Señores del Mobile, bienvenidos; pasen, vean y gasten en BCN

La ciudad de Barcelona se abre para los asistentes al Mobile World Congress

Taxistas, chóferes, camareros, vendedores de souvenirs, hoteleros, y restauradores están de enhorabuena. También lo celebran putas, ladronzuelos y manteros. Durante los cuatro días que dura el Mobile World Congress en Barcelona, la ciudad de los prodigios se excita más de lo que acostumbra.

Al encuentro profesional vendrán unas 90.000 personas, que sumadas a algunos acompañantes y séquitos diversos pueden situar por encima de los 100.000 viajeros el número de habitantes de la ciudad en esta semana de frenesí telefónico. El verdadero escaparate al mundo desde los Juegos Olímpicos de 1992 es este congreso anual, que no sólo deja casi 500 millones de euros a la ciudad, sino que la promociona en el mundo entero con un valor de marca intangible e incalculable de definir.

A lo sumo, Barcelona vivirá una semana de incomodidades, entre atascos y otras consecuencias derivadas de la afluencia de visitantes. Bien vale la pena el sacrificio a la vista del retorno que genera por más que Ada Colau (Guanyem) se hiciera un auténtico lío político al referirse al congreso de marras en términos de elitismo. Tendrá difícil alcanzar opciones reales para ser alcaldesa de la capital catalana si profundiza y abunda en ese anacrónico discurso.

Barcelona dejó hace mucho tiempo de ser una ciudad industrial para convertirse en una urbe especializada en servicios. En ese contexto, el turismo es, sin duda, una de las principales fuentes de recursos y de crecimiento económico. La ciudad no sólo es acogedora y hospitalaria, sino que es uno de los destinos preferidos por millones de viajeros internacionales que se dejan seducir por la cultura local (gastronómica, arquitectónica, artística, urbanística…) como por un clima excelente en buena parte del año.

Ser la sede del congreso mundial de los móviles, por tanto, no es un tema temor. No se trata de un congreso de cardiólogos o fisioterapeutas, ni tampoco de arqueólogos especializados en egiptología o cobradores de morosos. Cualquier de ellos puede ser importante, pero ninguno tiene la trascendencia de convertir a Barcelona en el epicentro internacional de la tecnología que más nos ha influido en la recta final del siglo pasado y en los primeros años del actual. La tecnología más avanzada nos visita y convive con nosotros una semana al año, con lo que eso supone de contagio, de oportunidades para empresas locales y de aprovechamiento para la ciudad anfitriona.

Negar eso o quejarse por los visitantes, los atascos circulatorios o los precios de los hoteles es más propio de aquel vecino pesado e inconformista de la comunidad de propietarios que de líderes y dirigentes políticos con aspiraciones reales y actitudes sensatas para gobernarnos. En consecuencia, señores del Mobile sean bienvenidos; pasen, vean y gasten en la ciudad de los prodigios.

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