Ramon Bagó: el hotelero que saqueó la sanidad catalana

Los cruces de adjudicaciones a dedo y de concesiones pactadas pueden haber levantado una montaña de irregularidades. El presidente del grupo Serhs exige que se callen de una puñetera vez los agoreros que anuncian la decadencia detrás de la independencia.

Es de los que crecen a partir de su inteligencia, aunque, como buen hotelero, tuvo que compartir su sueño con el oficio de servir whiskys al ministro de turno. No hace mucho, ya en su plenitud patrimonial, se vio obligado a refugiarse del gentío en un hotel de su propiedad, el Vilars Rurals de Sant Hilari; huía de un grupo de manifestantes que le pisaban los talones tras el cierre de varios CAP. Bagó, que utiliza el Vilars como hotel de CiU (a modo del antiguo Majestic), vive de la desertización de la salud pública. Mejor dicho, gana montañas de dinero con la implantación privada que sucede al erial hospitalario en el que se está convirtiendo el Institut Català de la Salut (ICS), a golpe de tijera.

Nación, pueblo y Estado; parece que esta santísima trinidad de la patria solo alimenta a los audaces. Uno de ellos, el empresario Ramon Bagó, presidente del grupo Serhs, exige que se callen de una puñetera vez los agoreros que anuncian la decadencia detrás de la independencia. Claro, a él le va bien en el apartheid nacionalista; es de los que tiñen el progreso con la mejora de pasajeros en El Prat y la reconversión de la Torre Agbar en hotel de lujo. A él le va bien desde que Pujol le nombrara responsable de Turismo en el lejano 1980 y todavía mejoró, dos décadas más tarde, cuando le concedió la Creu de Sant Jordi por los servicios prestados.
 

 
Participó en la fundación de Serhs e impulsó la creación del Gremio de Hostelería del Maresme

 
Había empezado joven, a los 26 años, cuando decidió dejar de ser el director de una sucursal del BCH en Calella de la Costa para convertirse en el gerente del Hotel Goya. Participó en la fundación de Serhs (Serveis Mancomuntas d’Hosteleria i Similars) e impulsó la creación del Gremio de Hostelería del Maresme, fortalecido en 1978 gracias al III Congreso de Turismo de Catalunya. El ex alcalde de Calella es un ganador que despierta antipatías en la calle. Jugó un papel fundamental a principios de los años ochenta cuando la Generalitat cogía las riendas de la sanidad; un momento crucial en el que altos cargos y políticos cercanos a CiU y PSC se hicieron con la parte del león, correspondiente a tres cuartas partes del gasto presupuestario catalán. Ahí precisamente se enraizó la cacareada sociovergencia.

Junto a Josep Abelló, Bagó resultó crucial en la fundación del Consorcio Hospitalario de Cataluña (CHC), cuyo objetivo era gestionar los hospitales municipales con recursos del presupuesto catalán. Uñas largas, dientes felinos. Bagó y sus amigos olieron a sangre fresca. Cerraron un pacto, refundaron su ilusión corporativa y la convirtieron en un gran negocio. Pero el camino se truncó en 2012 cuando Josep Prat Domènech, presidente del ICS, hombre fuerte del consejero Boi Ruíz, titular de diversos cargos públicos en Reus, miembro del Consejo Asesor del president Artur Mas y consejero de United Surgical Partners Hospitales (USPH), fue puesto a disposición de la Fiscalía. Prat tuvo que dimitir, más allá de la defensa tautológica que le brindó el Portavoz, Francesc Homs: “Es compatible y legítimo todo aquello que sea legal”.

Al poco tiempo se confirmó lo que se temía: el CHC actúa como una gestoría donde los hospitales pueden obtener consultoría, servicio de licitaciones, asesoramiento, estudios… El dinero público ha ido a parar a las cajas privadas regido por la mano invisible de quienes, como Bagó o Prat Demènech, han regido la sanidad llenando las arcas de las empresas que se olvidan del interés general y solo responden ante sus accionistas. El CHC, la pista del saqueo de la sanidad catalana, cuenta con el respaldo de lo que el sector llama “la aristocracia de la sanidad”, un círculo de miembros de partidos (casi todos del PSC y CiU) que reparten, sin empacho ni disimulo, cientos de millones de euros a concesiones o contratos de suministro.
 

 
En el caso de Bagó, la aventura del sector turístico catalán recorre los años de esplendor

 
La gestión de la salud pública dificulta el control por parte del Parlament de Catalunya, tal como se vio en la última comisión de sanidad. En las sesiones de esta Comisión, los parlamentarios trataron de acorralar a Bagó, investigado por la Oficina Antifraude y la Fiscalía, con preguntas sobre los contratos obtenidos por sus empresas, por ejemplo, en Badalona, donde Serhs se hizo con un negocio de 12 millones de euros de forma irregular, según concluyó en su día una investigación municipal. Pero en esta ocasión, como ha ocurrido en casos anteriores, Bagó no se inmuta. Sortea lances; evita entrar al detalle de las corruptelas y contrataca imponente: “Criticándome a mí, quieren destruir el sistema sanitario catalán”.

El punto de mira de la investigación parlamentaria apunta a una serie escándalos que han provocado la imputación judicial de Carles Manté, ex director del Servicio Catalán de la Salud (CatSalut) y del expresidente del ICS, Prat Domènech. Ambos han comparecido en el Parlament, al igual que el ex presidente del CSC y exalcalde de Reus, Josep Abelló, la ex consejera de Salut socialista Marina Geli, y el actual consejero, Boi Ruíz. Pero acabó siendo una farsa. Su conclusión demuestra que, frente a la crítica, prevalece la defensa del modelo; aún en plena era de los recortes, la política abunda en su vergonzosa omertá.

En el caso de Bagó, la aventura del sector turístico catalán recorre los años de esplendor. Compaginó su primer empeño institucional como director general de Francesc Sanuy, el consejero de Comercio que abrió para Jordi Pujol el mundo de las ferias y las primeras misiones de la Generalitat en Asia. Bagó supo enriquecer su experiencia con el estilo de los hoteleros familiares de la Costa Brava, una gradación de ofertas que va desde los Trías o los Guitart hasta los Encesa de la Gavina S’Agaró, y que incluye también experiencias de síntesis, como la del núcleo Mateu-Suqué en Perelada; y, en último término, otras más devastadoras, como los nuevos casinos de los hermanos Jordi y Albert Torrella o del mismo Grupo Cirsa, de Manuel Lao.
 

 
La caída de la sanidad, por el empobrecimiento y la mella patrimonial de las mutuas, le impedirá crecer

 
Si en turismo su marca se agiganta, en materia de sanidad el negocio sigue un esquema viciado que conduce siempre al mismo punto: Bagó licita a Bagó. Es arte y parte. Una ojeada sobre el diario oficial de la Generalitat basta para ver los ingentes recursos movidos desde el CHC hacia empresas vinculadas al grupo Serhs en materias tan diversas como el catering, el suministro de carros o las ampliaciones de servicios de urgencias en diferentes hospitales. Los intereses de Bagó tendidos alrededor de los servicios médicos han generado un mercado cautivo de importantes dimensiones.

Los cruces de adjudicaciones a dedo y de concesiones pactadas pueden haber levantado una montaña de irregularidades, aunque siempre sin rebasar la línea de flotación, y seguida de cerca por la Sindicatura de Comptes. La caída de la demanda sanitaria, por el empobrecimiento de la población y la mella patrimonial de las mutuas, le impedirá crecer. Su mastodóntico edificio tiene pies de barro a causa de los recortes.

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