Praia do Forte: el refugio de los ricos brasileños

Doce kilómetros de costa con piscinas naturales formadas por arrecifes se convierten en la playa favorita de la clase alta brasileña. En gran parte de las tierras se mantiene la prohibición de usar luz eléctrica que espanta a las tortugas en los días de desove

Llegar de noche a Praia do Forte es casi una llegada a ciegas. En los doce kilómetros de playa al norte de Salvador de Bahía (Brasil), la inmensa costa y su vegetación tropical disponen de muy poca iluminación. La luz eléctrica es una comodidad que no está bien vista en una zona elegida por las tortugas del Atlántico para desovar en sus doradas arenas.

La luz de desorienta a las tortugas que acuden al lugar a enterrar sus huevos y por eso todas las casas y hoteles de la zona, siempre de construcción baja procuran mantener la oscuridad. En la zona más cercana al lugar de desove, las viviendas no utilizan luz eléctrica.

Hasta los hoteles de cinco estrellas mantienen un uso muy racional de la iluminación nocturna. Resulta de vital importancia para mantener el hábitat de la fauna, las aves, las iguanas y los insectos. En un país enorme, con una creciente necesidad de energía, Praia do Forte es una excepción. Hasta el hotel Tívoli, el cinco estrellas donde se hospeda la burguesía brasileña, los ricos, los famosos y la selección de Croacia durante sus primeros enfrentamientos en el Mundial, mantiene una ecológica oscuridad nocturna. Sólo la luna llena ayuda a crear una imagen del lugar.

Pero una vez levantado el sol, el lugar se transforma, antes de las seis de la mañana, los pájaros anuncian el nuevo día y los monos buscan piezas de fruta o comida olvidada por los bañistas el día anterior. En estas fechas, la lluvia tropical aparece de repente, pero se esfuma con la misma velocidad con la que sorprende. El agua, azul, con tonalidades verdes, suele ser mansa. Los arrecifes, que forman piscinas naturales a lo largo de toda la costa, actúan comos protectores y quedan al descubierto cuando baja la marea. Los ríos que bañan la playa hacen que el agua no parezca demasiado salada.
 

 
Los arrecifes, que forman piscinas naturales a lo largo de toda la costa, actúan comos protectores y quedan al descubierto cuando baja la marea

 
La costa es inmensa, casi sin explotar. Los kilómetros de arena sólo son interrumpidos por algunas barcas de pescadores. En el pueblo, una iglesia blanca, y azul en la base, es utilizada por los lugareños cada domingo. Hay ambiente turístico. Las tiendas, bien cuidadas, pulcras, de cristal y madera, venden souvenirs de calidad y de alto precio. Camisetas y chanclas brasileñas tres veces más costosas que en el centro de Salvador de Bahía.


Zona protegida para el refugio de tortugas.
 

Los terrenos sirvieron al primer gran latifundista de Brasil y uno de los más grandes del mundo, el ganadero García De Ávila, ganadero del primer gobernador de Brasil que fue expandiendo sus tierras a medida que avanzaba la colonización portuguesa en la región. Un castillo recuerda la época colonial de los barcos cargados de cocos de Asia y que llegaban por aquella costa a Salvador, la primera capital de Brasil.

El lugar también es sede del proyecto Tamar, el refugio ecológico donde se protegen a las tortugas de la zona. Los habitantes han querido que las pequeñas piscinas donde las tortugas protegidas se mueven con dificultad se conviertan en atractivo turístico, pero el proyecto, financiado por Petrobras, no despierta el entusiasmo de los turistas europeos que se imaginaban un espacio donde las tortugas se movieran a sus anchas en su hábitat natural.

Pese a ello, los guías locales se muestran orgullosos de la iniciativa, que da trabajo a la población necesitada de la zona. Quieren mostrar que Brasil también comienza a tener sensibilidad por el medio ambiente, a pesar de que la selva comienza a ser arrasada para albergar enormes plantaciones de soja. Desean que todos sepan que son más que fútbol y mundial, que garotas y carnavales. Praia do Forte resume un país diferente.

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