Francia le gana la mano a España en Cuba

Consciente de que el diálogo EEUU-Cuba ordenado por Obama en diciembre del pasado año, con el objetivo de restablecer las relaciones diplomáticas entre ambos países, rotas desde 1961, suponía el pistoletazo de salida, el presidente de la república francesa, el socialista Hollande, incorporaba a La Habana en su gira a la caribeña francófona.

Se apuntaba así a la realpolitik, diplomacia basada en intereses prácticos y acciones concretas, olvidándose de derechos humanos, presos políticos y dejando en una situación comprometida a España que mantiene con Cuba, una posición en la que trata de conjugar democracia y disidentes con intereses históricos.

En los últimos meses han pasado por La Habana el ministro de Asuntos Exteriores español, García Margallo –no recibido por Raúl Castro tras unas declaraciones sobre la Transición española que no gustaron por allí– y el secretario de Estado de Comercio, Garcia-Legaz, que se han reunido con un grupo de empresarios.

La situación cubana, de bancarrota estable e irreversible, requiere, en opinión de observadores internacionales, de comprometidas políticas de ayuda que permitan a la isla salir del profundo estado de subdesarrollo en que se encuentra. Y sólo es posible llevarlas a cabo con planteamientos de política exterior que pueden suponer fortísimas ayudas que sólo pueden abordar EEUU o la Unión Europea, al margen deChina cuya presencia en la isla caribeña es más que destacable.

Frente al cada vez más arraigado desapego hacia la «madre patria» de distintos países latinoamericanos, Cuba sigue siendo uno de los países donde existe un mayor sentimiento hacia lo español, tanto entre la ciudadanía como en las esferas políticas. Pero no parece que ningún Gobierno español esté en disposición de aprovecharlo dada la cada vez más dispersa o disipada estructura política y administrativa española, cuya capacidad de competir frente a la jacobina y chovinista Francia es muy reducida.

Sin embargo, sí parece que España debería jugar un papel más sobresaliente frente al Gobierno cubano como interlocutor principal de la Unión Europea, al menos así lo entienden empresarios españoles instalados en la isla y distinguidos dirigentes de la enorme burocracia gubernamental cubana.

Un ejemplo de este mediocre papel de España en Cuba lo ofrecía hace dos años la compañía Iberia al suspender sus operaciones con La Habana pese a tener unos más que respetables índices de ocupación. El grupo Air France y KLM no hicieron lo mismo y mantuvieron sus frecuencias y su presencia en la isla. El uno de junio, Iberia reanudará sus vuelos a la capital cubana. Y todo así.

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