Spanair, un año después

Se cumplen 12 meses desde que Ferran Soriano entregó al juez la mayor bancarrota en la historia de la aviación española. Hablar de la aviación catalana sería redundante.

El expediente concursal refleja 600 millones en deudas. Esa cifra no es el mayor de los despropósitos que supuso la aventura. Simplemente es un reflejo, el dato llamativo. Buena parte se adeuda a grandes proveedores, como AENA. Y pese a eso se quejan algunos de Madrit

La gestión se llevó por delante 3.000 empleos y les truncó la vida profesional. La mayoría sigue aún en la incertidumbre. En Economía Digital siempre fue nuestra mayor preocupación. Y está publicado.

En aras de preservar el empleo y de cortar la constante inyección de fondos públicos –hasta 300 millones— defendimos y exigimos un proyecto sostenible de aerolínea.

Es la misma posición que adoptamos en otros casos industriales. Particularmente si están intoxicados por la acción política. Estos días asistimos estupefactos al desenlace de las negociaciones en Nissan. El govern dels millors está lleno de políticos sustituibles.

No se lo tomen a mal, pero la última EPA lo demuestra. En Catalunya hay 900.000 parados, 300.000 de ellos se han generado desde que manda Artur Mas. Es la tasa de paro más elevada de la historia. Aiss, perdón. Las competencias. Sí, cierto. Preguntemos a Unió…

Todos los convergentes fetén dominan el arte de la senyera. Así que no hay parados. Como no hay corrupción. Ni mafias. Sólo inquietud soberanista. Y alguna excursión a Suiza o Andorra.

Soriano aprendió pronto. Me refiero a lo de envolverse con telas patrias. Más allá del Pirineo él prefiere Manchester, como es notorio, y la legalidad. Presuntamente.

Así que circundó Convergència, aunque la idea la amparó el tripartito. Es el máximo ejercicio que impuso a Spanair para adaptarse al entorno. Pero si le hubiera importado el futuro real de la compañía se habría molestado en (1) aprender algo sobre el sector y (2) en congelar el invento hub hasta mejor ocasión.

Que sabía mucho sobre power point y poco de aviones es algo que quedó reflejado un día en el hotel Arts. Recuerdo la cara del consejero delegado de Lufthansa. Es un hombre alto. Saca dos cabezas a cualquier catalán medio. Un alemán de los de verdad.

Él fue el primero que me explicó cómo funciona esto de los vuelos intercontinentales. A trazo grueso y sin ánimo de extenderme, les traslado que se sostienen en la teoría de las balanzas.

Los aviones tienen que volar equilibrados. Es decir, los de ida y los de vuelta deben ir llenos o sostener una ocupación similar y rentable en cada trayecto. La norma se extiende a todas las rutas, pero en las de larga distancia es crítico.

Ergo, no sirve que en la ciudad de origen se detecte una demanda incipiente. En destino, el operador debe captar la misma sensibilidad por el trayecto inverso y monetizarla.

Mediante la construcción de grandes alianzas se ha intentado suavizar esa necesidad en los aeródromos de destino con la ayuda de socios locales.

Lufthansa lo tiene tan claro que montó StarAlliance, la mayor red integrada del mundo. Es la única gran compañía que gana dinero en Europa. Spanair formaba parte de su grupo comercial.

Así que mientras Soriano decía que en Barcelona había «hasta 4,5 millones de pasajeros intercontinentales», dejando los argumentos a medias, sus aviones ayudaban a reforzar los aeropuertos de Francfort y Múnich.

Spanair volaba insistentemente a ambos destinos transportando pasajeros con billetes de Lufthansa que luego enlazaban a otros destinos: el rol buscado para Barcelona.

Dicho de otro modo, con dinero público catalán, se contribuía, muy modestamente, cierto, al negocio del gigante alemán. No sólo Lufthansa cree en la fórmula de las balanzas. Emirates la aplica. Curiosamente, son otros de los que ganan dinero. Y Delta lo mismo.

Con estos datos entendí porque Qatar Airways confía en Barcelona, pero no se fió de Soriano. Ni de la Generalitat… La culpa se la endosaron a Bruselas. Y de todo aquello ya hace un año.

a.
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