Perú acaba con la moda de desnudarse en el Machu Picchu

Las autoridades peruanas han puesto coto a la moda de desnudarse en el Machu Picchu, la conocida ciudadela inca de Cuzco (Perú). El Ministerio de Cultura de la región prepara un reglamento de visitas más duro, después de que ocho personas fueran detenidas por ‘streaking’ en el monumento reconocido por la UNESCO.

Perú ha dicho basta a los desmanes de turistas extranjeros en una de sus atracciones turísticas más conocidas, la ciudadela inca de Machu Picchu, en Cuzco. El Ministerio de Cultura de la región prepara un nuevo reglamento que endurecerá las normas para visitar el poblado, Patrimonio de la Humanidad desde 1983.

El anuncio llega después de que la pasada semana la policía detuviera a ocho visitantes en dos operaciones distintas por fotografiarse desnudos en el poblado. Los arrestados, turistas canadienses, americanos y australianos, comparecieron ante el juzgado de Machu Picchu pueblo acusados de “conducta obscena”. Antes, habían posado o corridos desnudos por el poblado y colgado vídeos de sus acciones en las redes sociales.

Con todo, el gamberrismo en el monumento parece tener los días contados. El nuevo «Reglamento de Uso Sostenible y Visita Turística para la Conservación para la Ciudad Inca de Machupicchu» entrará en vigor en los próximos meses, imponiendo normas más estrictas a las decenas de turistas que diariamente ascienden a 2.490 metros de altitud para visitar la ciudadela.

Según el Peruvian Times, la normativa obligará a entrar en la fortaleza en grupos de 20 personas, escoltados por un guía oficial. Una vez en el interior, los turistas no podrán salir de tres rutas delimitadas. Además, el tiempo para contemplar y fotografiar algunos de los restos más conocidos del Machu Picchu se limitará a entre tres y cinco minutos.

El artículo 19.10 del citado reglamento prohibirá explícitamente “desnudarse o incurrir en conductas obscenas” en la ciudadela.

El poblado andino de Machu Picchu de Perú fue visitado por 1,3 millones de viajeros en 2013. Críticos de la actual gestión turística del monumento alegan que la elevada afluencia de visitantes está dañando los restos, que datan del siglo XV.

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