últimos restos de soberanía al instalar, sin pedir permiso a la familia, un parque de antenas de comunicaciones.

Pero los Bertoleoni no quisieron irse, y el último heredero real, Tonino, sigue reivindicando la independencia de su isla. En el restaurante Da Tonino, especializado en pescados y frutos de mar, el rey de Tavola enseña el escudo real, algunos diplomas y las fotografías de los reyes y príncipes de la casa Bertoleoni; entre ellas, la que todavía se exhibe en los pasillos de Buckingham. Y añora los tiempos en que los habitantes del peñón estaban eximidos de realizar el servicio militar o de pagar impuestos ante el gobierno de Italia. 

 

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