Los cinco mejores bocadillos de calamares de Madrid

La ruta para conocer un clásico de la capital de España: los bocadillos de calamares

Pan crujiente, calamares de buena calidad, tiernos, cocinados en su punto, fritos en aceite de oliva limpio y salado en su justa medida. Son los ingredientes fundamentales de un buen bocadillo de calamares. En la barra de un bar tradicional o en un establecimiento moderno, cuidado en su decoración, en su versión clásica o en su interpretación más atrevida, éstos son los cinco mejores de Madrid, según 02B.  

El bocadillo de calamares en Plaza MayorPlaza Mayor y bocadillo de calamares van de la mano. De todos los que se ofrecen alrededor de la plaza, destacamos el de Cervecería Plaza Mayor (Plaza Mayor, 2 – 91 365 06 46). Sus calamares proceden del mar Cantábrico, son frescos, se fríen en aceite de oliva y se sirven en un bocata de pan estrecho. Además, en este lugar no han perdido la sana costumbre castiza de poner una tapa por cada consumición. Un buen aliciente para degustar  otros platos típicos de la gastronomía madrileña.

En A mordiscos (C/Goya, 5-7 – 91 577 00 25), el nuevo proyecto de ‘Sinergias’, una idea de Paco Roncero, Marcos Morán y Pepe Solla, el bocadillo de calamares está hecho de pan crujiente,  aros de calamar con rebozo fino y mayonesa al tomillo limonero. El local, dedicado a la cultura del finger food, se encuentra en la planta calle o El Patio de Platea Madrid. Desde aquí y otros cuatro puestos de este nuevo multiespacio gastronómico madrileño, esos tres grandes cocineros y buenos amigos dan salida a los sabores de su niñez, esas tapas de toda la vida, esas recetas secretas que pasan de madres a hijos.

El bocadillo de calamares en A Mordiscos

De calamares rebozados con harina ecológica de molina de piedra zamorano y fritos en aceite de oliva. Así es el bocadillo de Celso y Manolo (C/ Libertad 1 – 915 31 80 79), el último proyecto de Carlos Zamora que apuesta por el slow food, recuperando los ‘bocadillos históricos’ de las tascas castizas, entre otras recetas clásicas. En vez de acompañarlo con la típica caña fría, puedes optar por una copa de vino natural. Su decoración es de lo más cañí, entre pimientas rojas que cuelgan en la pared, cabezas de toros de mimbre o los carteles de promoción turística de Villemot, originales de los años 50.

El bocadillo de calamares en Celso y Manolo

Si no te aborrecen las interpretaciones atrevidas de los grandes clásicos, te recomendamos probar la de Nakeima (C/ Meléndez Valdés, 54 – 620 70 93 99): calamares salteados en el wok, alioli de ajo negro, cebolla china y panko, una suerte de pan rallado japonés, servidos entre pan chino (bun) templado al vapor. Ahora bien, si te pica la curiosidad y quieres probarla cuanto antes, tienes que saber que Nakeima suele estar lleno hasta la bandera todos los días, no acepta reservas y sólo hay hueco para 20 comensales en cada turno, a las 14 horas y a las 21 horas. Sólo te queda ser paciente y ponerte a la cola, media hora antes de cada turno salen para tomar los nombres de las personas que esperan en su puerta para obtener un sitio.

El bocadillo de calamares según Sergi ArolaEn la casa de Sergi Arola (C/ Zurbano, 31 – 913102169) el bocadillo de calamares es uno de los snacks que componen el aperitivo del restaurante, junto con la tortilla o el bikini. En el centro de la tapa encontramos el calamar picado finamente, rebozado en tempura y acompañado de unas gotitas de suave mahonesa y un punto de crema de limón. En lugar de las rebanadas de pan, se presenta con unas finas láminas de pan crujiente de tinta de calamar a ambos lados, bien tostado. También puedes saborearlo en SOT, la vermutería de la planta baja del restaurante.

De bocata del pueblo a manjar reinterpretado por chefs de reconocido prestigio. ¿Con cuál te quedas tú?

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