El Nagycsarnok, la despensa centenaria de Budapest

El mercado central de la capital húngara se ha convertido en uno de los puntales turísticos de la ciudad sin perder su identidad y tradición

Cuando a finales del siglo XIX en Europa se experimentó una fiebre de construcción de mercados, el Nagycsarnok (Gran Mercado) de Budapest era uno de muchos, pero hoy el conocido como la despensa de la ciudad está entre los mejores del continente y es un verdadero punto de peregrinaje para los turistas. Situado en el centro de la ciudad, junto a uno de los puentes más bellos de la capital, el Szabadság (Libertad), el Mercado Central o Gran Salón del Mercado de Budapest fue diseñado por el arquitecto húngaro Samu Pecz en el ecléctico estilo historicista de la época.

Fue inaugurado en 1897 en medio de la urbe, que vivía entonces un auge de crecimiento y construcción, en una época en la que aparecieron otros importantes edificios, como el majestuoso Parlamento o el emblemático Bastión de los Pescadores, en el Castillo Real. Entre estas edificaciones destaca el Nagycsarnok que, con su colorido techo, decorado con baldosas de pirogranito de la famosa fábrica húngara de cerámica Zsolnay, forma parte del circuito obligatorio de los visitantes de la ciudad.

Desde la típica páprika húngara hasta un entrecot curado de Uruguay, pasando por el jamón ibérico, todo se consigue hoy en «la despensa de Budapest», que, con una superficie útil de 22.000 cuadrados repartidos en tres pisos sobre una base de 11.000 metros cuadrados, es el cuarto lugar más visitado por los turistas en el país.

«¡Bellísimo!», exclaman unos italianos al ser preguntados acerca de su impresión. «En verano el número de visitantes llega hasta los 25.000 diarios, de los cuales un 65% son turistas, mientras que en invierno es de 10.000, con un 90% de residentes locales», explica Levente Kiss, vicedirector comercial de la Oficina de Recintos y Mercados de Budapest (Csapi).

A pesar de su atractivo turístico, los locales siguen acudiendo a hacer la compra al mercado

Renovado en la década de los 90, el imponente edificio de ladrillos y estructura interior de acero ha conservado hasta hoy su función original: sigue siendo uno de los lugares preferidos por muchos budapestinos para adquirir los ingredientes más variados. Toda la gama de alimentos básicos se ofrece en la planta baja, donde se centran la mayoría de los 300 puestos, organizados en bloques temáticos: carne, verdura, lácteos…

«La demanda para poder conseguir un puesto en el mercado es enorme y casi imposible», asegura Kiss, quien subraya que, entre otros requisitos, se exige una alta calidad de los productos. Para los bolsillos más modestos está la llamada «línea pobre» de puestos de precios más bajos, situada a la izquierda tras entrar por el portón principal, mientras que al otro lado, en la «zona rica», se encuentran los productos más exóticos y caros.

«La demanda para poder conseguir un puesto en el mercado es enorme y casi imposible»

Judit, una jubilada de Budapest, dice que hace más de treinta años que compra las frutas y verduras en el mismo puesto. En el primer piso se sitúan las tiendas de regalos, incluidas las de artesanía, y los restaurantes, que ofrecen platos típicos como gulyás, lángos o chorizos fritos, acompañados generalmente con un pálinka (aguardiente). Aunque un exceso de esta bebida no es aconsejable ante el riesgo de sufrir mareos, ya que la base de edificio es inclinada: «Hay una diferencia de 1,6 metros entre los dos extremos del mercado, que originalmente hacía más fácil llevar los productos desde el lado más cercano al río Danubio, a donde llegaba la mercancía, en bajada hasta los puestos», detalla Kiss.

En 2013, el Nagycsarnok fue elegido el mercado más bello de Europa en una votación organizada por la cadena de televisión CNN Internacional. «Como desde entonces no ha habido una nueva encuesta, nosotros consideramos que hasta el día de hoy el título es nuestro», concluye Kiss.

a.
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