Zaragoza: arte, arquitectura y mucho chocolate para descubrir

Zaragoza cuenta con una larga historia vinculada al chocolate, y lo presenta con tours temáticos, pastelerías y locales donde se pueden probar el manjar negro

No hace falta poner rumbo a Suiza o Bélgica para descubrir la variedad de presentaciones que tiene el chocolate. Zaragoza cuenta con tours temáticos, museos y una gran cantidad de chocolaterías y reposterías imposibles de resistir.

Precisamente el primer lugar de Europa donde se probó el chocolate líquido fue Zaragoza. En concreto fue en el Monasterio de Piedra, gracias al monje cister Jerónimo de Aguilar, que había acompañado a Hernán Cortés en su viaje mexicano y que envió algunas semillas de cacao y la receta para cocinarlos al abad del monasterio, fray Antonio de Alvarado.

Era el año 1534 y fue todo un éxito, tanto que los monasterios cistercienses comenzaron a elaborar chocolate. De esta forma arranca la larga tradición chocolatera de Aragón, donde además de visitar el museo del chocolate que alberga el Monasterio de Piedra y que también conserva su cocina, se pueden recorrer pastelerías y confiterías por Zaragoza que ofrecen originales y variados productos con chocolate.

Tour de chocolate

El Chocotour, el recorrido de dos horas de duración y que organiza Turismo de Zaragoza, comienza en la Lonja de Mercaderes, inaugurada siete años después de que se tomase el primer chocolate líquido.

Zaragoza fue el primer lugar de Europa donde se probó el chocolate líquido, y desde el siglo XVI tiene una larga tradición de elaboración del manjar negro

Pasando por la chocolatería tradicional La Fama, en pleno casco antiguo, se llega al museo Pablo Gargallo, donde además de conocer la historia del chocolate en la América Precolombina se degustan las “delicias Gargallo” elaboradas por pasteleros de la ciudad inspiradas en la obra del artista.

Elaboración artesanal

En la siguiente parada, la chocolatería Valor, se conoce el instrumental, la chocolatera y la mancerina (inventada por el virrey de Perú), y se saborea chocolate a la taza. Se llega así a la pastelería más antigua de Zaragoza, Fantoba, que abrió sus puertas en 1856 y que es la única que hace a mano las frutas de Aragón cubiertas de chocolate.

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También aquí elaboran guindas al marasquino, cerezas confitadas bañadas en licor marasquino y chocolate. En la pastelería Los Mallorquines, se enseña cómo se hace el chocolate -se necesita moverlo mucho- desde que se coge el cacao de la planta. Allí han recuperado los sabores mudéjares aragoneses y elaboran los mudejaricos, un bizcocho borracho bañado en licor al que por encima se coloca una chocolatina.

Toppings autóctonos

Chocolates Capricho es la última parada del tour y allí el visitante presencia cómo Luis Paracuellos, maestro chocolatero, hace piruletas de chocolate con una especie de cucurucho de papel a las que se añaden toppings particulares de la tierra como escamas de sal del Ebro o gominolas de borraja, producto autóctono de Aragón.

El chocolate, se nos recuerda en la visita, es un alimento muy nutritivo, rico en vitaminas y minerales, que regula el colesterol y el latido del corazón, y un dato curioso: el negro es el que menos engorda, pues lleva menos azúcar.

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Más allá del chocolate

Muy cerca de esta chocolatería se encuentra el barrio El Tubo, que comenzó a ser frecuentado por militares por sus bocadillos de calamares y tortillas de patatas, y convertida hoy en una zona de tapas muy frecuentada en la que se pueden degustar elaboraciones autóctonas como las madejas, a base de casquería.

Los interesados en el arte de Goya no pueden dejar de visitar la cartuja Aula Dei, donde el artista aragonés pintó varios frescos en su juventud

Desde El Tubo se accede al nuevo mercado gastronómico Puerta Cinegia, un espacio con varios locales con diferentes cartas de comida para elegir.

Huellas del arte mudéjar

Además de las dos catedrales que tiene Zaragoza, el Pilar y la Seo, es muy recomendable la visita al Palacio de la Aljaferia. Construido en el siglo XI, es el que mejor cuenta la historia de la ciudad reflejando el esplendor del reino Taifa.

Residencia de los Reyes Católicos, prisión en el siglo XVI y cuartel militar desde el siglo XVIII hasta los años 70, alberga actualmente el parlamento de Aragón y es patrimonio de la humanidad por su arte mudéjar.

La cartuja más grande del mundo

Menos conocida es la cartuja Aula Dei, situada a 20 kilómetros del centro, del siglo XVI, una de las cartujas más grandes del mundo que albergó a monjes hasta 2011 y en la que se pueden contemplar unos frescos de Francisco de Goya que plasman el preludio de su madurez artística.

La cartuja, a la que se llega entre huertos, está rodeada de una muralla que aisla del mundo a los cartujos para que puedan llevar su vida de recogimiento, como exige una de las órdenes monacales más exigentes. A diferencia de los monasterios, las celdas de los cartujos son muy grandes, de 100 metros cuadrados, y en este caso, cuenta con 36 celdas.

Tras los pasos de Goya

Aquí llegó Goya, procedente de Italia, a través de su cuñado, que era cartujo. Joven y todavía desconocido, pintó en la cartuja la vida más callada y oculta de María como paralelismo de la existencia silenciosa de los monjes.

No se supo que los frescos eran de Goya hasta que fueron descubiertos los cuadernos italianos del pintor, en los que había bocetos de estas pinturas, y gracias a que en uno de los frescos aparece su autorretrato. En total pintó once frescos sobre pared, de los que siete se muestran hoy restaurados.

Para las labores de restauración tuvieron que pedir un permiso especial a los cartujos a fin de que se permitiera el acceso de mujeres. Cuando vivían aquí los monjes, los visitantes entraban por un túnel que conducía directamente a la iglesia para ver los frescos.

En la tienda de la cartuja se vende licor francés Chartreuse, procedente del monasterio cartujo de la Grande Chartreuse, cuya receta sigue siendo un secreto y solo la conocen dos monjes que la transmiten de generación en generación.

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