El nuevo Hotel Crillon, lujo y tecnología para sorprender

El Hotel Crillon exhibe su estilo versallesco pero sin perder de vista los últimos adelantos tecnológicos

En sus salones, María Antonieta aprendió a tocar el piano. Por los pasillos, Orson Wells explotaba de furia con su productor por la medianoche sin importarle el sueño de los huéspedes. El sha de Persia vivió allí los primeros días de su exilio de oro y Madonna exhibía status de caprichosa diva ante los mayordomos.

El Hotel Crillon vuelve a abrir sus puertas tras cuatro años de trabajos y una inversión de casi 200 millones de euros. Este hotel, símbolo del lujo más refinado y tradicional, vuelve a al top de los cinco establecimientos más exclusivos de la ciudad de la luz.

En París cada hotel tiene su segmento de devotos, según el estilo del que se haga gala: los amantes de la moda que se autoproclaman ‘fashionistas’ prefieren el Ritz y el Park Hyatt Paris-Vendôme, las ricas familias norteamericanas y de Oriente Medio optan por el Four Seasons Hotel George V. Y los más tradicionales, los que gustan del aire clásico y ampuloso regresarán al Crillon. También será así para muchos jefes de Estado en visita oficial al Elíseo, que se encuentra a un tiro de piedra del renovado hotel.

Un dream team de diseñadores

Un dream team de diseñadores, como el malhumorado Karl Lagerfeld, Tristan Auer, Cyril Vergniol y Chahan Minassian buscaron el equilibrio entre modernidad y ostentación clásica que dio brillo al Crillon para recuperar el espíritu del siglo XVIII. En aquel entonces Luis XV mandó a levantar dos fachadas para darle brillo a París, que luego tomaron forma de una mansión que perteneció a la familia Crillon por un siglo.

Desde principios del siglo XX el establecimiento se caracterizó por sus adelantos (fue uno de los primeros hoteles en tener ascensor y electricidad propia) y, más que un hotel, se buscó que los huéspedes se sintieran en una gran residencia privada.

baño suite
Baño de la suite diseñada por Karl Lagerfeld.

Los cambios

Con las nuevas reformas, los techos ganaron altura y los cuartos iluminación, para despejar el aire lúgubre y denso que habían acarreado en las últimas décadas.

El nuevo Spa Sense tiene una piscina de 14 metros que, más bien, parece un joyero de piedra. Los jardines recuperaron su esplendor con nuevas especies y juegos de sillones más sofisticados y modernos que los barrocos del interior.

Los salones, además de tener espectaculares vistas sobre la Place de la Concorde, vuelven a presentar un delicado equilibrio de lujo pero sin estridencias. “Queremos ser asequibles y sin intimidar”, resumió el gerente del hotel Marc Raffray al New York Times.

La decoración de anticuarios de prestigio y la mano de Lagerfeld llevó a que el salón de los Grands Appartements parezca un rincón de Versalles. Por otra parte, el lobby de entrada que parecía algo cavernoso se ha renovado en una serie de pequeños lounges que permiten que los huéspedes puedan socializar con discreción.

jardin de invierno
Jardín de invierno.

Salones y comedores

Otro salón, Les Ambassadeurs, pasó de ser un restaurante reservado para pocos a un animado salón de cóctel con música en vivo, abierto a huéspedes, turistas y parisinos.

L’Écrin vuelve a ser el restaurante de referencia, pero el estilo contracturado se relaja en la Brasserie d’Aumont, especializado en platos de la cocina francesa sofisticados pero sin ser prohibitivos, como las ostras, el steak tartar y el pâté en croûte (paté en hojaldre).

El personal dejó de lado la pompa de antaño y, sin perder la profesionalidad, saben que una sonrisa y un pequeño chiste ganan más que un rostro de piedra.

Los 147 dormitorios y suites pasaron a ser 124, rediseñados en su mayoría por el interiorista Cyril Vergniol, se presentan en los estilos regencia y orientalista. En su interior cuentan con equipos de alta tecnología y domótica que recuerdan que, por más que este hotel tenga sus orígenes en un fastuoso palacio del siglo XVIII, ahora se encuentra en la vanguardia del siglo XXI.

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Restaurante L’Ecrin.

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