Un ejército de obreros descalzos restaura con arcilla el Taj Mahal

El Taj Mahal, el mayor monumento de la India, estará afectado por las restauraciones al menos hasta el 2018

Viajar 7.000 kilómetros desde España a la India para ver el Taj Mahal y encontrar un monumento cubierto de andamios. La foto, estropeada. El video, deslucido. Los operadores turísticos de India no ocultan su inquietud por la lenta restauración del mayor monumento del país, que atrae cada año a unos ocho millones de visitantes y supone el mayor ingreso turístico para Agra, a unos 200 kilómetros de New Delhi.

Las oficinas de turismo no ofrecen información precisa sobre el estado de las obras y el turista que lo visite durante los próximos meses se encontrará alguna parte afectada. Ya se han restaurado los minaretes y parte de la fachada y la puerta principal. Pero falta el área más sensible: la cúpula. Los turistas que lleguen al Taj Mahal hasta el próximo año tendrán una foto deslucida por los andamios sobre el monumento de mármol blanco, símbolo del amor eterno.  

El emperador mongol Shah Jahan mandó construir el mausoleo para su esposa preferida, Mumtaz Mahal, cuando murió de forma prematura dando a luz a su décimocuarto hijo. El monumento se construyó entre 1632 y 1653 pero casi 400 años después el mármol está afectado por las plagas, la contaminación y el paso del tiempo.

Con casco y sin zapatos

La belleza del Taj Mahal, con herencia árabe, mongola, india y persa, es completamente simétrica. Cada esquina está alineada con otra igual. Toda la construcción fue concebida para que el centro del mausoleo y del recinto fuese la tumba de la mujer eterna del emperador.

Hoy, el mármol luce amarillento y el gobierno indio ejecuta el mayor trabajo de restauración del inmueble. Decenas de trabajadores suben y bajan durante todo el día para limpiar la fachada del Taj Mahal. No `parecen apresurados.

Sobre los andamios se mueven con facilidad, sin ningún tipo de calzado. Con arnés y casco pero sin zapatos, los obreros desmontan el andamio frente a la puerta principal del monumento. El color del Taj Mahal muestra de forma clara la parte ya restaurada y la que falta por someterse al tratamiento de conservación.

Los cuatro minaretes y la fachada izquierda lucen completamente blancas. El resto, junto con las cúpulas, aún mantienen el tono amarillento que motivaron la ejecución de los trabajos de restauración. Los guías locales explican que es la primera vez que el mausoleo se somete a un trabajo de restauración de esta envergadura.

Y mientras repiten como mantras las leyendas más conocidas del Taj Mahal. Impresionan las historias que cuentan que los ingleses robaron hojas de oro y piedras preciosas y que el emperador, al finalizar las obras, cortó las manos a los obreros para evitar que levantaran otro monumento como ése, pero las pruebas documentales sólo dan fe de algunos robos de las lámparas esmaltadas interiores, las alfombras y de las puertas de plata. 

Un grupo de obreros en la restauración del Taj Mahal.

A pesar de que los andamios parecen haber sido montados de forma improvisada, la estructura no toca la fachada. El tratamiento es sencillo. Se aplica arcilla a la fachada durante un tiempo hasta que se seque. Con algodón se retira la masa y la superficie queda completamente blanca, sin necesidad de aplicación de tratamientos químicos. Es un método rudimentario, pero eficaz, según defiende el equipo encargado del proyecto.

La restauración del Taj Mahal es rudimentaria pero eficaz, defienden los encargados del proyecto

“Se aplica lentamente para hacerlo por trozos y no cerrar el monumento completo”, explicó Bhuvan Vikrama, superintendente de la organización arqueológica de la India al diario The Guardian.

El impacto de los ocho millones de visitantes al año también ha afectado al edificio histórico. El gobierno de la India valora la reducción de los horarios de visitas a tan solo dos horas diarias. Pero la medida podría afectar el principal ingreso turístico de la región de Agra. De modo que, por ahora, sigue la restauración sin prisas en el monumento que ha sobrevivido a amenazas terroristas y de guerra.

En los alrededores ya no pululan los mendigos ni los vendedores ambulantes. Las autoridades los han expulsado. Ahora sólo se acercan algunos pequeños grupos que aprovechan el descuido de los vigilantes para vender cualquier baratija o souvenir.  La foto por 100 rupias (algo más de un euro) hecha por un fotógrafo profesional es el producto estrella.

Tras varias fotos, el precio sube, de forma repentina a las 3.500 rupias. “Eran 100 euros pero por foto y te he hecho 35”, se justifica un avispado fotógrafo que aborda, en complicidad con los guías, a los visitantes. Una vez impresas, también aceptan regateos. Casi todas las fotos son iguales. Y en todas aparecen los andamios y las redes azules con un cartel. “Trabajo científico en marcha. Prohibido hacer fotos”.

a.
Ahora en portada