El H10 Metropolitan o la atención por el detalle en su máximo exponente

A pocos metros de la Plaza Catalunya, la familia Espelt presenta un diseño rompedor en el que todo anda medido, incluso el tamaño de las habitaciones

De la mano del diseñador del momento, H10 ha dejado de ser un casi un extraño del segmento urbano para convertirse en un actor respetado. Implicado en la mayoría de proyectos de la hotelera catalana, Lázaro Rosa Violán ha vinculado su nombre a la marca alrededor del Viejo Continente. Antaño una referencia en el Caribe, la firma ya abarca con éxito las principales capitales de España. Uno de sus baluartes: El barcelonés H10 Metropolitan, a pocos pasos de la Plaza Catalunya.

Ubicado en la parte baja de la Rambla Catalunya, la arquitectura del edificio no permite grandes alegrías en la fachada. Sin embargo, tras una discreta entrada, lo primero que llama la atención al entrar al alojamiento es el inmenso hall -conectado con el bar- con acabados de madera, material que nos acompañará por todo el establecimiento. Adiós a las clásicas recepciones. Dos mesas reciben a los huéspedes para que se puedan sentar mientras se registran y disfrutan de un pequeño tentempié, ya sea un vaso de agua, zumo o una copa de cava.

Avancemos. Tras un amplio pasillo, el bar nos traslada a un clásico club de caballeros británico. Sillones acolchados, sofás chester y unas estanterías llenas de libros nos hacen sentir como si estuviéramos alojados en Londres. Sólo por un instante, pues la luz de la terraza y su piscina nos llevan de vuelta al Mediterráneo. Un pequeño mar rodeado de hamacas en el centro del Eixample en el que los jueves y viernes por la tarde la música en directo hace acto de presencia. Al frente, el mejor rincón del hotel: Una sala de reuniones que más bien se asemeja a una biblioteca, ideal para todas aquellas empresas que quieran alejarse de las frías convenciones.

Con un precio medio que oscila los 300 euros en verano y los 190 en invierno, la ocupación ronda el 90% durante todo el año

Ascensor. Arriba. El H10 Metropolitan cuenta con 82 habitaciones: 16 alrededor de un jardín interior, 30 con vistas a la calle, otras 30 a la terraza y 6 de clase superior. Todas diseñadas de manera prácticamente idéntica, pueden resultar justas para los viajeros que pasen varias horas en el hotel. Un falso vestidor plagado de espejos nos da la bienvenida hasta el espacio principal, otra vez con la madera de protagonista en el cabezal de la cama. Una pequeña terraza y un baño correcto culminan las estancias, todas equipadas con una cafetera Nespresso.

Con un precio medio que oscila los 300 euros en verano y los 190 en invierno, la ocupación ronda el 90% durante todo el año y los cliente recibe un regalo de bienvenida al llegar: Actualmente, una botella de la sangría de lujo​ Lolea. Para aquellos que quieran ir un paso más allá, la media docena de habitaciones de clase superior ofrecen un bonito jacuzzi en una espaciosa terraza. Su punto flaco, la falta de privacidad, pues es visible desde todos los balcones con vistas a la piscina.

Junto al establecimiento se encuentran los fogones del restaurante Barbas, también del Grupo H10 pero sin vinculación con el día a día del hotel

Sobre todos los visitantes, en la planta superior del alojamiento, existe una segunda piscina. Con la decoración menos apurada que su homónima, unos de los próximos pasos es el de darle un revolcón -sobre el que ya se trabaja- para que sea otro de los atractivos del hotel. Potencial tiene, con unas vistas directas sobre la Plaza Catalunya.

El Metropolitan no dispone de restaurante propio. Sin embargo, juntos al establecimiento se encuentran los fogones del restaurante Barbas, también del Grupo H10 pero sin vinculación con el día a día del hotel. La familia Espelt -propietaria de la cadena- no se olvida, pero, de la restauración. En el sótano se sirve el desayuno. Pese a encontrarse bajo tierra, uno no tiene la sensación de estarlo gracias a la luz solar que entra desde el techo. Al precio de 23 euros por persona, un buffet de platos fríos y una carta -sin coste extra- de platos calientes harán las delicias, dicen, de los viajeros. ​

Un bonito hotel -con alguna pega en las habitaciones- que se debe visitar para disfrutar de su punto fuerte: La atención al cliente. «Es algo que tenemos muy presente, prácticamente cualquiera puede hacer un alojamiento bien diseñado. Sin embargo, hacer una estancia única no está al alcance de todas las cadenas», presumen sus trabajadores.

 

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