Secesión: cuando Viena sorprendió al mundo con su propio art nouveau

En el último fulgor del Imperio austrohúngaro Viena lideró el movimiento Secesión, con maravillas que podemos encontrar en sus calles y edificios

“No hay arte mayor y menor, ni para ricos y pobres. El arte tiene que ser para todos”. Ese mensaje fue uno de los lemas del movimiento Secesión de Viena, que como sintetiza su nombre, buscó la ruptura con las líneas más conservadoras de la pintura, la música y la arquitectura. Y lo logró de la mano de una relectura del art nouveau.

Las diferentes ramas del modernismo, que crecían en París, Barcelona o Londres, se expandieron con rapidez entre las ciudades de habla alemana, desde Berlín a Múnich pasando por Dresden, Liezpig y por supuesto, Viena.

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A principios del siglo XX varios movimientos emergentes de la sociedad vienesa pretendía romper los corsés del Imperio austrohúngaro, donde surgían talentos como Gustav Klimt en las artes plásticas, Sigmund Freud en el psicoanálisis, Robert Musil en la literatura, Arnold Schomberg en la música, y Joseph Maria Olbrich y Otto Wagner en la arquitectura.

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Edificio del Pabellón de la Secesión. Foto: Christian Stemper – Turismo de Viena

Un movimiento para romper cánones

En 1897 un grupo de artistas y arquitectos liderados por Klimt crearon la Secesión de Viena, movimiento que tuvo su brillo hasta después de la Primera Guerra y que, a pesar de las escisiones y diferencias de sus miembros siguió vigente hasta la llegada del nazismo a Austria.

El movimiento Secesión de Viena brilló con luz propia entre las corrientes del modernismo de fines del siglo XIX y principios del XX

En un principio los secesionistas vieneses se enrolaban en el art nouveau, pero con el correr del tiempo adquirió una identidad propia.

Las polémicas de Klimt

Si este movimiento hablaba de rupturas, pocas polémicas fueron tan intensas como las protagonizadas por Klimt en sus trabajos como las representaciones de la Jurisprudencia, la Filosofía y la Medicina que la Universidad de Viena había tachado de “pornográficas” y poco adecuadas para decorar el aula magna del centro.

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Detalle del Friso de Beethoven, de Gustav Klimt. Foto: Paul Bauer – Turismo de Viena

Algunas de sus obras cumbres, como El Friso de Beethoven (1902) y El Beso (1907-08) evidencian el conocimiento de pintor del cuerpo humano. Precisamente la primera de estas composiciones se puede ver en el subterráneo del edificio más emblemático de este movimiento, el Blattwerk-Kuppel (Pabellón de la Secesión), diseñado por Joseph Maria Olbrich.

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El homenaje al genio de Bonn es un mural de 34 metros con una interpretación libre (demasiado liberal, según las voces de la época) de la Novena Sinfonía.

En este edificio de fachada blanca y estructura racional rompe la monotonía con una cúpula de hojas doradas. Su interior de 1.000 metros cuadrados fue pensado para alojar  muestras rotativas de 20 artistas. En su pórtico se refleja uno de los lemas del movimiento: A cada tiempo, su arte. A cada arte, su libertad.

Wagner, el gran arquitecto de la Secesión

En las calles de Viena podemos encontrar muchos más ejemplos de arquitectura secesionista. Otto Wagner fue uno de los más prolíficos, con sus huellas en edificios de viviendas, iglesias y hasta estaciones de metro.

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Pabellón Otto Wagner. Foto: Christian Stemper – Turismo de Viena

Entre estas últimas se encuentran ocho estaciones que conservan la belleza de los detalles decorativos, las formas curvas y las flores abiertas de colores dorados o rojos.

Wagner fue uno de los arquitectos más importantes del movimiento de Secesión, con su sello en viviendas, iglesias y hasta estaciones de metro

Entre las más bonitas que podemos visitar están la de Schönbrunn y Stadtpark, en la línea 4, así como otras seis de la línea 6. Si hay poco tiempo, es imprescindible descubrir el pabellón Otto Wagner en la Karlsplatz.

En viviendas e iglesias

Junto al mercado de Naschmarkt, a un golpe de vista, se pueden descubrir tres obras secesionistas. Se trata de las viviendas de la Majolikahaus, con sus azulejos de mayólicas con motivos florales; la de la esquina con sofisticado detalles elaborados por Koloman Moser, mientras que el edificio de Köstlergasse 3 es más sobrio; pero que tiene a su favor que allí vivió Wagner una temporada. Detalle: aquí hubo una bañera de cristal que en su momento era la cumbre de lo sofisticado.

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Moser y Wagner volvieron a trabajar juntos en la Iglesia de San Leopoldo, en el hospital psiquiátrico de Steinhof, uno de los edificios religiosos más importantes en el mundo del art nouveau.

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Detalle de la Iglesia de San Leopoldo. Foto: Christian Stemper – Turismo de Viena

Moser fue responsable de las vidrieras emplomadas, mientras que Wagner diseñó una elegante estructura con una cúpula de bronce y con motivos dorados, con el suelo en pendiente para que desde las filas de atrás se pueda ver el servicio sin obstáculos.

La obra más imponente

Pero su obra maestra quizás sea el imponente edificio de la Caja Postal de Ahorros, en la Ringstrasse. Se dice que para su construcción, que ocupa una manzana, se utilizó una sexta parte de la producción mundial de aluminio de la época. Y Wagner se empleó a fondo diseñando desde los muebles a las alfombras, así como los revestimientos de las paredes y las formas de las escaleras.

En la visita hay que contemplar el hall principal, diseñado como un atrio con la luz que llega desde todos los ángulos gracias a su techo de vidrio.

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La gigantesca sde de la Caja Postal de Ahorros. Foto:Christian Stemper – Turismo de Viena

Otras maravillas de Wagner que podemos encontrar en la capital austríaca son la Konzerthaus, donde innovó con las tres salas de conciertos que se podían usar de manera individual o conjunta; la Casa Wittgenstein que deriva al estilo de la escuela Bauhaus, las viviendas de Villa Wagner I y II, construidas para sus dos esposas: Josefine Domhart la primera (edificada en un estilo más cercano al paladino) y Louise Stiffel en la segunda, más enfocada en el art nouveau.

Otras gemas para descubrir

El legado de Wagner se refleja en Urania, un centro educativo a orillas de Danubio que actualmente aloja un teatro, un cine y un bar. Diseñado por Max Fabiani, alumno del famoso arquitecto, se lo identifica por su cúpula en la torre de 36 metros, hogar de un observatorio astronómico, y desde donde un cañón disparaba una salva al mediodía.

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La ruptura de Loos con el movimiento de Secesión. Foto: Peter Rigaud – Turismo de Viena

Alfred Loos expresó su desacuerdo con el ‘exceso decorativo’ del movimiento Secesión, y se ve en la austera fachada que hizo en la mitad superior de la Looshaus

Otro arquitecto influyente en el movimiento secesionista fue Alfred Loos, quien tuvo sus diferencias porque criticaba lo que consideraba como un exceso decorativo en los edificios.

La Looshaus (Casa de Loos) refleja sus ideas, llamada ‘casa sin cejas’ porque los cuatro niveles superiores están desprovistos de cualquier toque de color, un ejemplo de racionalismo que contrasta con las plantas inferiores de mármol y vidrio.

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