¿Qué tiene que ver el Premio Nobel con los viajes en avión?

El Nobel de Medicina 2019 premia las investigaciones en torno a la recepción de oxígeno de las células, un campo relacionado con los efectos al volar

Los científicos que recibieron el Premio Nobel de Medicina y Fisiología 2019 fueron distinguidos por sus investigaciones sobre cómo las células perciben y se adaptan a la disponibilidad de oxígeno, y qué sucede en el cuerpo cuando falta ese elemento vital. Este es un campo en el que los viajes en avión tienen mucho que ver.

Durante siglos se supo que el oxígeno es necesario para la vida, pero poco se sabe sobre cómo las células evolucionan ante su falta o exceso. Los premiados William Kaelin, Peter Ratcliffe y Gregg Semenza pudieron identificar la maquinaria molecular que regula la actividad de los genes cuando reciben niveles anormales de oxígeno.

Qué pasa con el cuerpo si hay menos oxígeno

Cuando hay una menor presencia de este gas, las células adaptan su metabolismo. Esto sucede cuando los músculos se resienten por realizar ejercicios intensos, al bucear y no respirar por más de un minuto, cuando se escalan montañas por encima de los 5.000 metros, o al viajar en avión.

La hipoxia es la disminución del oxígeno disponible para las células del organismo

O en casos extremos, al realizar alpinismo sin botellas de oxígeno o por cambios bruscos de altura en los pilotos de cazas.

La hipoxia es la disminución del oxígeno disponible para las células del organismo. Esto implica que no pueden obtener la energía necesaria de los alimentos, y los tejidos, órganos y sistemas del cuerpo humano presentan una sensibilidad diferente ante su menor llegada, lo que puede causar fallos en sus funciones, explica el doctor Juan José Cantón Romero en un artículo en Hispavisión.

Los pasajeros de los vuelos ultra largos tienen la necesidad de hidratarse con más frecuencia.
Al volar el cuerpo necesita hidratarse con más frecuencia.

El caso de los vuelos comerciales

En las cabinas de los aviones comerciales, a 10.000 metros de altura, la presión atmosférica es un 75% de la que hay en tierra firme. O dicho de otra forma: al volar la presencia del oxígeno es similar a la de una ciudad ubicada a más de 2.000 metros de altura, como es la Ciudad de México.

Por ello, cuando los niveles de oxígeno en la sangre también son más bajos, es posible que haya pasajeros propensos a sentir fatiga, migrañas o mareos.

Quien haya estado de visita en la capital azteca, o más todavía en ciudades a elevada altura como La Paz (Bolivia, 3.650 metros sobre el nivel del mar) o Cusco (Perú, a 3.340 m.s.n.m.) recordará esos síntomas.

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En el interior del avión se respira aire reciclado, pero debido a que la humedad es inferior al 25%, la sequedad y el menor oxígeno pueden dificultar la respiración.

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La menor presencia de oxígeno en el cuerpo puede originar diversos malestares. Foto: David Tran – Unsplash.

Otros problemas físicos al volar

La menor presencia de oxígeno no es el único incordio que tiene el cuerpo cuando vuela. Cuando se pasan varias horas en un habitáculo reducido como es el asiento de una avión, sobre todo en la clase económica, se acumula el líquido en las piernas y estas tienden a hincharse.

En esta situación a la sangre le cuesta regresar al corazón, y es posible que derive en una situación de trombosis, pero no sería la única causa.

La inmovilidad, pero también la menor presencia de oxígeno, puede derivar en un cuadro de trombosis

Según un estudio publicado en la revista médica The Lancet, además de la inmovilidad los casos de trombosis venosas profundas (TVP) también se pueden generar por la menor presión atmosférica y la reducción del oxígeno.

Esta combinación de factores representan un riesgo potencial para las personas con enfermedades cardíacas y respiratorias, y para las embarazadas con más de seis meses de gestación.

Peter J. Ratcliffe
Peter J. Ratcliffe, uno de los ganadores del Nobel de Medicina 2019. EFE.

Poca humedad en la cabina

El bajo nivel de humedad genera una sed constante, por la deshidratación: se pueden perder hasta 1,5 litros de agua en tres horas de vuelo. La falta de agua en el cuerpo causa sequedad en la piel, las mucosas y los ojos, por ello se sugiere guardar los lentes de contacto y usar gafas para el viaje.

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Con la pérdida de líquido corporal aumenta la sensación de estreñimiento, y la inmovilidad también ralentiza el proceso digestivo.

El jet lag es común en aquellos viajeros que realizan un cambio de horario de más de 10 horas. Foto: Mpumelelo Macu /Unsplash
La inmovilidad puede generar problemas cardíacos, digestivos y musculares.

Trucos para evitar malestares

La cabina de los vuelos está presurizada para que el cuerpo no sufra con la ausencia de oxígeno en las alturas; y en caso de un descenso abrupto, automáticamente se despliegan las máscaras de oxígeno.

Para evitar que los músculos se resientan por tantas horas de esta sentado, se sugiere caminar unos minutos por el pasillo y, sin molestar a los pasajeros, realizar ejercicios de estiramiento de los miembros y el cuello.

Hay que estar siempre hidratado, pero no con alcohol: no solo no calma la sed, sino que sus efectos son más potentes que cuando se toma una copa en tierra.

¿La causa? Otra vez la hipoxia: por la menor presencia de oxígeno en el cuerpo, las moléculas de alcohol llegan con más facilidad hasta el cerebro, que se siente adormecido con más rapidez.

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