Los vuelos transpolares tienen un enemigo invisible

La tripulación de los vuelos de ultra largo alcance y los transpolares tienen una mayor exposición a las radiaciones cósmicas

Los vuelos de ultra largo alcance, que pueden llegar a las 20 horas sin escalas, tienen que luchar contra la naturaleza. Uno de los muros que debe atravesar es el jet lag de sus pasajeros y tripulantes, tras atravesar tantos usos horarios.

Pero hay otro problema que no se siente en el cuerpo, no tiene color ni olor, pero que en dosis elevadas puede ser peligroso para el organismo: las radiaciones cósmicas.

Bombardeo de día y noche

Tanto el sol como otros cuerpos celestes bombardean a la Tierra, día y noche, con sus radiaciones. Esta llegada de iones es más fuerte cuando ocurren tormentas solares, que además perjudican las comunicaciones de las aeronaves.

A los 10.000 metros que vuelan los aviones, la exposición a la radiación cósmica es cien veces más alta que en la superficie. Los pasajeros que realizan un vuelo de más de 15 horas reciben tanta radiación como si se sometieran a una sesión de rayos X en el tórax, indica una investigación de la Universidad de Colorado en Boulder (EE.UU.)

Problemas en los polos

Pero los vuelos transpolares tienen un problema adicional: los campos magnéticos ayudan a minimizar el impacto de estas partículas en el planeta, pero este escudo es más tenue en los polos norte y sur. Por ello los tripulantes que realizan vuelos que atraviesan el Ártico y o la Antártida tienen un mayor grado de exposición que en otras rutas.

“Si vuelo desde Alemania a Los Ángeles o San Francisco recibo una dosis de radiación que es un tercio de los vuelos a Singapur o Nueva Delhi”, describe a Skift Theresia Eberbach, primer oficial de un A380 de Lufthansa y presidenta del comité de protección contra las radiaciones de VC, el sindicato de pilotos de Alemania.

Cómo se miden las exposiciones

Las exposiciones a las radiaciones se miden en la escala Siervert. El humano que reciba una dosis de cuatro Siervets o más puede morir. Cuando se realiza una tomografía cerebral se recibe 2 miliSiervers (mSv), mientras que un piloto o un tripulante de cabina puede llegar a los 5 mSv al año.

Un pasajero que vuela sobre los polos recibe tanta radiación cósmica como una sesión de rayos X

Es cierto que es muy poco para llegar a dosis preocupantes, pero los sindicatos alertan del creciente riesgo con la expansión de los vuelos de ultra largo radio y los transpolares. En un caso extremo, un avión que esté cruzando uno de los polos en un período de tormenta solar puede exponerse a 10 mSv en un solo vuelo.

“Es difícil alertar del problema a las aerolíneas y los entes reguladores, porque la naturaleza de este riesgo es invisible y es fácil de olvidar”, dice Judith Anderson, asesora de seguridad industrial de CWA (la asociación de aerotripulantes de EEUU).

La radiación aumentará

La radiación de partículas del espacio aumentará en la próxima década. Delores Knipp, directora de la investigación de Boulder, revela que en diez años disminuirá la actividad del sol, por lo que la lluvia de estos componentes llegará a la Tierra sin que sean desviadas por el viento solar.

Knipp dijo que las aerolíneas deberán prepararse para una “mayor radiación espacial”, lo que podría llevar a modificar rutas o cancelar algunos de los 100.000 vuelos diarios en todo el mundo para evitar una sobreexposición a esa radiación.

Más controles

Organismos como la NOAA (administración de control de fenómenos atmosféricos y oceánicos, de EEUU) informan a las aerolíneas cuando la actividad solar se incrementa, y el lanzamiento del satélite GOES-17 ayudará a tener un seguimiento más preciso de la llegada de radiación.

De esta manera, las aerolíneas pueden advertir a sus pilotos si la radiación es más potente para variar su altitud o buscar rutas alternativas para evitar los riesgos de una exposición continua. Pero por ahora pocas compañías disponen de detectores a bordo, debido a los altos costes que implica.

Medidas para evitar exposiciones

La Unión Europea estableció en el 2000 que las aerolíneas tienen que calcular la exposición anual a la radiación. En el caso de las trabajadoras embarazadas limitan sus horas de vuelo drásticamente, ya que un feto no puede recibir más de 1 mSv de una vez.

En el caso de los organismos reguladores de EEUU, la legislación es más flexible, e insta a que las aerolíneas y trabajadores acuerden trabajar bajo exposiciones que sean “lo más bajas posibles”. Las recomendaciones de la FAA (Administración Federal de Aviación) son que un empleado no puede recibir más de 20 mSv anuales en un período de cinco años, y nunca más de 50 mSv en un solo año.

Para la Federación Internacional de Pilotos de Líneas Áereas estas medidas no son suficientes, y reclamaron que las aeronaves que vuelan por encima de los 8.000 metros en las regiones polares tengan sensores para detectar incrementos súbitos de radiación cósmica y otros eventos generados por el sol.

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