Mesas y asientos de un avión para resistir a los más gamberros
Los asientos, las mesas rebatibles, las puertas del baño y otros accesorios de los aviones se someten a duras pruebas antes de lanzarse al mercado
Las puertas plegables de los baños en los aviones parece frágil. Uno cree que algún pasajero furioso la puede quebrar fácilmente de una patada. Pero este accesorio y otras partes del avión, como los asientos, las mesas rebatibles y la tapa de los habitáculos de los equipajes se fabrican con materiales altamente resistentes y su fiabilidad se pone a prueba en tests realizados por robots.
Si una de las puertas del baño se rompiera, no sólo el servicio queda inutilizado, sino que el avión tiene que demorar su salida hasta que pueda ser reparado. O debe quedar en reparaciones y la aerolínea tiene que alterar toda la organización de aeronaves disponibles.
El peor de los escenarios
Los fabricantes de las puertas se imaginan el peor de los escenarios posibles antes de sacarlas al mercado: piensan en pasajeros enojados que decidan descargar su furia contra la abertura, o en que accidentalmente alguien tropiece y arroje su humanidad contra ella.
Los brazos mecánicos de los laboratorios de pruebas abren y cierran las puertas plegables del baño millones de veces
Estas puertas no sólo se construyen con materiales altamente resistentes y sus bisagras son inviolables, sino que también atraviesan exámenes repetitivos a cargo de brazos mecánicos, que las abren y cierran millones de veces. También las someten a golpes, presiones y otros castigos para comprobar su durabilidad. “Una puerta puede pasar por un millón de pruebas antes de que se considere apta para colocarla en un avión”, dijo Scott Savian, vicepresidente ejecutivo del fabricante Zodiac Aerospace a Skift.
El dilema de los fabricantes
Un asiento pasa por el mismo dilema: un avión no dejará de volar porque haya una plaza de primera clase rota, pero es un ingreso que la aerolínea deja de obtener, y la única manera de recuperarlo en enviando a la aeronave al hangar de mantenimiento.
El dilema es que las aerolíneas quieren accesorios resistentes, pero sin comprometer el peso, los costes y la eficiencia de la aeronave.
Por ejemplo, en el caso de los asientos, ninguna compañía aérea aceptaría que sus asientos pesen más de nueve kilos. Más peso significa más gasto de combustible, y por ende, costes elevados que sólo se pueden resolver con billetes más caros.
De pie sobre la mesa rebatible
La mesa rebatible también es sometida a auténticas torturas en los laboratorios de los fabricantes. Stelia Aerospace realiza pruebas donde las pequeñas mesas soportan el peso de un adulto, aunque ningún tripulante de cabina se imagina a una persona de 70 kilos usando a este elemento de trampolín. Pero nunca se sabe.
Lo mismo sucede con las pantallas de entretenimiento: están fabricadas con un cristal que pueden resistir golpes con elementos metálicos y contundentes. O sea, hay que poner mucho esfuerzo en romperla.
El negocio de los cinturones de avión
Los pasajeros tratan a los asientos como nunca lo harían con los de sus coches. Hace un par de décadas, los fabricantes tuvieron que colocar una traba para evitar que se roben los cinturones, que se habían puesto de moda (y que se venden por internet a 10 euros).
Para optimizar sus resistencia, los fabricantes tienen que garantizar que un asiento puede resistir 16 veces la fuerza de la gravedad. Por lo general la vida útil de las plazas del avión son de 10 años, porque las aerolíneas prefieren cambiarlo por modelos más livianos.
Pero estos suelen ser revendidos a aerolíneas más pequeñas, que tienen que amortizar la inversión por al menos otra década más.
Ese es el escenario que proyectan los fabricantes: asientos que duren por 20 años o más, y que se utilicen en varias aeronaves.